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lunes, 6 de agosto de 2018

Entrevista a Alberto Santana

Controversial por decir lo menos, así se puede describir al historiador Alberto Santana quien en su afán de mostrar una historia de Euskal Herria desprovista de visiones místicas a veces a rayado en las posturas revisionistas -por no decir ultraespañolistas- de individuos tan poco objetivos como Jon Juaristi.

Dicho lo anterior, les compartimos esta entrevista que ha concedido a Deia:


‘Una historia de Vasconia’ es una inmersión audiovisual en todo lo que ha acontecido en Euskal Herria a lo largo de los siglos. Es la segunda temporada en los dos canales de ETB

Rosana Lakunza

Alberto Santana está al frente de este programa que pone fecha y lugar a lo que ha acontecido. Resalta todo hecho comprobado, pero ¿qué ocurre con los mitos que tanto abundan en Euskal Herria? ¿Se puede historiar a la Mari y al resto de lamias que pueblan el imaginario popular? ¿Existió realmente Olentzero? El historiador vasco ríe ante unos temas que le están haciendo perder amistades por ponerlos en solfa y no dejarnos engañar por ilusiones.

¿En qué se diferencia esta temporada de ‘Una historia de Vasconia’ frente a la primera?

-No hay muchas diferencias. Está pensada para poder intercalarse con la anterior entrega y mantener una continuidad. La serie está pensada para que todas las temporadas encajen entre sí, no solo entre las dos primeras, también con la tercera, es la que estoy escribiendo ahora.

¿Cuál es su objetivo?

-Crear una gran enciclopedia audiovisual de la historia de Euskal Herria. Cambian los temas, eso por supuesto, pero todos están interrelacionados. Hemos escogido un tema del neolítico; sobre la época de la romanización, hemos escogido la asentación romana costera, los puertos, el origen de la navegación costera vasca… También hablamos de la tradición de la euskomitología y su relación con las religiones. De época medieval hablamos sobre la situación de una minoría muy relevante, los judíos. En algunos sitios representaban el 20% de la población vasca.

Un pueblo que no fue muy querido en Euskal Herria.

-No, desde luego. Muchos piensan que no existieron los judíos en nuestra tierra. Hay muchos temas por abordar y por mostrar a los espectadores. Uno de mis objetivos es sorprender al espectador. Tiene el mismo sentido que la anterior, aunque pienso que también es más madura.

Es usted es un ‘destroyer’ de nuestra mitología. En la primera temporada mató a las brujas de Zugarramurdi y ahora la historia de las traineras no es tampoco la que nos han contado.

-La misión de la historia no es cantar las alabanzas de los reyes, príncipes, Papas y grandes héroes del pasado.

Pues la épica histórica siempre ha estado de moda y te permite soñar.

-La misión de la historia es detectar problemas, agujeros negros o contradicciones en nuestra narración. Y una vez afrontados esos problemas, aportamos las evidencias históricas comprobables que nos permitan someter a control la historia.

No quedan testigos directos de aquella época que lo confirmen y a lo mejor lo que no nos es posible contrastar queda como mito.

-Bueno, es una forma de verlo. Pero ¿de verdad creemos en las brujas de Zugarramurdi?

A pies juntillas seguro que no, pero resulta bonito, casi romántico.

-Claro que son importantísimas las regatas en nuestra vida en Euskal Herria, pero ¿podemos historiar las regatas? Al hacerlo, nos damos cuenta que los mitos tienen orígenes políticos. ¿Podemos historiar a las brujas? ¿Podemos historiar a Mari?

No me diga que también nos va a quitar a Mari.

-No es lo mismo describir a la Mari con las palabras de los informantes de Barandiaran que historiarla. Si haces historia, estás obligado a poner fecha y lugares. Decían los antiguos griegos que la cronología y la geografía son los ojos de la historia. La misión del historiador es poner lugar y fecha a lo ocurrido en el pasado.

Repito, quita romanticismo a muchos acontecimientos.

-Acontecimientos no comprobados por fecha y lugar. Lo que pasa es que gusta más la narración mitificada, la que no requiere ese rigor que deben aplicar los historiadores. Una historia Vasconia trata de ubicar los hechos en el tiempo y en el espacio.

Un programa que parecía que iba a enganchar a espectadores de más edad, sin embargo, tiene su atractivo para el público joven.

-Es curioso. Creo que en ETB están contentos porque estamos enganchando a públicos que habían desertado la cadena. Se han sumado espectadores urbanos, es un programa que ven muchas más mujeres que hombres y ahora se están enganchando jóvenes. Es interesante porque les habíamos abandonado en cierta forma. Los jóvenes que veían cuando eran niños los marrazki bizidunak (dibujos animados) no tenían continuidad, no tenían programas de calidad cultural, tenían programas de entretenimiento barato y ahora ven programas como Una historia de Vasconia.

Fue junto con Iñaki Pangua ‘alma mater’ de ‘La mirada mágica’. ¿En que pueden coincidir los dos programas?

-De entrada, en mí mismo, fui el autor de los contenidos de La mirada mágica, se veía lo que yo proponía. Era un recorrido por el aire. En Una historia de Vasconia entremos en tierra y bajo tierra, son niveles de profundidad entre uno y otro. Pero tienen mucho que ver. La mirada mágica era un retrato y Una historia de Vasconia es una interpretación de nuestra identidad.

¿Irían destinados a un mismo público?

-En principio parecería que sí, pero eso nunca se sabe a ciencia cierta, creo que hay muchos espectadores de La mirada mágica que nos siguen en lo que contamos sobre Vasconia, Era un programa con elementos humanos que han construido el paisaje: geología, botánica… Ahora intentamos interpretarlos a través de su formación histórica, ver cómo se han construido por capas. Tienen que ver los dos programas con algunas de las imágenes que emitimos ahora.

Volvamos a la mitología, muchos no le van a perdonar que dijera que Olentzero no ha existido nunca.

-Ahí resumes muchas de las contradicciones y de las críticas que está teniendo el programa.

¿Qué le parecen las críticas?

-Que todo es opinable. Estoy perdiendo amigos con este programa. Hay gente que prefiere vivir en una perpetua adolescencia y seguir pensando que Olentzero es nuestro Papá Noel vasco y que vive en las montañas, que nos trae regalos. Lo que cuento es cómo creamos nosotros a Olentzero, al margen de que nos mientan en algunos momentos de nuestra vida y nos hayan hecho creer que existe y que él trae nuestros regalos. Es una noble mentira y lo hacen en casa porque nos quieren, nos engañan por amor.

¿Nos han explicado mal la historia de Euska Herria?

-Nos la han explicado poco. Nos han ofrecido una narración destinada a reforzar nuestra identidad, pero una narración ausente de preguntas. Pero desde que tenemos universidad propia y hay decenas y decenas de científicos e investigadores, se dedican a plantear preguntas a la historia. Casi nadie nos ha querido engañar con la historia de Vasconia, simplemente se han creado narraciones y relatos desde la conveniencia del país.

¿Por qué relatos de conveniencia?

-Para justificar invasiones, ideologías y relatos del presente.

Eso sería manipulación histórica.

-En cierta forma sí. La historia sirve para entender el presente pero no para justificarlo. En Una historia de Vasconia queremos interpretar la historia en sí misma, desde el pasado y no sometiéndola a nuestros deseos. La historia no se puede cambiar.

Dicen que todo es subjetivo de cambio.

-Podemos cambiar las interpretaciones, pero no podemos modificar el pasado. Podemos escoger la manera de interpretar lo más correctamente posible lo que ocurrió, nada más. Cuántas más evidencias acumulemos, aunque sean contradictorias entre sí, mejor entenderemos nuestra historia, mejor entenderemos nuestro pasado.

¿Nunca creyó en Olentzero?

-Yo sí. Me pilló un poco mayor; por edad, éramos de la generación de los Reyes Magos. Siempre me ha gustado mucho, es un personaje por el que tengo una auténtica devoción personal. Le he seguido por los montes, le he cantado por las plazas, por los bosques… le sigo cantando. En los últimos quince años acompaño siempre a Olentzero de Zerain (Gipuzkoa), es de los que más me gusta.






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