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lunes, 6 de agosto de 2018

31 y no 30

Les compartimos la ediotrial de Naiz con respecto al manejo que desde los distintos estamentos del régimen borbónico franquista se ha hecho de la salida de prisión de Santi Arrospide:


En informaciones de los medios españoles ayer sobre la excarcelación de Santi Arrozpide había un detalle llamativo para cualquiera: se destacaba que ha pasado casi 31 años en la cárcel al mismo tiempo que se citaba, sin expresar contradicción alguna, que el tope de cumplimiento para los delitos de su época es de  30 años. Esos 31 años, por cierto, no tienen parangón en Europa. Son muchos más que los cumplidos por militantes de la RAF o las Brigadas Rojas condenados en Alemania e Italia a cadenas perpetuas pero que en muy pocos casos pasaron más de 20 años entre rejas. Y también más que los aplicados a los voluntarios del IRA, excarcelados a cambio de un compromiso con el proceso de paz que resulta inequívoco en el caso de EPPK, como muestra el resultado aplastante de la votación –también en las prisiones– que ha llevado a ETA a declarar su final.

Negar que Arrozpide y el resto de presos vascos es sometido a cautiverios inusitadamente largos y extremos por prácticas como el alejamiento resulta tan absurdo como lo sería obviar el dolor provocado por los atentados de ETA que se utiliza como justificación para esa excepcionalidad. Porque, parafraseando a la abogada de la AVT que ha reconocido como «legal» esta excarcelación de ayer, también se cumplían normas y plazos cuando Arrozpide fue liberado en 2014, pero la sed de venganza no estaba saciada y el Estado maniobró para imponerle estos cuatro años extras.

Quienes, como los dirigentes del PP Pablo Casado y Javier Maroto, tergiversan toda esta realidad deberían preguntarse si no es precisamente su actitud y sus políticas las que hacen que estas personas sean recibidas no como «héroes» (usando su propia terminología), sino como supervivientes de la cárcel. Sin manipulaciones, con sentido común y un horizonte de convivencia, cabe en esto un punto de encuentro en que las víctimas no se sientan humilladas pero los presos y sus familiares dejen de ser machacados al margen de la ley y los derechos humanos.





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