En la página de Rebelión se ha publicado un ensayo corto que cuestiona la versión oficial acerca de como es que Igor Portu terminó hospitalizado y el peligro que encierra el que la sociedad española se encuentre tan tranquila ante los constantes reportes de tortura que ya no se aplica exclusivamente a activistas vascos.
Aquí lo tienen:
Aquí lo tienen:
Tortura a discreción en el País Vasco
J.M. Álvarez
Rebelión
Igor Portu Juanena, uno de los dos presuntos miembros de ETA detenidos el pasado domingo en Arrasate, tuvo que ser ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Donostia de San Sebastián. Presentaba una costilla rota, que le provocó una perforación pulmonar, además de tener golpes y patadas en la cara, ojos, pecho, estómago y piernas. Según las Fuerzas de Seguridad del régimen, las lesiones se produjeron cuando se resistió a la detención. Para algún periódico, simplemente se deben a que se había golpeado con la puerta del vehículo policial.
Igor, junto con Martín Sarasola, fueron apresados por los Grupos de Acción Rural de la Guardia Civil. Al parecer iban armados, y se les considera miembros no fichados de la organización armada ETA. Según los medios informativos, los dos detenidos fueron llevados a presenciar los registros de sus domicilios. La sospecha está en el aire: si las lesiones de Igor, se produjeron durante la detención, ¿cómo es posible que hubiera podido asistir por su propio pie (dada la gravedad de las mismas) al registro de su casa?. Teniendo en cuenta antecedentes pasados, y siniestros historiales, el detenido ha debido ser objeto de una brutal paliza durante los interrogatorios. Un acto de tortura más, que los jueces de la “democracia” arrojarán al cubo de la basura.
La tortura (y ahí están los informes de Amnistía Internacional y del Relator Contra la Tortura de la ONU) es habitual en este país; por tanto existe responsabilidad manifiesta del Estado que no investiga las denuncias o hace un remedo de investigación. En la España franquista nos contaban que los presos- fallecidos, o gravemente lesionados en los interrogatorios-, se suicidaban arrojándose por la ventana, o bien que sus graves lesiones, eran consecuencia de caídas sufridas al intentar huir por las escaleras de los centros de detención. En la España del talante socialista, nos siguen contando historias similares.
Hechos como estos, ponen de manifiesto la naturaleza de la represión que se ejerce no sólo contra ETA, sino contra la izquierda abertzale vasca. Lo más grave es que la represión, ya se extiende por todo el Estado, como han podido comprobarlo en propia carne, los grupos no afines al sistema o los comunistas revolucionarios. La impunidad que proporciona el uniforme, el tener la seguridad de que destrozar a un sospechoso (en un claro gesto de venganza por la muerte de dos guardias civiles, hace unos meses) no va a tener consecuencias, y el envilecimiento de una sociedad que tolera la tortura, demuestran el grado de degradación en el que se ha sumido el régimen borbónico y sus instrumentos políticos, judiciales y policiales.
Al presidente Zapatero le gusta decir que disfrutamos de un país que progresa y, por tanto, no puede ser comprendido con esquemas del pasado. Pero lo sucedido demuestra, que esos viejos esquemas son también contemporáneos. La España real es ésta, la que tortura y no la que nos describe su delirante imaginación.
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