Es domingo de misa para las buenas ánimas y por ello les compartimos este incisivo texto de nuestro amigo Koldo:
¿Y la buena?
Koldo Campos Sagaseta | Cronopiando
Era católica hasta la médula, a la vieja usanza y, sobre todo, clasista. Odiaba todo lo que se moviera a su alrededor, no soportaba los perros pero menos toleraba los niños. Muchos años antes se había declarado la guerra contra sí misma y, cada día más cerca de cumplir un siglo, seguía sin firmar el armisticio. Despreciaba a esa masa de ignorantes incapaz de emocionarse con Chaikovski, de disfrutar a Mozart y que, sin embargo, celebraban alborozados dos huevos fritos para la cena. Y aún más si se acompañaban de patatas fritas.
Aunque era consciente de que atentaba contra los más humanos principios cristianos que hacía suyos, no soportaba tener que compartir sus días y sus noches con quienes no valoraban la importancia de colocar el cuchillo y la cuchara a la derecha del comensal y que, además, ignoraban las razones por las que el tenedor debe estar a la izquierda. Solo en Dios y la vida eterna encontraba consuelo por tener que convivir con tanto bruto y diario agravio.
Las circunstancias de la vida la habían llevado a una residencia de mayores, hecho que nunca terminó de aceptar, rodeada de todos esos patanes que desdeñaba.
Por alguna razón, tal vez el parecido, yo era una de las pocas personas en la residencia a la que confiaba sus demonios, también sus congojas, pero ayer... cuando insistió en despotricar contra tantos compañeros comunes de infortunio, me encontró en horas bajas y no quise acompañarla.
-Te tengo -le dije- dos noticias, una mala y otra buena. La mala es que en el cielo, cuando te llegue la hora, vas a tener que seguir compartiendo mesa y pasillo con todos esos ordinarios colegas que desprecias.
-¿Y la buena? -quiso saber ella.
-La buena es que no hay cielo.
(Preso politikoak aske)
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