Creemos que esta entrevista publicada por Noticias de Gipuzkoa les va a resultar de mucho interés sobre todo a quienes gustan de enterarse de todo aquello que se nos ocultó acerca de Euskal Herria y que Mark Kurlasky de alguna forma ayudó a denunciar con su perfectible libro titulado "La historia vasca del mundo".
Lean ustedes:
Xosé Estévez: "Los ilustrados vascos sentaron las bases de la innovación empresarial y tecnológica moderna"
Xosé Estévez analiza en su nueva libro, titulado 'La Ilustración en Euskal Herria' y editado por Nabarralde, la actividad y la presencia de esta corriente en el país
Harri Fernández / Ruben PlazaSiendo el Estado francés colindante con Euskal Herria, sería fácil que los valores de la Ilustración traspasasen la muga.
–La ilustración penetró a través de tres vías: los libros, los estudios y las tertulias, aunque estas últimas fueron, más bien, una manera de difusión posterior.
¿La burguesía vasca enviaba a sus hijos a estudiar al Estado francés?
–Sí, por varias razones. Una de ellas era que era más fácil llegar a la Universidad de Toulouse que a la de Madrid. Además, los estudios en el Estado español estaban más atrasados que allí, donde además tenían contacto con ilustrados franceses. La tríada de los Caballeritos de Azkoitia –el conde de Peñaflorida, el marqués de Narros y Manuel Altuna fue a estudiar a Francia. Altuna, de hecho, fue íntimo amigo de Rousseau.
La citada burguesía incluía en su biblioteca obras francesas.
–Esta era una zona fronteriza y si bien es cierto que la Inquisición tenía una serie de comisarios que procuraban poner todos los obstáculos posibles para dificultar el tráfico de libros procedentes de Francia, la verdad es que se colaban gran cantidad de obras que penetraban por distintos métodos.
¿Qué funciones cumplían los cafés y las tertulias? En Donostia se encontraba la que se llamó La Casa del Café...
–De difusión. Las había más elitistas, pero también más populares. En Donostia, a la Casa del Café también se le llamaba el Café del Cubo porque se encontraba junto a uno de los cubos de la muralla. Las más elitistas se encontraban en Azkoitia, en Bilbao, en Gasteiz, en Lekeitio...
La de Donostia era popular.
–La Inquisición la vigilaba. Según un informe que redactó, el Café del Cubo estaba integrado por obreros, artesanos, pescadores, soldados y "gente de otra ralea", dice la documentación. El de Donostia fue un foco, no solo de difusión de las ideas ilustradas, sino de las más radicales filorevolucionarias. En Donostia también había una tertulia elitista, que estaba compuesta, entre otros, por el entonces presidente de la Diputación, Berrueta, que conspiró a favor de la Revolución cuando se produjo la Guerra de la Convención de 1793.
Propusieron una Gipuzkoa independiente.
–Quisieron declarar Gipuzkoa república independiente bajo protección francesa; una utopía, evidentemente; y que demostraba una clara falta de visión por parte de los impulsores, que no se daban cuenta de que los revolucionarios eran mucho más jacobinos y centralistas que los hispanos.
En Francia, a través de la Revolución, los valores ilustrados provocaron profundos cambios político-sociales, pero en el caso del País Vasco no provocaron grandes reformas.
–Cuando llega la Revolución Francesa en 1789, muchos ilustrados se amilanaron. En el Estado español eso se puede ver en el caso del conde de Floridablanca, y en el caso vasco se dio entre los ilustrados más conocidos y famosos. Los valores ilustrados no promovieron un cambio en la monarquía, de hecho, los Caballeritos de Azkoitia tenían muy buena relación con la corona. De hecho, solicitaron la legalización de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y Carlos III se la concedió al poco tiempo. Mantenían una buena relación con la monarquía. A su vez, el hecho de ver los excesos de los revolucionarios franceses provocó una involución en la mayor parte de los ilustrados, salvo contadas excepciones.
Ha citado a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, en Donostia hubo un intento para fundar una sociedad económica similar pero no prosperó...
–Prácticamente, ni llegó a funcionar. Por la documentación existente, creo que la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País le puso todas las zancadillas posibles para evitar que se constituyese y le hiciese una especie de contrapeso a sus intereses ecónomico-sociales.
Pero la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País sí que funcionó.
–¡Y funcionó bien! La creación de esta sociedad es interesante porque, aunque no logró todo lo que pretendía, sí que consiguió importantes conquistas, por ejemplo, en el sector agrícola. Es muy interesante los esfuerzos que hicieron de traer productos de otros países como Escocia. Por ejemplo, se intentó la introducción del nabo escocés, que no funcionó; entonces, la Sociedad introdujo el de Galicia y ese sí que lo hizo. Otro caso: la rotación de cultivos traída de Holanda favoreció la implantación de plantas forrajeras y el incremento de la ganadería. Asimismo, también ayudó en la mejora de las ferrerías y los molinos, del tráfico comercial... Fruto de la Ilustración también es la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y también del primer centro de formación profesional que hubo en el Estado español, que era el Real Seminario Patriótico Bascongado de Bergara. Funcionó hasta la Guerra de la Convención y lo hizo muy bien, no solo impartía formación profesional, sino que tenía un centro de investigación con profesores extranjeros. Fue allí donde los hermanos Elhuyar hicieron algunos de sus descubrimientos.
¿Los logros de la Ilustración en Euskal Herria han sido excesivamente mitificados?
–Por un lado sí, pero por otro hay que ponerlos en sus justos términos: hubo logros importantes, no hay que desmerecerlos. Los ilustrados vascos sentaron aquí las bases de lo que podría ser la innovación empresarial y tecnológica moderna. Para la introducción de una industrialización moderna tiene que haber una base mental e ideológica; esa es la que asentaron los ilustrados porque, además, le daban mucha importancia a la educación como motor de cambio de la sociedad.
¿Cómo casaron los valores de la Ilustración con una sociedad tan tradicional como la de Euskal Herria?
–La Ilustración se ha trascendido como si fuera una luz que lo inundó todo; fue un haz de luz y un mar de sombras. La Ilustración penetró, pero solo lo hizo en una elite. Esta, a su vez, se encontró con un entorno tradicional en la que la ideología la imponía otra elite, en este caso, muy religiosa y tradicionalista; la Ilustración también provocó una fractura social. Esa ruptura se puede ver en la Guerra de la Convención: la junta de la costa se proclamó a favor de los convencionales franceses, mientras que la junta que se ubicó en el interior, formada por los tradicionalistas, se posicionó a favor de la monarquía borbónica y en contra de la propia guerra. Eso perdurará durante la invasión francesa, es decir, la mal llamada Guerra de la Independencia –1808-1814– y, sobre todo, explotará durante las Guerras Carlistas. Los liberales podrían ser los herederos directos de los ilustrados y los carlistas serían herederos de ese espíritu tradicional.
¿La existencia del régimen foral no supuso un problema para la Ilustración?
–Los ilustrados, en general, supieron casarlos bien. Lo único que pretendieron fue una mejora económica. En el fondo, la elite ilustrada quería mejorar la productividad económica introduciendo mejoras en el sistema productivo. Por ejemplo, en el terreno agrícola, en el comercio, en la siderurgia... Pero, sobre todo, procuraron buscar, a nivel comercial, un mercado más amplio. Eso suponía que las aduanas tuviesen que ser trasladadas a la costa y que no permaneciesen en el interior. De hecho, hubo algún proyecto de intento de reformar el sistema aduanero. En lo demás, el régimen foral tradicional les venía bien.
¿Por qué?
–Porque seguía manteniendo sus privilegios económico-sociales como elite gobernante. Muchos de estos ilustrados ocupaban cargos políticos como el de alcalde, concejal o diputado general. Con las dos cuestiones citadas, podemos hablar de un fuerismo ilustrado. Más tarde, al llegar las carlistadas algunos de estos fueristas ilustrados se convirtieron en liberal-fueristas; es decir, aquellos que querían mantener los fueros pero cambiando el sistema aduanero que beneficiaba sus intereses.
No obstante, la Revolución Francesa acabó con el régimen foral en Iparralde.
–La Revolución entró en Iparralde a sangre y fuego con los fueros. De haber entrado de una forma más suave y moderada, quizá, muchos de los ilustrados no hubieran dado marcha a atrás. Entre los revolucionarios que entraron en Iparralde y que ocuparon Donostia había dos grupos. Por un lado, se encontraban convencionales radicales clásicos, representados por los comisarios Pinet y Cavaignac, que eran revolucionarios típicos, jacobinos puros. Por otro lado, se encontraba la postura que mantenía el general que comandaba dichas tropas, Moncey, que era partidario de mantener los fueros vascos reacomodándolos. Si hubiera triunfado esa opción, seguramente, la Revolución no hubiera supuesto una ruptura tan radical y un enfrentamiento tan brusco con la población vasca de Hegoalde. Es jugar con hipótesis, pero es muy posible que fuese así.
¿El perfil del ilustrado vasco se asemejaba al francés?
–El vasco era más tradicional; intentaron compaginar la tradición con la Ilustración, aunque hubo de todo. Había quien en sus bibliotecas tenía y había leído obras de Mably y Morel, que fueron un precedente del socialismo utópico.
¿Cuáles serían, entonces, los rasgos más característicos de la ilustración vasca?
–El pragmatismo y la existencia de cuatro corrientes: los preilustrados o novatores –encarnados por los hermanos Villarreal–, los ilustrados típicos –los ya citados Peñaflorida, Narros y Altuna–, los economistas –Ibáñez de Rentería– y los preliberales –Foronda y Manuel Aguirre–.
Dedica un capítulo a la Ilustración en Navarra.
–Es una novedad, hasta ahora no se había estudiado mucho. A través del estudio de la Ilustración en Navarra me percaté de que había dos grandes grupos. Por un lado, estarían los que podríamos llamar los desarraigados y otro, por llamarlo de alguna manera, los incardinados.
¿Qué representaban?
–Los desarraigados eran un numeroso grupo, fundamentalmente, originario del Baztán que llegaron a ocupar altos puestos en la Administración, en los negocios de la Corte y en América. El caso más conocido es el de Goyeneche, que llegó a fundar una nueva población en Madrid que sigue existiendo, el Nuevo Baztán. También se enmarca entre ellos Jerónimo de Ustáriz, que escribió el libro Práctica de Comercio y Marina, de gran éxito en el siglo XVIII y comienzos del XIX. Son personas que se desarraigaron del territorio nativo y se incardinaron en la Corte, aún manteniendo ciertos lazos. De hecho, llevaban a muchos parientes a la Corte y les proporcionaban trabajo. No sé si utilizarlo porque es un término más moderno, pero en los países colonizados ocurre que la elite nativa siente una gran admiración por la cultura del colonizador y, al final, se va desligando de sus raíces e incardinando a la metrópoli.
¿Y los incardinados quiénes eran?
–Se ubicaron, principalmente, en Tudela y fundaron la Real Sociedad de los Deseosos del Bien Público, similar a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Los protagonistas más conocidos son los tres marqueses de San Adrián –abuelo, padre y nieto, apellidados Madallón–. Estos, sobre todo el marqués original, estaban incardinados en el territorio, vivían en Tudela, y procuraron hacer reformas que afectasen a la agricultura y al comercio de la Ribera. El segundo y tercer marqués, finalmente, siguiendo los cantos de sirena, acabaron en la Corte de Madrid e, incluso, el nieto se hizo un famoso afrancesado y terminó marchándose a Francia con el rey José I. Es muy conocido porque Francisco de Goya le hizo un retrato.
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