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lunes, 29 de julio de 2019

El Otro Legado de Neruda y Mistral

Y bueno, ahora que las víctimas andan por ahí como alma en pena por el tema de los ongi etorris. les recordamos acerca de las otras víctimas, las que tuvieron que dejar su tierra ante el imparable avance de los genocidas, las que se salvaron gracias a la acción de eméritos descendientes de vascos como Pablo Neruda y Gabriela Mistral.

Para ello, les invitamos a leer este reportaje aparecido en Deia:


El literato americano garantizó el viaje del barco francés ‘SS Winnipeg’ a Valparaíso, odisea de la que el 4 de agosto se cumplen 80 años

Iban Gorriti

El barco SS Winnipeg zarpó el 4 de agosto de 1939 desde el puerto fluvial francés de Pauillac con 2.074 refugiados de campos de concentración al acabar la Guerra Civil española, entre ellos numerosos vascos. 80 años después se celebrarán actos de recuerdo en el destino del navío, Chile. En concreto, arribaron un mes después, primero a Arica y en la tarde del 2 de septiembre en Valparaíso, donde efectuaron el desembarco al día siguiente. En ese periplo nacieron dos niños.

La epopeya humanitaria fue posible gracias al literato de fama mundial Pablo Neruda, que se llegó a reunir con delegados del lehendakari Aguirre. Por su parte, el exembajador español en Chile, el donostiarra Rodrigo Soriano, del Partido Republicano Radical, salió a recibir al Winnipeg acompañado por un joven político socialista, Salvador Allende, por entonces ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social.

El escritor Julio Gálvez Barraza (Santiago de Chile, 1949) es uno de los investigadores que más ha estudiado este viaje. De hecho, ha publicado el volumen Winnipeg, testimonios de un exilio, ya a la venta. Desde el país andino, Gálvez mantiene en declaraciones a este periódico que “jamás hubo un derroche de talentos como el experimentado en España después de la Guerra Civil. Los españoles libres y pensantes de ese tiempo tuvieron tres alternativas: Enmudecer allí para siempre, adherirse al nuevo régimen o emprender el camino del éxodo e intentar desarrollarse en otra tierra. Chile fue uno de los pocos países de acogida de esos transterrados, y tuvo la fortuna de recibir a parte de ese admirable éxodo”.

Sabido esto, las preguntas se solapan haciendo mención a la figura de Pablo Neruda y su relación con los vascos. En marzo de 1938, quien según el Premio Nobel Gabriel García Márquez fue “el poeta más grande del siglo XX en cualquier idioma”, viajó de Chile a Francia con la misión de rescatar republicanos españoles de los campos de concentración establecidos en el país galo. Durante el trayecto, quien realmente se llamaba Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto hizo escala en Montevideo y Buenos Aires. “Dos ciudades fundamentales en las que consolidaría el respaldo económico para financiar la empresa de rescate”, enfatiza Gálvez.

Chile sufría los efectos del terremoto de Chillán de 1938 y la derecha criolla se resistía a acoger a tanto republicano “rojo”. El país no podía asumir todo el gasto económico de la inmigración. En Buenos Aires, entre la colonia española residente y la solidaridad de los trabajadores argentinos, encontraría parte de los recursos necesarios. Y en Montevideo, el Congreso Internacional de las Democracias constituyó la ocasión ideal para exponer la situación de los refugiados. En el Teatro Mitre de Montevideo, Neruda impartió la conferencia España no ha muerto, en la que reconoce todo lo que le debía a España y lo que los hispanoamericanos podían aprender de su literatura.

El proyecto de asilo político a los refugiados, que había cuajado en Chile, necesitaba de la colaboración de otros americanos. Neruda lo planteó a los delegados al Congreso con el lema “¡los españoles a América!”. En Buenos Aires se entrevistó con los delegados del lehendakari Aguirre, exiliado ya en París. “Logró con ellos un principio de acuerdo -explica Gálvez- para el viaje a Chile de los pescadores vascos refugiados en Francia, que constituían una flota pesquera de excepción por su calidad técnica y la capacidad de sus hombres”.

El poeta no perdía de vista las necesidades de Chile en este proyecto masivo de inmigración. Además, según afirma Neruda en una carta al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, “tienen planos de construcción y propuestas extranjeras para barquitos de pesca que se harían en Chile”. Dio un importante paso más: “El presidente Pedro Aguirre Cerda -de ascendencia vasca- me había encargado especialmente traer pescadores y gente vasca, y ya ve usted, ministro, qué bien se presentan las cosas”.

En otra carta escribe a su amigo Víctor Puelma sobre sus viajes a Buenos Aires, Montevideo y Rosario. Que las cosas van “bastante bien” y la proposición de Chile ha sido ya aprobada en la Conferencia Interamericana de Ayuda. “En Montevideo se lanzará una emisión de bonos y se proyecta cuidadosamente el trabajo de traer niños españoles y establecerlos en escuelas-granjas en Chile, pagando la construcción de los pabellones y el mantenimiento de las escuelas. Buenos Aires torcerá pues a Chile su río de ayuda y creo que ya tendré en París dinero para mandar los primeros”.

Semana vasca
Pero no fue Neruda el único en el país andino que protagonizó una plausible labor hacia los vascos. Bien lo sabe Gálvez: “Un año antes, en 1938, la poetisa chilena Gabriela Mistral, autodenominada La india vasca, por su férrea defensa de todo lo indígena en América y por su ancestro vasco dado por su segundo apellido (Lucila Godoy Alcayaga), había donado los derechos de su libro Tala en beneficio de los niños vascos, inocentes víctimas, huérfanos o heridos, durante la Guerra Civil”, aporta quien el pasado miércoles impartió la conferencia 80 aniversario, los mitos del Winnipeg en la Semana Vasca en el Estadio Español de Santiago de Chile. “Tuve ocasión de saludar a algunos pasajeros del mítico Winnipeg, entre ellos una señora que tenía cinco años de edad cuando viajó con su familia a Chile, la vasca Ana María Ortuondo”, agradece. En unos días, se recordará con honores aquella odisea.






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