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lunes, 15 de julio de 2019

Auzolan Tras la Riada

Cuando canta Tafalla canta Euskal Herria.

Han sido días muy duros para la parte media de Nafarroa, especialmente la localidad de Tafalla, tras al tormenta que provocó el desbordamiento de ríos que corrieron por cauces usualmente secos.

Desde Gara traemos a ustedes este recuento de las acciones solidarias y colectivas emprendidas por la ciudadanía para reponerse de la tragedia:


El auzolan en Tafalla nació de forma espontánea. Primero la gente se lanzó a echar una mano a sus amigos y a las personas que sabían que habían sufrido lo peor. Conforme fueron terminando, los cientos de voluntarios acuden a los llamamientos del Ayuntamiento dispuestos a echar una mano donde les digan. Van más rápidos que las máquinas.

Aritz Intxusta

«Necesito cinco fuertes para que vayan a la calle Makotxa número X. Una mujer viuda necesita que le echen una mano para sacar los muebles y que venga el perito», grita Xabi Alkuaz, concejal de Cultura de Tafalla delante de un corro con un centenar de hombres y mujeres, un tercio de ellos ya llenos de barro. Un grupo de jóvenes levanta la mano y salen para allá.

Otros 20 parten para los garajes de la calle Makirrian que se habían derribado y la mayoría, sale de nuevo para los invernaderos del vivero que está saliendo hacia Erriberri. Se juntan en torno a unas cien personas, probablemente más.

Tafalla está saliendo adelante en auzolan. Hubo un llamamiento oficial por parte del Ayuntamiento, pero en el Consistorio están seguros de que la gente hubiera salido igual. «La solidaridad del día 9 de julio se recordará», asegura el alcalde, Jesús Arrizubieta. Relata que mucha gente pidió día libre en el trabajo y lo dedicó a sacar barro. Algunas empresas no afectadas decidieron directamente no abrir y dijeron que el tajo estaba en el centro del pueblo. Todo el que pudo, echó una mano.

Ese día, cuando la ciudad amaneció tras la riada nocturna, fue el más caótico y –solo desde la perspectiva de la solidaridad– también el más bonito. La gente salió a ayudar según sus vínculos, al vecino, al amigo, a la familia... «Y cuando terminaban en un portal, pasaban al de al lado y ya está, de forma natural», comenta Alkuaz.

Conforme esta forma de trabajar terminó lo más urgente, los vecinos comenzaron a presentarse en la puerta del Ayuntamiento en respuesta a los llamamientos de las 9.00 y las 16.00 horas. Allí se distribuían guantes y material que ha ido cambiando con los días. Al principio, escobones, palas y demás herramienta para las calles y para quitar barro. El viernes, era todo un poco más fino: bolsas de basura más pequeñas, fregasuelos, bayetas... En un par de días, con el calor que siguió al diluvio, Tafalla pasó del barro a ser una ciudad de tierra y polvo.

Criterios para echar una mano

El Ayuntamiento reparte a los voluntarios en función de las llamadas de ayuda que recibe la Oficina de Atención. Lo que se hace es filtrar todas estas peticiones en función de unas prioridades que ayudaron a fijar los Bomberos y servicios de Emergencias del Gobierno de Nafarroa. Son lógicas y simples. Primero van las calles, los negocios y luego los lugares donde la gente realmente vive. «La idea es que se recupere la normalidad cuanto antes. Rehacer la vida es el criterio», explica Alkuaz.

La voluntad ciudadana ha ido más rápida que las máquinas. Este fin de semana, hay más necesidad de excavadoras que de personas. Sobre todo hace falta mover escombros y retirar materiales pesados y voluminosos. Las que funcionan, apenas dan a basto para llevarse los contendedores metálicos de las calles y los grandes montones de enseres que el río Zidakos ha convertido en basura.

«Aquí no hay colores políticos. Hay barro y escombro y lo que hace falta son brazos –afirma el alcalde–. Los que más son muy jóvenes. Eso de que los jóvenes no se implican es mentira. Se nos están presentando chavales de 12 años a ayudar».

El fin de semana ya están atacando las afueras de la ciudad, la zona de los huertos. Siempre siguiendo el criterio de «rehacer la vida». Así, primero entran todos a los huertos donde realmente vive gente y, después, a las fincas de recreo.






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