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sábado, 25 de mayo de 2019

Egaña | Reflexión en Tiempos de Transición

Y para ayudarnos a ordenar el rompecabezas de la situación actual acuden en nuestra ayuda Iñaki Egaña con este texto compartido en su perfil de Facebook:


Iñaki Egaña

Hoy es jornada de reflexión. Mañana las urnas dictarán sentencia sobre hegemonías electorales en ayuntamientos, diputaciones, parlamento navarro y europeo. Con el sistema hispano, la publicidad sobre las diferentes candidaturas está prohibida tanto en la víspera como en el día señalado. Sin embargo, los medios, tan enfocados en una determinada línea de intervención política, utilizarán todo tipo de subterfugios para deslizar su mensaje. Tienen, a golpe de talón, a los mejores manipuladores.

No es ese mi terreno. Por la circunstancia de que soy un ciudadano más de a pie, y por mi lejanía a los centros de marketing, voy a ceñirme al guion que me han preparado las leyes electorales para hoy. Es decir, voy a darle trabajo a mi lóbulo occipital, ese que está cerca de la nuca. Voy a reflexionar.

Y mi primera reflexión llega sobre los que nos tienen enredados en este sistema de reparto, en este neoliberalismo que acota a un tercio de nuestros hombres y mujeres, lanzándolos hacia la marginalidad más absoluta. Por mucho que intenten enseñarnos todos los días que los más vulnerables tienen la retaguardia cubierta, los de a pie sabemos que esa afirmación es una mentira supina. Los pobres son cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos.

Las asociaciones patronales, en contubernio con partidos lacayos, son los que marcan el ritmo de nuestro país. Agotadas las inversiones privadas, la mayoría se lanzan a las obras públicas, fuente de enriquecimiento precisamente para las elites privadas. Una condescendencia notoria entre delegados institucionales y empresarios sin escrúpulos. Las obras faraónicas de nuestro país, autopistas, incineradoras, elongaciones del topo... las pagamos de nuestro bolsillo para enriquecimiento de unos pocos. Luego llegará, también con cargo a nuestro bolsillo, esas celebraciones de angulas regadas con Moët Chandon. Son los mismos que nos dan lecciones de ética.

Esos mismos que han diseñado dos escenarios para nuestro pequeño país: uno el que se gestiona en los batzokis. Y otro en el resto. Este segundo al parecer no existe, “no hay vida afuera”, en el peor de los casos, o como nos han repetido hasta la saciedad, "hace frío ahí afuera", en el mejor. Como contaban aquellas referencias norteamericanas de los citados, "o estás conmigo o si no estás contra mí". No hay término medio. El país se construye, nos dicen, exclusivamente con sus mimbres y los del aliado madrileño.

Quienes peinamos canas y conservamos afortunadamente la memoria, sabemos también donde se encuentran las oficinas para pagar el que podríamos llamar "impuesto reaccionario". El pase foral para tener acceso a esa obra faraónica, para la gira cultural, para ser visible en la televisión pública, para aparecer en la fotografía de la existencia cotidiana. Como diría Hamlet: angulas o berzas, esa es la cuestión.

Y bien que eligieron las angulas. En especial en los momentos donde el cambio se percibía, por el empuje social, por la debilidad del estado, por el acoplamiento internacional. Como aquel lehendakari que se construyó una mansión de varias plantas, por sus huevos, en la reserva natural de Urdaibai. La cosa (nostra) es sentirse cómodo en la relación con el Estado. Apoyando uno de los presupuestos más reaccionarios del continente, alabando su policía de tentáculos franquistas, ahondando en una política penitenciaria vengativa y dolosa para presos, familias y entornos.

Un partido cuyos alcaldes tienen los sueldos más altos del Estado, que recibe el 25% de las donaciones opacas (presuntamente anónimas) de todas las que se entregan en el Estado. Alcaldes del mismo grupo, de Erandio, Alonsotegi, Bakio, Muskiz, Mallabia, Lemoa (gastó sólo en puros más de 6.000 euros del erario público), Zierbena, Errigoiti, Azkoitia, Balmaseda… imputados, condenados por malversación, corrupción.

Ahora nos anuncian una nueva modernidad, por eso de que quieren arrebatar votos de los caladeros de la derecha hispana, la de vender incluso esas “ventajas sociales” del que llaman “oasis vasco” (ja). Han comenzado por la venta a fondos buitre de los pisos de “protección oficial”, al estilo de la hoy denostada Esperanza Aguirre en la comunidad de Madrid. Lo que en un momento fue presentado como una iniciativa social, ahora se ha convertido en un negocio privado, cuyos dividendos serán repartidos en Londres, Madrid o Washington. El dinero no tiene color.

Y por eso precisamente esa tenacidad en buscar en los caladeros de la derecha española más rancia, en fragmentación familiar. El partido del fabulado oasis vasco quiere participar en el reparto en el que también compiten Vox y Ciudadanos. Porque tiene vasos comunicantes con sus competidores, evidentes en los Papeles de Panamá, en la lista Falciani, en la concesión de obras públicas, en el trapicheo de bufetes. La fraternidad de quienes comparten escenarios similares.

Hay un discurso hipócrita, repetido machaconamente sobre la responsabilidad histórica de unos y de otros. Y el partido centenario se arroga nuevamente la herencia de lo correcto, en ocasiones incluso hurtando e imputándose a su colección lo que no le corresponde. Esa historia es tan trasparente como la vida misma. Aquella democracia cristiana que ayudó a fundar y desarrollar (cuna de mafiosos confesos, de veleidades militares y estructuras bélicas paralelas), ha causado más sufrimiento y víctimas que cualquier grupo insurgente del Viejo Continente.

El atlantismo que defienden sus dirigentes en Europa, el golpismo que apoyan sus líderes en Latinoamérica, el seguidismo de las vías armamentísticas de sus correveidiles en las rutas marinas, las subvenciones que han concedido a empresas que se enriquecen con la guerra… le convierten en pieza de ese engranaje mundial que no apuesta precisamente por la paz. Y, sin embargo, hipócritas nuevamente, propagan una supuesta área de Paz y Convivencia. En fin, reflexiones para una etapa de transición.






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