Por medio de la página DesInformémonos traemos a ustedes este extraordinario reportaje acerca de una lacra que el pueblo palestino tiene que sufrir todos los días, la violencia impune de los invasores sionistas de origen europeo, llamados colonos por cierto, esos que tanto aman su banderas:
María LandiAunque se trata de un término controvertido por sus múltiples connotaciones políticas y su elevada carga emocional, y por tanto difícil de definir –y más aún de aplicar–, en general existe un consenso básico: se entiende por terrorismo los actos violentos, motivados políticamente, que son cometidos contra personas o grupos con el fin de sembrar terror en la población en general o en un determinado grupo social. Salvo cuando se trata de terrorismo de Estado, los actos terroristas son cometidos por personas o grupos no estatales −aunque pueden tener el respaldo de actores estatales, o actuar en connivencia con ellos−. Los grupos terroristas suelen profesar ideologías fanáticas y extremistas que promueven la aniquilación de quienes consideran sus enemigos.Esta definición se aplica perfectamente a los grupos de colonos judíos armados que constantemente cometen acciones violentas contra la población palestina en el territorio ocupado. Una de las primeras cosas que aprendemos quienes vamos como observadoras o acompañantes internacionales es a lidiar con la violencia de estos vecinos −indeseados pero inevitables− de todas las comunidades palestinas. Más de 600.000 colonos de origen judío viven diseminados por todo el diminuto territorio (400.000 en Cisjordania y 200.000 en Jerusalén Este), en medio de casi tres millones de palestinas/os.De hecho, una de las principales razones de ser de la presencia internacional en las comunidades palestinas es monitorear, documentar y (tratar vanamente de) reducir la violencia que ejercen tanto los colonos como el ejército y la policía militar israelíes sobre las comunidades palestinas. Una tarea rutinaria para algunos equipos internacionales en ciertos lugares (como las Colinas al Sur de Hebrón) es acompañar a niños y niñas a la escuela para evitar que sean atacados por los colonos, o detenidos arbitrariamente y amedrentados en los muchos puestos de control militar que deben atravesar cada día de camino hacia y desde los centros educativos (como en la misma ciudad de Hebrón). En esa ciudad es habitual que los colonos atropellen deliberadamente con sus coches a niños o niñas palestinas, en muchos casos con resultados graves.Y se da un fenómeno curioso: por un lado, es tan poco lo que se informa en los medios sobre estos terroristas, que antes de llegar cuesta imaginar la magnitud y frecuencia de su accionar. Y por otro, paradójicamente, al poco tiempo de estar en el terreno se vuelve una realidad casi cotidiana que termina normalizándose. Las familias y comunidades palestinas han desarrollado estrategias para lidiar con los colonos, especialmente en las regiones donde son más violentos: el distrito de Nablus y el de Hebrón. En esos lugares los equipos internacionales están siempre alertas para responder a los llamados de las aldeas donde ha ocurrido un incidente, una agresión física, la destrucción de una propiedad (cultivo, vivienda, vehículo).También vamos cuando activistas de esos lugares quieren realizar alguna actividad ‘de riesgo’, como puede ser una manifestación pacífica (todas están prohibidas y son reprimidas violentamente), o simplemente arar la tierra, plantar olivos, cosechar aceitunas, o rezar colectivamente en su propia tierra, si la misma está ubicada cerca de una colonia conocida por su violencia. Muchas veces en medio de alguna de esas actividades vimos venir descendiendo de las colinas a grupos de colonos enmascarados y armados con palos (o con ametralladoras) para provocar incidentes, amedrentar y amenazar. En esos casos suele hacerse presente el ejército israelí, que con frecuencia interviene solo para proteger a los agresores. De hecho esa es la razón de la presencia del ejército en el territorio ocupado: garantizar la seguridad de las colonias y neutralizar cualquier resistencia palestina a su constante expansión. Es bueno recordar que todas las colonias israelíes en el territorio ocupado de Cisjordania y Jerusalén Este (unas 250) están construidas sobre tierras confiscadas (robadas) a sus dueños palestinos, y todas son ilegales según el Derecho Internacional (principalmente el artículo 49 del IV Convenio de Ginebra); y reiteradas resoluciones de la ONU, asi como de la Corte Internacional de Justicia, han afirmado que son el principal obstáculo para alcanzar cualquier solución.Cada nueva colonia o expansión de las existentes acrecienta los males para la población palestina, no sólo por la presión creciente sobre la tierra y el agua que se roban, o por la violencia y vandalismo practicados por los colonos, sino también por las medidas de “seguridad” que el gobierno israelí implanta alrededor de las colonias: puestos de control militar (checkpoints), cierre de caminos, carreteras para uso exclusivo de los colonos, el Muro y otros tipos de barreras que impiden la libertad de movimiento de la población palestina.Quizás lo más impactante de esta realidad es la absoluta impunidad con que actúan los colonos en sus constantes agresiones a las comunidades palestinas. Ya sea una incursión para tirar piedras, romper vidrios, arrancar cultivos, incendiar campos o vehículos, golpear y herir a personas, o incluso quemar vivo a un adolescente o a una familia entera, la consecuencia es la misma: nunca hay castigo real para los victimarios; y con frecuencia las víctimas terminan cargando con la sanción judicial. Yesh Din, una organización de derechos humanos israelí que impulsa demandas judiciales por estos hechos, afirma que entre 2005 y 2017, solo el 3% de las investigaciones iniciadas por crímenes ideológicamente motivados contra la población palestina resultaron en algún procesamiento.Así como el régimen israelí utiliza la fuerza desproporcionada para imponer castigos colectivos a la población palestina (bombardeos o asesinatos masivos para reprimir cualquier forma de resistencia, toque de queda a una población entera para buscar a un sospechoso, armas sofisticadas contra niños que tiran piedras, destrucción de la vivienda de un atacante para dejar a toda su familia sin techo), los colonos ocupantes suelen responder con violencia extrema y extensa a cualquier agresión cometida por palestinos. Esas reacciones de venganza desproporcionada de los colonos tienen un nombre en inglés: price tag (etiqueta de precio). Cada vez que un colono resulta herido o muerto a manos palestinas en el territorio ocupado, se sabe que se va a desatar sobre la localidad o región donde ocurrió el incidente una ola de violencia indiscriminada y generalizada por parte de los colonos; y se sabe que cuentan con el respaldo del ejército de ocupación para llevar a cabo sus tropelías con tanta eficiencia como impunidad.Un informe reciente reveló que las agresiones y crímenes de odio por parte de colonos contra la población palestina se incrementaron un 60% en el último año: mientras en 2017 se documentaron 79 casos de agresión, en 2018 se registraron 127 casos; es decir, un promedio de uno cada tres días. Los ataques incluyeron vandalizar coches, arrancar árboles, pintar graffittis racistas en las paredes de viviendas, matar o robar animales y agredir a personas. Los mayores incidentes se registran en los distritos de Nablus, Ramala y Hebrón.Este final del año hemos asistido a un empuje de esta violencia colonialista. A principios de diciembre, después de dos agresiones palestinas en las colonias de Ofra y Givat Asaf, bandas de colonos emprendieron campañas de venganza. Los investigadores de Yesh Din recibieron informes y fotos de 25 ataques violentos en menos de 24 horas, en toda Cisjordania. Varios civiles palestinos resultaron heridos y hospitalizados; decenas de coches y casas fueron dañados por el lanzamiento masivo de piedras en mitad de la noche. Las familias palestinas se vieron obligadas a esconderse en sus hogares mientras las bandas judías disparaban armas, lanzaban piedras, rompían las ventanillas de los coches y pintaban textos de odio con aerosol en las paredes de las casas. Los pocos atacantes arrestados fueron liberados poco después[1].Michael Sfard (abogado y asesor legal de Yesh Din) afirma: «Tenemos que enfrentar la realidad. Estamos presenciando el florecimiento de un Ku Klux Klan judío. Al igual que su contraparte estadounidense, la versión judía también bebe de los manantiales contaminados del fanatismo religioso y el separatismo, reemplazando solo la iconografía cristiana con su equivalente judío[2]. Al igual que el modus operandi del racismo blanco, este racismo judío también se basa en el alarmismo y la violencia contra su equivalente de los negros: los palestinos. (…) Y al igual que el Klan estadounidense en su apogeo, el Klan judío también cuenta con la vista gorda de las autoridades».Y va más allá, haciendo responsable de este estado de cosas al propio Ministerio de Justicia de Israel, empezando por el Procurador General: «Ellos no iniciaron el fenómeno. Les gusta explicar que se oponen y al parecer realmente se sienten avergonzados por ello. Pero no han dejado de alimentarlo. No pretendían cultivar un Klan judío, pero desmalezan, riegan y fertilizan el jardín israelí del colonialismo en el que florece. Alimentan el ambiente de incumplimiento de la ley. Fertilizan la discriminación y legalizan el robo.»En efecto: como alentando y premiando esos ataques de los colonos a las comunidades palestinas, los gobernantes israelíes aplicaron su habitual forma de venganza: el día 27 anunciaron la construcción de 1.451 nuevas viviendas para israelíes en las colonias ilegales, así como los planes para construir 837 unidades adicionales. Y el día antes habían anunciado que construirán 2.500 nuevas viviendas en todo el territorio palestino de Cisjordania.El anuncio fue duramente condenado por la dirigente de la OLP Hannan Ashrawi, quien afirmó: «El anuncio de hoy demuestra una vez más que el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu y su coalición de derecha y racista están aplicando políticas sistemáticas de colonialismo, apartheid y limpieza étnica para apaciguar a los colonos violentos y extremistas y ganar votos en las próximas elecciones de abril. El silencio ensordecedor de la comunidad internacional y el apoyo inquebrantable de la actual administración estadounidense a la ocupación militar han permitido al gobierno israelí expandir su colonización ilegal, lo que constituye un crimen de guerra según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y una violación directa de los convenios internacionales, incluida la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas».Y concluyó que la gravedad de la situación debería llevar a los gobiernos de todo el mundo a adoptar de inmediato sanciones contra Israel. Pero como ningún gobierno probablemente impondrá sanción alguna, nos toca a las activistas y movimientos de solidaridad continuar desarrollando campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones, que han demostrado tener impacto real.Porque como ya hemos dicho, el movimiento BDS contra el apartheid israelí va más allá de los derechos palestinos: es parte inseparable de las luchas contra el colonialismo y para frenar el avance del racismo, el militarismo y el neofascismo en todo el mundo; también en nuestros territorios.[1] Estas acciones fueron acompañadas por violentas redadas e incursiones del ejército israelí en numerosas ciudades y pueblos de Cisjordania para buscar a los atacantes. La cacería incluyó arrestos masivos de jóvenes e incidentes violentos con heridos y muertos. Respecto a las víctimas mortales de las esporádicas agresiones palestinas, es interesante leer al periodista israelí Gideon Levy: “No siento compasión por los colonos”.[2] Como ‘firma’ de sus mensajes y acciones violentas, los colonos suelen pintar la estrella de David. Una de esas firmas ya emblemática está en una puerta de la Ciudad Vieja de Hebrón, junto al irónico texto: “Gasear a los árabes”.
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