Por medio de La Vanguardia llega a nosotros este interesante artículo científico que ahonda en un tema que ya hemos tratado con anterioridad en este blog dada la presencia de la huella antropológica neandertal en lo que hoy en día es territorio de Euskal Herria:
Fragmentos de genes de nuestros parientes evolutivos más cercanos en el genoma humano arrojan luz sobre la forma y evolución de nuestro cráneoCristina SáezComo ocurre con todas las especies animales, los humanos modernos tenemos una serie de rasgos únicos que nos caracterizan anatómicamente. Uno de ellos es que nuestro cráneo es bastante redondo o globular, en comparación con el resto de primates y también con el de nuestros antepasados, cuya cabeza es mucho más alargada.En el caso de los humanos no siempre fue así: el fósil del Homo sapiens más antiguo que se conoce, hallado en el yacimiento de Jebel Irhoud, en Marruecos, que data de hace unos 300.000 años, tiene un volumen craneal similar al nuestro pero un cráneo alargado, lo que implica que la forma globular del cráneo evolucionó de forma gradual en nuestro linaje, de forma independiente al volumen del cerebro.Pero, ¿por qué? ¿Qué propició es evolución? ¿Refleja ese cambio modificaciones evolutivas de las estructuras del cerebro humano o incluso de las conexiones entre las distintas áreas que pueda explicar alguna de nuestras capacidades cognitivas?Para arrojar luz sobre estas cuestiones que han intrigado a los paleoantropólogos desde hace décadas, un equipo internacional de científicos, liderados por investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (EVA) y de Psicolingüística (ambos en Alemania), han desarrollado una nueva estrategia que les ha permitido dar con dos genes implicados en este proceso. Para ello, han comparado a humanos actuales con nuestros parientes evolutivos más cercanos, los neandertales.Han usado tomografías computerizadas de fósiles de cráneos neandertales y de cráneos de humanos actuales para generar moldes virtuales del interior del cráneo tanto de humanos como de neandertales. Han realizado resonancias magnéticas de miles de individuos adultos para saber si hay grados en la redondez del cráneo; y, por último, han usado información procedente de la secuenciación de genomas antiguos de homínidos para identificar en una muestra de 4500 personas si eran portadoras de fragmentos neandertales y de cuáles en concreto. Finalmente, han estudiado si esos fragmentos de genes neandertales estaban relacionados con la forma del cráneo.Combinando toda la información obtenida, han hallado, como publican en Current Biology, que los humanos actuales que tienen en su genoma determinados fragmentos de ADN neandertal tienen cráneos ligeramente menos redondeados que otros humanos sin esos fragmentos.Se sabe que Homo sapiens y neandertales se cruzaron en repetidas ocasiones y como consecuencia, los humanos modernos no africanos llevan en su ADN entre un 1 y un 2% de genes neandertales. Distintas personas llevan fragmentos distintos, repartidos por distintos puntos de su genoma, por lo que se calcula que en toda la población humana no africana actual está representado hasta un 40% del genoma neandertal.“Hemos captado sutiles variaciones en la forma endocraneal que probablemente reflejan cambios en el volumen y la conectividad de ciertas áreas cerebrales”, afirma en un comunicado Philipp Gunz, paleoantropólogo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (EVA), ubicado en Leipzig (Alemania).Asimismo, los investigadores han podido identificar fragmentos de ADN neandertal en los cromosomas 1 y 18 de una muestra de individuos actuales y han visto que se correlacionan con una forma del cráneo menos redondeada. Y, por último, han visto que esos fragmentos de ADN neandertal estaban relacionados con la actividad alterada de dos genes, UBR4 y PHLPP1, en dos estructuras cerebrales, el putamen y el cerebelo, ambos implicados en el desarrollo del cerebro; el primero en la neurogénesis y el segundo en la mielinización de los axones, las conexiones entre células nerviosas.Se sabe que ambas regiones, tanto el putamen como el cerebelo, reciben información directa del córtex motor y están implicadas en la preparación, aprendizaje y coordinación sensoriomotora del movimiento. Además, el putamen contribuye a funciones cognitivas, a la memoria, la atención, la capacidad de planear y de aprendizaje, y potencialmente está implicado en la evolución del habla y del lenguaje.Ahora el siguiente paso, según han anunciado, será realizar un estudio genómico con una muestra mucho mayor con el objetivo de identificar más genes relacionados con la forma redonda del cráneo humano y averiguar de qué forma este rasgo único está relacionado con otros aspectos de la biología humana.“Desde un punto de vista paleoantropológico sabemos que el cerebro humano y la forma neurocraneal que viene determinada por la morfología del cerebro son únicos de nuestra especie”, explica a Big vang Marina Lozano, paleoantropóloga e investigadora del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES)“Este estudio se preguntan por el porqué de la forma tan característica del cráneo humano y para intentar resolver la pregunta utilizan información comparativa de humanos y neandertales; datos genéticos; análisis paleoantropológicos de las dimensiones y la morfología del cerebro neandertal y humano. Es un trabajo magnífico que integra distintas disciplinas, un ejemplo excelente de cuál tiene que ser el futuro de la investigación”, valora.
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