Otro efecto positivo del intercambio de misivas iniciada por la carta del Sup Marcos a El Ruso ha sido la oportunidad de leer a gente inteligente que en sus escritos a presentado una visión amplia de el conflicto vasco, sus características y los pasos necesarios hacia su resolución. Aquí tienen el más reciente de esos textos por conducto de La Jornada:
EZLN y la cuestión vasca
Gilberto López y Rivas
Mucha polémica ha desatado el contenido y la forma del mensaje en que el subcomandante Marcos rompió el silencio zapatista. Ciertamente, el problema vasco parecería alejado de las realidades indígenas y las referencias más que coloquiales de reyes, jefes de Estado y jueces han provocado regaños, llamadas de atención y uno que otro berrinche de los afectados con la irreverente prosa insurgente. Sin embargo, más allá de lo fenoménico y circunstancial parece que se aclaran asuntos de fondo: preocuparse de la cuestión vasca, del genocidio en Palestina, del inminente ataque militar a Irak, del golpe de Estado en curso o guerra civil en Venezuela con el apoyo obvio del gobierno de Estados Unidos, o de la injusta prisión de los cinco patriotas cubanos en este último país, forma parte de la agenda de cualquier organización de izquierda con principios y congruencia política.
¿Debe el EZLN renunciar al derecho de tomar posiciones políticas en el ámbito internacional cuando así convenga a su dirigencia? ¿Debe reducir su protagonismo -ganado a pulso- a espacios locales, regionales, si acaso nacionales, sin que tengan cabida sus opiniones, solidaridades y propuestas más allá de la cuestión étnica mexicana? ¿Qué partido de izquierda de nuestro país tiene el valor de exponer su perspectiva en puntos candentes y controvertidos como el que se comenta sin considerar cómo afectará su imagen pública o su desempeño en el próximo proceso electoral? ¿Hay alguno que real y orgánicamente se involucre en temas internacionales cuando se sufre de autismo político aun en lo referente a los problemas nacionales?
Es muy loable y generoso que sufriendo el cerco militar del Ejército Mexicano y siendo víctima de una implacable agresión paramilitar, el vocero del EZLN manifieste su interés por el problema de la paz en el País Vasco y se deslinde públicamente del terrorismo de ETA en momentos en que por tal atrevimiento es blanco de ataques y juicios sumarios. (Recuerdo que en estas mismas páginas escribí en dos ocasiones acerca del tema del derecho de autodeterminación del Pueblo Vasco y a pesar de que expresé enfáticamente mi repudio al terrorismo en general, particularmente al de ETA, Letras Libres me dedicó el epíteto de terrorista y me calificó de "partidario del tiro en la nuca".)
El problema vasco, llevado a su extremo de riesgo social por las medidas represivas del juez Garzón y la ilegalización de Batasuna, además de ser un barómetro de las libertades ciudadanas y de los peligros que acechan el ejercicio de derechos fundamentales en el Estado español, se relaciona estrechamente con la violación permanente del derecho de asilo en nuestro país en el momento en que el gobierno foxista, igual que su antecesor, se convirtió en ejecutor sumiso de deportaciones ilegales y violatorias de la Constitución. Muchos críticos de Marcos han permanecido en silencio mientras las entregas expeditas de ciudadanos vascos, legalmente radicados en México, se llevan a cabo en estos años o mientras se efectuaban los operativos de terrorismo de Estado de los GAL, tan condenables como los atentados de ETA.
La esencia de la cuestión vasca -derecho a la autodeterminación- es similar a la de los pueblos indios de México, a quienes se ha negado ese derecho con la contrarreforma que impuso el Estado, contraria a los acuerdos de San Andrés y a la aplicación práctica de las autonomías indígenas.
En el fondo también encontramos la alternativa de la paz en ambos países y los senderos del diálogo. Nadie puede ser acusado de injerencia por buscar que las armas cedan su lugar a la palabra, sea en el Estado español, Palestina, Chechenia o México, aunque las formas epistolares para lograrlo se den con el desenfado y el estilo directo, más que sarcástico de Marcos, o inspiradas por sus fijaciones caballerescas. Demandar una tregua a ETA en las condiciones que establece no es superficial ni intranscendente. La aceptación de Batasuna, así como de escritores de la talla de Saramago a participar en el diálogo propuesto por los zapatistas, deja constancia de la seriedad con que ha sido tomada la intervención de Marcos, que por cierto surge a partir de una intervención pública del propio juez Garzón.
Ojalá que la OEA o cualquier otra instancia internacional propongan en Venezuela una solución no violenta bajo la premisa de que el estado de derecho sea respetado por una oposición abiertamente violatoria de los tiempos y las formas que marca la Constitución vigente, como ha advertido el presidente Chávez. Recordemos que la declaración francomexicana abrió posibilidades reales de un proceso de paz en El Salvador y que no fue casual que culminara con la firma de los acuerdos de Chapultepec, en la ciudad de México. En aquellos años fue muy bien recibida esa iniciativa y nunca se consideró intervención en asuntos internos del país centroamericano.
Finalmente, reconozcamos la trascendencia que la propuesta de Marcos tiene para el propio proceso de paz en México; las lecciones que sería posible inferir de concretarse el diálogo en el Estado español entre las partes involucradas. De ser así, se constatarían los esfuerzos zapatistas, así como su vocación por la política y una salida pacífica al conflicto en Chiapas, y también, ¿por qué no?, en el País Vasco.
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