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martes, 31 de diciembre de 2002

Exilio Español Militante

Desde la sección El Correo Ilustrado de La Jornada traemos a ustedes esta misiva que pone en vergüenza a todos los pseudo intelectuales mexicanos y españoles que han criticado el tono de la carta que el Subcomandante Marcos, vocero del EZLN, enviase al rockero español El Ruso en relación a la celebración del Aguacalientes en Madrid.

Dichas reacciones pusilánimes cuando no mojigatas llevadas a cabo por personajes como Carlos Monsiváis o Guillermo Almeyra detonaron un intercambio epistolar que por el momento ha tenido como fruto directo el llamado a una mesa de diálogo que permita una salida pacífica al conflicto político que enfrenta al pueblo vasco con los estados español y francés, llamado que ya ha sido apoyado por académicos, activistas e intelectuales en ambas orillas del Atlántico.

A ellos, a los pusilánimes, a los mojigatos, a los persignados... les dedican estas letras, en las que por cierto, no se menciona, ni de pasada, a Euskal Herria.

Adelante con la lectura:


Sobre el comunicado del subcomandante Marcos

Tatiana Coll Lebedeff | Socióloga, profesora de la UPN y la UNAM

Querida Carmen: Ayer, último lunes de este 2002, cuando leí en La Jornada el comunicado del subcomandante se me vinieron encima más de 30 años con la figura de mi padre, refugiado español que murió con el puño cerrado sin haber renunciado a sus sueños y convicciones.

Hubiera sido para él un día muy significativo y feliz, por ello te pido cariñosamente que publiques estas líneas en El Correo Ilustrado, no por ilustradas, sino como un pequeño homenaje a tantos y tantos exiliados como mi padre. Por supuesto no hablo en nombre de todos, porque sabemos bien que desembarcaron con marcadas diferencias políticas, que fueron profundizándose en los hijos al grado de que hoy algunos se vanaglorian del pasado heroico de sus padres mientras, desde puestos gubernamentales, cercenan las luchas de estudiantes, campesinos y trabajadores; otros con los mismos recuerdos se amodorran en la cómoda neutralidad de la academia y de la vida, mientras que algunos más aprendimos que ser dignos significa comprometerse con el presente allí donde estuviéramos.

Como tantos otros, mi padre, Oscar Coll Alas, asturiano, capitán de un batallón de ingenieros, militante comunista que renunció al partido cuando se enteró del pacto Hitler-Stalin, llegó a México después de pasar por los campos de concentración en Francia y de sobrevivir como cargador en los muelles de Dominicana y Cuba. En México no hizo fortuna, trabajó como arquitecto haciendo casas con los paraboloides que inventó su compañero Félix Candela, vivimos en Cuernavaca, donde fue amigo de don Sergio Méndez Arceo e Iván Illich, de Erich Fromm y Arnaldo Orfila. Con pasión y a gritos debatía sobre política, sobre los errores durante la guerra. Nos narraba las batallas una tras otra, hasta el cruce del Ebro, a mi amigo Paco (que aún no era Taibo II) y a mí, que teníamos 15 años. En las noches se pegaba a la radio para oír la voz de Cuba, primer territorio libre de América. Fue un revolucionario que luchó como miles, no tanto por el poder sino por recuperar España para los españoles, liberándola de la santísima trinidad que la dominaba y la sigue dominando: la monarquía, la Iglesia y el ejército.

Por eso estoy absolutamente segura de que hoy mi padre, con toda su necia intransigencia y reciedumbre, gritaría no sólo "me cago en la monarquía", como dice el sub, sino que añadiría: ¡me cago en la repuñetera monarquía y en la hostia que la parió! Así era mi padre y así son muchos españoles. La monarquía sobrevivió gracias al Pacto de la Moncloa, que no fue más que un sucio rejuego para enterrar y olvidar a la República, a la guerra civil y a tantísimos muertos y exiliados. El pacto, por cierto, ejemplo predilecto del PRI-PRD-panista Muñoz Ledo, no fue ningún acto maravilloso del tránsito a la democracia, más bien fue la primera ley del olvido, el primer decreto de punto final que supieron copiar las decadentes dictaduras argentina, chilena y otras. Es inaudito que apenas este año, 27 después de la muerte de Franco, se establezca una comisión que hable de los 150 mil desaparecidos y los 500 mil exiliados.




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