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domingo, 1 de diciembre de 2002

Almeyra | Agenda para Durito

Guillermo Almeyra, como Carlos Monsiváis, está molesto con el Subcomandante Marcos por haberse tomado el atrevimiento de poner sobre la mesa el tema de las constantes violaciones a los derechos del pueblo vasco, violaciones que hoy por hoy toman lugar incluso en territorio mexicano -así como en Argentina y Uruguay, como hemos aprendido por el caso de Josu Lariz-.

Entonces, Almeyra el equidistante, se lanza a una larga diatriba de todo lo que él considera más importante que el tema de la autodeterminación del pueblo vasco, como si esos otros temas que mencionara no estuvieran ya en la agenda del EZLN y de los solidarios internacionalistas que acuden a las montañas de Chiapas a crear lazos de diálogo y de cooperación.

Peor aún, en su perorata, Almeyra nos está diciendo que los revolucionarios no podemos caminar y mascar chicle al insistir en que no podemos atender los otros temas si por siquiera un momento fijamos nuestra atención en la constante violación a los derechos humanos por parte del régimen borbónico franquista en contra de quienes habitan las naciones históricas hoy contenidas en el estado español. Porque a nadie engañó Almeyra al no mencionar el tema en lo absoluto siendo que el proverbial elefante tiene ya rato presente en la habitación.

Adelante con la lectura de su artículo de opinión publicado en La Jornada:


Agenda para Durito

Guillermo Almeyra

Durito, evidentemente, tiene tiempo para escribir pero, como buen escarabajo, se preocupa sobre todo por lo estercolero y, por lo visto, no ve algunos problemas claves que requerirían su atención. Por eso le sugiero algunos:

1. Definir qué pueden hacer los pueblos indígenas de México una vez aprobada la ley antindígena y rechazadas por la Suprema Corte las más que justas controversias constitucionales. Una nueva presión de masas para modificar las actitudes de las instituciones y hacer aprobar una nueva ley, basada en la de la Cocopa, requeriría una movilización muy superior a la lograda con la marcha zapatista, además de la unidad de los indígenas y de las organizaciones sociales detrás de ese objetivo, y exigiría también que el Congreso Nacional Indígena funcionase realmente con objetivos comunes y, sobre todo, tejer alianzas entre los indígenas y otras fuerzas nacionales detrás de algunos objetivos comunes movilizadores, como la defensa del campo ante el nuevo golpe que le dan el gobierno y el TLC, el rechazo al Plan Puebla-Panamá y al ALCA, un plan nacional de promoción de empleo y de sostén a los campesinos desastrados por los precios del maíz, del café, de las materias primas que producen y por las políticas gubernamentales. Eso es posible a condición de trabajar para ello y de hacer una política que sume, en vez de restar, y que diferencie entre la gente y sus direcciones transitorias, sin poner un signo de igual entre ambos, al estilo de "el PRI son 40 ladrones" (como si no tuviera importancia que millones voten aún por el PRI) o "el PRD no es la alternativa de nada" (como si los que votan por el PRD o lo apoyan fuesen iguales a los dirigentes corruptos y no hubiese nadie honesto en su dirección). O sea, mirar al país, no a su reflejo en el cielorraso de la política institucional, que justamente se repudia.

2. Estudiar los movimientos de masas que han obtenido triunfos, por electorales y limitados que sean, y ver la dialéctica movimiento-dirección en ellos (Brasil, Bolivia, Ecuador).

3. Caracterizar la actual fase por la que atraviesa la recesión mundial y la crisis del capitalismo (provocada por la resistencia internacional al capital financiero) así como la actual fase en la politización, la autorganización y la conciencia de los movimientos sociales, sobre todo latinoamericanos.

4. Ver qué pasa en el movimiento estudiantil, en el movimiento sindical, en el movimiento campesino en México para anudar alianzas por algunos puntos básicos y estimular uno, dos, miles de Atencos, o sea, la autodeterminación, la intervención que construye también un nuevo sujeto.

5. Debatir democráticamente con quien quiera hacerlo, sin exclusiones, un proyecto de país justo, independiente, para todos.

6. Discutir los niveles del contrapoder (municipios zapatistas, municipios libres, autorganización, etcétera) para socializar las experiencias y sacar conclusiones válidas para nuevas luchas. Al mismo tiempo, ver qué sucede con la aplicación de la autonomía y con los municipios libres, para evitar la creación de guetos étnicos y hacer de ellos, en cambio, palancas de la democratización general, extendiéndolos fuera de las regiones indígenas.

7. Analizar con todos, democráticamente, qué es la izquierda, o qué son las diversas izquierdas, para llegar a acuerdos parciales con algunas de ellas, sin perder la identidad ni la autonomía.

8. Dar voz a quienes no tienen tribuna y hacer visibles las direcciones indígenas y populares que se construyen y dirigen las luchas, sin monopolizar el micrófono o hablar en nombre de los representados (estén éstos o no de acuerdo con que alguien los represente).

9. Hacer un balance, serio e histórico, de por qué fracasaron anteriores experiencias revolucionarias internacionales, sin caer en la posición del escarabajo escaldado que huye del agua fría, o sea, en juicios sumarios y a priori, sin análisis que los sustenten.

10. Definirse sobre la ex URSS y los movimientos de liberación, a los cuales se les ha puesto, por un lado, en un campo anticapitalista, socialista y, por el otro, se critica sin profundidad su corrupción. O sea, definir qué es el socialismo, aunque no se lo adopte como perspectiva.

Como en el principio no está el grito sino la acción -es ésta la que dio origen a la palabra y, por consiguiente, a la necesidad y posibilidad del grito- no se puede discutir solamente, sino que hay que encuadrar estas discusiones en el marco de las orientaciones para la acción. La situación económica terrible, en Chiapas y en todas las zonas indígenas, se agravará y plantea tres opciones: 1) ceder, aplastarse, adecuarse en lo posible a las exigencias del capital, perdiendo identidad, dignidad, motivos de vida; 2) negociar con el gobierno lo negociable, al mismo tiempo que se trata de ampliar las bases para la autorganización, o 3) rechazar toda negociación y lanzarse a la lucha, cualesquiera sean los resultados. La primera es imposible y las otras dos son peligrosas. Pero cualquiera de ellas debe ser preparada, para reducir los daños y dejar abierta alguna perspectiva. O sea, es indispensable la política. Y ésta aborrece el vacío de ideas mal cubierto a veces por frivolidades. 



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