Josebe Egia nos proporciona un poco más de información acerca del estado de putrefacción moral y política del PP tomando como referencia el asunto del Prestige de lo cual Marcos Roitman ya nos había adelantado información.
Disfruten la lectura, la nota ha sido publicada en La Jornada:
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Josebe Egia | Columnista del diario vasco Gara
Desprestige
Desprestige. El juego de palabras es, quizá, demasiado fácil. Pero permítasenos hacerlo, ya que este prefijo des, que siempre niega a la palabra que antecede y que la vuelve del revés, está en esta ocasión lleno de mierda y de fuel, de despropósito y de desvergüenza. La crónica negra del Prestige desprestigiará a quienes ya estaban totalmente desprestigiados, encaramados en sus trajes ministeriales, en sus apresuradas chaquetas autonómicas, parapetados en la arrogancia de quien no palpa al pueblo sino a través de intermediarios; apoltronados, en fin, en sus despachos de gomina, lejos siempre de las verdades que respiran las historias de la gente, lejos ahora también del lodo negro que está vomitando la mar porque no es suyo.
Porque la única transparencia, la única verdad desvestida de esta historia negra ha sido y sigue siendo la respuesta al desastre de miles y miles de gallegas y gallegos. Y también la solidaridad de jóvenes llegados de todas partes: de Euskal Herria, de Catalunya, de Andalucía, de Madrid, del resto de Europa. Hasta diez mil personas han ido a las costas gallegas en los pasados días festivos. En el puente constitucional a muchos de las y los políticos profesionales adscritos a la palabrería se les ha llenado la boca con discursos contaminados de palabras, a las que por el mal uso pretenden desproveer de sentido: democracia, pueblo, ciudadanía. Y este mismo pueblo con sus manos achicando mierda de la mar ha demostrado que no hay mayor contaminación que la de la propaganda política desplegada por la clase dirigente. Las mujeres y los hombres gallegos se han puesto manos a la obra porque en esta crisis el Estado ha desaparecido; porque, como dice el nombre de una plataforma que ha surgido en Galicia a raíz del desastre, esto es una "burla negra" del Estado contra el pueblo. Y ante este estado de cosas no basta con pedir la dimisión de quienes están obligados a gestionar situaciones catastróficas como la del Prestige; hay que pedir la inhabilitación para cargo público de quienes han demostrado que no están capacitados para defender el territorio.
Nos comunicamos por correo electrónico con mujeres feministas gallegas y nos dicen que con esta nueva marea negra algo nuevo está pasando en Galicia, "que este pueblo acostumbrado a callar ha tomado las riendas y se ha organizado en redes de intendencia, de solidaridad y se atreve a enfrentarse al poder". Y nos cuentan que en la lonja de O Grove en Pontevedra las mujeres jubiladas, antiguas mariscadoras, están construyendo kilómetros y kilómetros de barreras artesanales contra el fuel, con almohadas metidas en sacos con un corcho blanco para que no se hundan. Mientras (el vicepresidente primero de Gobierno, Mariano) Rajoy se esconde en descripciones técnicas para no informar, las mujeres defienden su costa poniendo todo lo que saben. Termina el correo: "Sólo esperamos que en las próximas elecciones la gente se acuerde de todo lo que está pasando, que no cunda la desmemoria".
Y por estas chanzas del calendario, el protagonismo de la ciudadanía en la gestión de la crisis ha coincidido con la celebración, el 5 de diciembre, del Día Internacional de los Voluntarios para el Desarrollo Económico y Social. Y voluntarias habría que añadir. Las mujeres y hombres que demuestran con su voluntad en todas las partes del planeta que el compromiso y la entrega pueden hacer este mundo un poco más habitable, están haciéndonos ver en Galicia lo mejor que tenemos los seres humanos. Y muchos de ellos son hombres y mujeres jóvenes, a los que desde los discursos de la cultura oficial se les tacha y se les estigmatiza interesadamente como egoístas y consumistas, sin carácter ni ideología. Cuando en verdad representan una población explotada por el capital, maltratada con contratos basura. Y ahí están, como voluntarios y como cooperantes en el exterior, y también como constructores de nuestra propia sociedad. Todo lo contrario de esa clase dirigente vieja y caduca que no tiene nada que decir, como se ha visto en Galicia.
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