Estamos cerrando el 2002, año que está resultando muy particular para el devenir histórico del pueblo vasco pues mientras que el régimen borbónico franquista ha aprovechado el escenario liberticida creado por Washington para crear e implementar leyes draconianas diseñadas ex profeso en contra de los derechos civiles y políticos de Euskal Herria, durante los últimos dos meses se ha generado un intercambio epistolar que gracias al internet ha provocado que se involucren muchas personas en el llamado por parte del EZLN a un escenario de diálogo que facilite un proceso de paz que ponga fin a la expresión armada del conflicto.
En ese sentido, les compartimos este texto de agradecimiento sincero publicado en La Jornada:
Gracias, Marcos
José María Esparza Zabalegi | Editor de Gara
El zapatismo es la causa con más simpatías en el mundo, quizás por todo cuanto tiene en su favor: la feliz memoria de don Emiliano, la razón india y la poderosa figura del subcomandante, mixtura de epopeya, poesía y gestión política... Para ciertos intelectuales progres, tiene valores añadidos: es una pinche revolución, sin apenas tiros, en selvas lejanas, que nada compromete más allá de soltar un óbolo o comprar una camiseta solidaria. Además, colocar un afiche de Zapata o del sub en el despacho es la capucha ideal para los reaccionarios cotidianos, esos que discuten sobre Chiapas en el café mientras por la calle pasa una manifestación protestando por las torturas a su vecino. Por unas cosas u otras, el zapatismo sigue en alza.
Por el contrario, los indígenas vascos tienen casi todo en contra: les queda la memoria de Gernika y la razón histórica, pero eso de crear un conflicto en medio del capitalismo y cuestionar el mapa territorial, social y político de Europa no sólo amarga a la derecha, sino que incomoda a esa izquierda estabulada y fofa a la que sólo excitan las rebeliones ultramarinas.
Tras meses de silencio, la aparición de Marcos en una causa lejana, destrozando la imagen de Garzón, denunciando las torturas en el País Vasco y ofreciendo un espacio público de negociación, sólo puede entenderse desde la ternura solidaria. Un gesto de cariño internacionalista que, en el corto plazo, le costará al zapatismo problemas y controversias. Pero Marcos entiende más de principios que de trueques y ahí queda ese machetazo a la fanfarronería española que, recordemos, subyugó Chiapas antes que el PRI. Por lo pronto, la imagen de Garzón y sus amigos ya no será la misma desde que el subcomandante los señaló con su pipa justiciera. Medio mundo se ha enterado de que tras los vascos hay mucho más de lo que la prensa española difunde, cosa que apenas hemos logrado nosotros en años de esfuerzos diplomáticos. Desde Chiapas, por la alameda electrónica, nos han llegado las Brigadas Internacionales. Gracias, Marcos.
Y mientras, ¿qué dicen los vascos? Tranquilos, tozudos e introvertidos, como siempre. Las velocidades de Internet no parecen afectar a este pueblo, indígena al cabo, en el que costó siglos imponerse el cristianismo o la revolución burguesa. Empero, los trenes van pasando y no se puede estar siempre mirándolos como las vacas del prado, ni tampoco esperar a que pase un vagón a la medida exacta de nuestros traseros. Sabemos que la oferta de Marcos no es viable, porque ni al Estado ni a Garzón -tanto monta- les interesa aceptar un reto del que se saben perdedores, pero esto no debe impedir zambullirnos en la gran ola mediática que ha generado la polémica.
Sin quitarse la capucha, Marcos ha demostrado la importancia del arma de la comunicación y nos la ha prestado con un guiño amistoso. Tontos seríamos si no la aprovecháramos.
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