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miércoles, 27 de noviembre de 2002

Roitman | Durito y Pinochet

Roitman expone a Garzón en toda su mendacidad y vedettismo, y en el proceso también exhibe a Monsiváis.

Este escrito aparece en La Jornada:

Marcos Roitman Rosenmann
Antes que nada, y vaya de primeras, un saludo con el cariño hacia quienes desde lo más profundo de la selva Lacandona levantan la palabra y reclaman el silencio en nombre de la dignidad, la justicia, la democracia, la libertad y la igualdad. De segundas, el reconocimiento personal por no dejarse avasallar por un poder que mediante el lenguaje del dinero es capaz de comprar conciencias, revirtiendo para sí lo que es historia de los pueblos latinoamericanos.
Con orgullo debo señalar que desde hace algún tiempo la conciencia crítica latinoamericana y de los pueblos indígenas pasa por Chiapas, para ser más específico por el EZLN. No se trata de adular o engrandecer una lucha tan desigual en armamento convencional, pero nivelada cuando emerge la palabra diáfana con verdad en el rostro color de la tierra. Sólo así es posible entender la entrega que supone formar parte de un ejército regular de liberación insurgente en tiempos en los que acecha la cobardía.
Durante estos años de existencia pública del EZLN, su palabra, subcomandante, junto a la de quienes componen la comandancia revolucionaria, ha cambiado el mundo. La guerra por la palabra se está ganando. Éxito nada desdeñable, por lo que cualquier comunicado, carta o declaración cobra importancia enorme. Cada frase es analizada con microscopio, ya no con digamos con lupa, siendo diseccionada minuciosamente. Todo guarda un orden y tiene su significado. Leer entre líneas es un ejercicio obligatorio en alguno de sus escritos.
El domingo 24 de noviembre de 2002, en el Aguascalientes de Madrid, ya de salida, tras cuatro días de pensar que otro mundo es posible y buscarlo, al menos en el ánimo solidario de quienes participaban, asistimos a la escucha de la carta dirigida a Angel Lara, alias El Ruso. Hoy, con la calma que da la lectura y no la del oído amable que elimina los ruidos disonantes, me permito llamarle la atención sobre una afirmación que, pienso, no responde a la realidad de los hechos. Me refiero al siguiente párrafo:
"Sí, el clown Garzón ha declarado ilegal la lucha política del País Vasco. Después de hacer el ridículo con ese cuento engañabobos de agarrar a Pinochet (que lo único que hizo es darle vacaciones con los gastos pagados), demuestra su verdadera vocación fascista al negarle al pueblo vasco el derecho de luchar políticamente por una causa que es legítima".
En principio, permítame llamar en mi defensa a Durito para deshacer entuertos. Estoy seguro que compartirá mi alegato y con ello se pondrá rápidamente a comentarle al sup el desliz. Nada que objetar a la sórdida actuación del juez Garzón en el proceso de ilegalización de Batasuna y en llamar la atención acerca de su personalidad sumisa ante el poder político representado en el pacto de Estado antiterrorista. Pero, y aquí viene el reclamo, nada que ver con la detención de Pinochet en Londres. Tras de ella figuran las víctimas, todas con nombre y apellidos recogidos en el Informe Rettig.
Fue la brega diaria, iniciada el mismo 11 de septiembre de 1973 por los familiares de detenidos-desaparecidos, de presos, de torturados y de exiliados, artífices de la detención de Pinochet. La esperanza en liberar el Poder Judicial, maniatado por las fuerzas armadas, y el deseo de hacer justicia hablan de la nobleza y valentía de mujeres y hombres, madres, esposas e hijos, cuya perseverancia logró frutos. Sus casos, desestimados en los juzgados y desatendidos por un poder político cómplice de la dictadura y de sus crímenes, tuvo eco en otros lares. La sordera de jueces chilenos, unida a la cobardía política, determinó que en 1996 se emprendiera en España una acción judicial por crímenes de lesa humanidad, impulsada por la Unión Progresista de Fiscales, encabezada por su portavoz, Carlos Castresana, un hombre íntegro, y su presidente Mirabet, y fue desarrollada en la acusación particular por los abogados Joan Garcés y Manuel Murillo. La primera causa abierta es para juzgar la muerte de tres españoles: Carmelo Soria y los sacerdotes Llidó y Alsina.
Presentada la acción en Valencia en julio de 1996 es trasladada a la audiencia nacional de Madrid, siendo el juez instructor Manuel García Castellón. Punto de inicio del expediente, que lentamente se fue transformando hasta incluir el conjunto de víctimas de la dictadura. Garzón no participa de la causa instruida. Darle a Garzón el protagonismo es quitárselo a los verdaderos hacedores de la detención. Fue una acusación particular, no una acción pública de la justicia española. La detención se debe a la acción conjunta de los muchos ciudadanos anónimos que aportaron su testimonio a la justicia, primero en Madrid y posteriormente en Londres. Coordinados por los abogados Joan Garcés y Manuel Murillo, el caso sigue abierto en tanto hay otros imputados. La lista es larga, hay civiles y militares. Su labor en silencio debe ser reconocida. Londres no fueron unas vacaciones pagadas, fueron el principio de una recuperación de la memoria obstinada del pueblo chileno que no quiso olvidar. Una dignidad nunca perdida, siempre reivindicada. Garzón cumple con su deber cuando solicita la detención de un imputado por crímenes de lesa humanidad. Acusado de genocidio, torturas y terrorismo e implicado en la Operación Cóndor, es detenido en Londres para ser extraditado a Madrid. El resto es historia de una lucha desigual, como la que usted mantiene en México. Si no se pudo conseguir la extradición fue porque el poder político de tres Estados -España, Chile y Gran Bretaña- se opuso, consolidando la traición. Algo similar ocurre con el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígenas. Por ello pensé: Durito debe conocer los entresijos del caso Pinochet. No quiero alargar esta carta porque entiendo que los tiempos no están para desatender lo primordial. Aun así, no pude evitar distraer su atención por unos instantes para aclarar el entuerto.
Querido subcomandante, espero no considere mi carta un reproche. Tan sólo un sentimiento que encoge la alegría de una carta que sin algún desliz es un buen recordatorio de dónde está el corazón de Aguascalientes y la rebeldía.
Con el afecto y admiración de un chileno-español para el subcomandante Marcos.



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