Durante la Cumbre realizada en Madrid -el patio trasero de la OTAN- quedó más que clara la bravuconería y el victimismo que esta organización terrorista utiliza para lograr sus fines de un mundo unipolar a las órdenes de Washington.
Baste tener en mente la falta de respeto y de decoro por parte de los anfitriones al incluir entre las actividades de entretenimiento para las y los consortes de los mandatarios una foto frente al 'Guernica' de Picasso.
O sea, la OTAN ha considerado como mera utilería la obra de arte que es considerada como la quinta esencia del antimilitarismo y el clamor en contra de las guerras. Lo anterior se lo dedicamos en especial a quienes se rasgaron las vestiduras por la fotografía de Mick Jagger en semanas recientes. Sin olvidar claro está aquel bochornoso espectáculo protagonizado por Colin Powell quien mandó tapar la réplica en la ONU mientras él se encargaba de mentir abiertamente buscando el apoyo internacional para su segunda invasión a Irak.
Dicho lo anterior, les compartimos esta editorial de Naiz inspirada en esa cumbre y en encaje de Euskal Herria en un mundo que no necesita de la OTAN.
Lean por favor:
El Concepto Estratégico adoptado por la OTAN esta semana en Madrid favorece el militarismo, una escalada bélica y acrecenta un riesgo nuclear que amenaza a la civilización y al planeta. Ese pacto responde a los intereses de EEUU y de élites concretas. En ningún caso atiende a las prioridades de las sociedades del mundo, ni siquiera las de los países que conforman la Alianza Atlántica. Entre la pandemia, la guerra, la inflación y la emergencia climática, esas sociedades necesitan que se invierta en sanidad, educación y en la transición ecológica, no que se desvíen esos fondos a gastos militares. Invertir en guerra es una insensatez.
En este contexto, los intereses de las potencias están claros. Resumidamente, EEUU quiere marcar el terreno de cara a la confrontación con China por la hegemonía, para lo que la posición respecto a Rusia les resulta funcional a ambos, mientras que esta desea recuperar protagonismo internacional para defender mejor sus intereses. Todos ellos tapan miserias internas con la política exterior. La tendencia al autoritarismo y a la represión es una constante, si bien con diferentes rasgos e intensidades. No hay nostalgia que pueda ocultar esta realidad.
Más difícil de entender es la posición subalterna de la Unión Europea. Su tradición atlantista, sus objetivos socioeconómicos dentro del neoliberalismo y la disciplina de sus élites están claras. Sin embargo, renunciando a su soberanía y alineandose cerrilmente con EEUU, Europa renuncia a defender sus intereses y pierde poder, condenando a su ciudadanía a una subordinación que le pasará factura.
Sí, hay alternativas y son de izquierdas
Esta misma semana, en uno de los seminarios que la Izquierda Europea-The Left ha llevado a cabo en Iruñea, Marta Rosique, Gorka Elejabarrieta y Jeremy Corbyn explicaban que en relación a la guerra se pueden defender posturas firmes y complejas, que sean a la vez realistas y basadas en principios.
Desde esta perspectiva, la izquierda debe defender la soberanía de los pueblos y de Europa. Subrayaban el valor de la diplomacia, que puede reforzarse con frentes amplios contra la guerra y en favor de una paz con contenidos. Sin respeto entre naciones, sin desescalada y desmilitarización, sin una política de asilo justa y eficaz, y sin justicia social, las perspectivas de paz siempre serán frágiles. Por eso hay que invertir en ella. Empezando por defender una salida negociada, justa y estable a la guerra en Ucrania.
Pintar algo y elegir batallas
Un país como Euskal Herria, diminuto y fraccionado, rico pero con rasgos de decadencia, no gana absolutamente nada alineándose con ninguna de esas potencias ni invirtiendo sus limitados recursos en armamento y ejércitos. Por el contrario, la nación de Gernika y del “Guernica”, el pueblo de la insumisión y el antimilitarismo militante, el último país europeo donde se ha llevado a cabo un proceso de desarme a manos de la sociedad civil, puede posicionarse como una alternativa a la narrativa bélica.
No tiene por qué esperar para sumarse a los territorios e instituciones que se han implicado en las campañas contra la proliferación de armamento nuclear. Puede articular la solidaridad con saharauis, kurdos y ucranianos atendiendo a los derechos humanos y no a las agendas de cada bloque. Puede invertir en paz, que como se ha visto es invertir en sanidad y educación.
El antimperialismo de los países no alineados, por un lado, y la neutralidad irlandesa, por otro, conforman tradiciones en las que las familias políticas vascas pueden encontrar raíces sobre las que construir posturas coherentes y cooperativas. Por el contrario, en la nostalgia solo queda elegir el imperialismo que cada uno desea que le domine.
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