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domingo, 24 de julio de 2022

Egaña | Desde el País de las Berzas

Ha llegado el momento de que Iñaki Egaña meta su cuchara en la sopa del mercado internacional de energías... tan aderezada con especias rusas.

Lean ustedes:


Desde el País de las Berzas

Iñaki Egaña

No he terminado de comprender aquella frase que convertimos en mítica del desaparecido Xabier Arzallus, que llegó a compararnos con cavernícolas a quienes hicimos una apuesta por una Euskal Herria libre de centrales nucleares. Lo de “sin la central nuclear de Lemoiz comeremos berzas iluminados con velas”, no se cumplió. Y no la comprendo por eso de la mala fama de las berzas. Sustituidas por comida basura del otro extremo del mundo, seguimos en esa implacable carrera por poner en manos de las multinacionales nuestro tejido alimentario, energético, industrial e incluso territorial.

La incomprensión de las berzas es, evidentemente, una ironía. ¿Por qué lo que viene de fuera tiene que ser más atractivo que lo que llevamos plantando en casa durante siglos? Hay una tendencia generalizada a valorar lo foráneo como si ello le diera el label de calidad. En tiempos de Lemoiz era el reactor que provenía del otro lado del Atlántico. En las cercanías de Harrisburg, Pensilvania, el núcleo del reactor se fusionó parcialmente. La catástrofe se volvió a repetir en Chernóbil y en Fukushima, advirtiéndonos de las graves consecuencias que puede acarrear la fusión nuclear. Rusia, con su invasión de Ucrania, ya puso sobre la mesa la eventualidad de un holocausto nuclear.

Hoy, los riesgos de un desastre de magnitud desmesurada han aumentado con respecto a aquellos años del “No a la Costa Vasca nuclear”. No tanto por un acontecimiento puntual, que puede llegar en cualquier momento, sino por acumulación. El calentamiento global, que no sólo afecta a la subida de los océanos o los cánceres de piel, sino a todos los aspectos puntuales de la vida en nuestro planeta, necesita de una serie de medidas para paliar ese viaje hacia el precipicio. El decrecimiento en los combustibles fósiles como fuentes energéticas es probablemente la más urgente.

Sin embargo, los lobbies de la energía y una élite política que actúa por inercia en el mejor de los casos y siguiendo las directrices de las multinacionales en el peor, continúan ajenos a la ruina que se avecina. Esas elites cada vez se contraen más y asimismo obtienen mayores beneficios. Hasta la derrota final.

La historia se repite, la primera como tragedia, la segunda como farsa, según el filósofo alemán, y en esas andamos cuando nuevamente llegan los enroques sobre la energía. El primero, con relación a la conversión en “energía verde” a la nuclear y al gas. ¿Se puede ser más hipócrita? ¿O es que el concepto “verde” ha perdido todo su sentido original, aquel que llevó a la creación de partidos y movimientos de gran implosión social en el último tercio del siglo XX?

Como es sabido, la votación en el Parlamento europeo para considerar limpias de contaminación a la nuclear y al gas, contó con una mayoría relativa. Entre los partidarios, una buena parte de la derecha europea, la extrema derecha al unísono, y el PNV. ¿Pleonasmo? Lo cierto es que a pesar de la postura jeltzale con respecto a la central de Garoña y esa exposición del Museo de Bellas Artes de Bilbo con el mural “Lemoiz gelditu” que contó con la fotografía de cualificados militantes en la inauguración, como si ellos hubieran sido los protagonistas de la paralización, la apuesta contaminante del PNV ha sido permanente. Cuando no fachada. Como aquellas decenas de millones de euros públicos desviados al coche vasco “verde”, Hiriko y Epsilon.

Hay que traer al presente, asimismo, la constante incidencia en el gas. Sabin Etxea recogió el testigo del fraking de la mano de Patxi López. Y a pesar de la movilización popular y el rechazo a la extracción del gas de esquisto, la consejera Arantxa Tapia, y por extensión su partido, no ha arrojado la toalla. Una y otra vez acude a los medios para defender la fractura hidráulica, proponiendo esos mismos métodos que han llevado a la devastación de grandes terrenos en EEUU. Desde Bilbao, haciendo gestión en Araba para elites foráneas.

La llamada central térmica de ciclo combinado de Boroa, en Zornotza, trabaja con combustión de gas. No hay tanta basura para quemar, pero hay que mantener la central en movimiento para hacer frente a los contratos de compra del gas. Por cierto, la de Boroa en manos de una empresa norteamericana y un fondo de inversión suizo, con un contrato de suministro, desconozco si renovado, con Shell, de matriz inglesa.

Nos cuentan hace unos días que España ha comprado en junio más gas ruso que nunca. Que la causa está en un incendio de uno de los proveedores de Texas y en las malas relaciones con Argelia. Mientras, Iñigo Ansola, director del EVE (Ente Vasco de la Energía) afirma que la crisis energética nos va afectar exclusivamente en el aumento de precios. Que no habrá desabastecimiento. En cambio, El País del pasado domingo, abría portada con un titular apocalíptico: “Europa se prepara ante el abismo energético”. Y José Ignacio Hormaeche, director del Clúster Vasco de la Energía, pone la guinda: “Ha sido un error abandonar las posibilidades de obtener gas en el País Vasco”. En Vocento, por supuesto.

Nos encontramos nuevamente en una encrucijada. Las apuestas a medio y largo plazo por las que supuestamente pactaron instituciones locales y planetarias, se han esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Nos cuentan que las nucleares y el gas son verdes y de lo que hay que decrecer es del carbón. Esa es la directriz de Washington cuyo principal enemigo económico es China, mayor productor mundial de carbón. Nos dicen que los precios del gas se han disparado por la guerra en Ucrania. Pero antes del conflicto la especulación ya había elevado las cuentas. Son empresas privadas las que compran y venden el gas, no los gobiernos, al menos en el Estado español.

Y mientras el escenario se complica, vuelven los viejos y cansinos oráculos a repetirnos aquello de que la culpa es nuestra, que fue un “error abandonar el gas de esquisto” y que volveremos a comer berzas, a la sombra de las velas. Pues a ver si va a resultar que es la mejor opción.

Nota del Autor: Harrisburg, Chernobil y Fukusyma son de fisión nuclear, no fusión como he escrito.

 

 

 

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