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viernes, 21 de febrero de 2020

Egaña | Verter

Iñaki Egaña comparte en su perfil de Facebook un texto más dedicado a los temas pendientes que el derrumbe en el vertedero de Zaldibar ha venido a poner sobre la mesa.

Aquí lo tienen:

Verter

Iñaki Egaña

Cuando el 6 de febrero el Ejecutivo de Gasteiz recibió la noticia de que la autopista AP-8 se encontraba colapsada por el derribo de un “árbol de grandes dimensiones” desde el barrio de Eitzaga de Zaldibar, no le dio apenas importancia. La secretaría de Interior tenía experiencia suficiente para desviar el tráfico. Ni siquiera se avisó a los peajes para evitar que el atasco adquiriera proporciones descomunales.

Los rostros de los asesores de los altos cargos se torcieron, más tarde. El siguiente cable señalaba que el derrumbe se debía a un corrimiento del vertedero y que, bajo los escombros, se encontraban hasta siete obreros sepultados. A punto de cerrar la legislatura, la noticia no era halagüeña.

Sin embargo, poco después, los datos que llegaron a Lakua relajaron a los de alto rango. El desvío del tráfico estaba ya enderezado y los trabajadores sepultados eran dos. Un simple accidente laboral. La maquinaria informativa y administrativa para la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas seguía su curso. El equipo de la gestión, subcontratado por el PNV, ya había marcado las pautas para ese momento: echar la culpa de la filtración del día electoral, 5 de abril, a la oposición. Un fake new evidente, pero miente que algo queda.

Así que Iñigo Urkullu, despreció, por cuenta propia o por consejo de sus asesores, el acontecimiento, señalando que no tenía por costumbre visitar los lugares donde se habían producido accidentes laborales. Urkullu asistió al precepto dominical que le impone su religión mientras su portavoz Josu Erkoreka distribuía por las redes una fotografía de revista del corazón, mostrándose en la cima del Anboto con un modelo deportivo y una figura estilizada, a punto de cumplir los 60 años. 

La prioridad era la disolución del Parlamento de Gasteiz y el basurero de Zaldibar no pasaba de ser una eventualidad de bajo perfil. La maquinaria electoral prosiguió como estaba pautada con la previsión de Focus para la ETB, primera baza comunicativa del PNV.

Una vez completado el calendario pre-electoral, la elite jeltzale, nuevamente aconsejada por su grupo de comunicación, reubicó su discurso con respecto al derrumbe del vertedero. Al contrario que en otras ocasiones, las familias de los desaparecidos adquirieron visibilidad, mientras que un incendio en los escombros y la filtración de que se descargaba amianto, entre otras sustancias tóxicas y cancerígenas, enervó a la opinión pública. Había que hincarle el diente.

Lakua recibió los primeros informes confidenciales sobre las consecuencias del desastre. Su primera opción fue seguir con el estilo que impuso José Antonio Ardanza cuando la crisis generada por la explosión de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania, 1986). Silencio, a la espera de que pasara el temporal. Entonces, el Gobierno vasco ocultó el informe de los expertos europeos en el que señalaban que los estertores de la nube radiactiva habían llegado hasta Euskal Herria. ¿Por qué la ocultación? Porque el PNV había sido un agente pronuclear muy activo. Como en el caso del vertedero. El PNV es un activo defensor de una forma extrema de gestión de los residuos industriales y urbanos. La menos medio-ambiental.

A unas semanas de las elecciones autonómicas, el equipo Urkullu varió lo que hubiera sido su estrategia natural, dejar correr el tiempo. Y desvió la atención hacia tres destinos. ETA desaparecida, el origen de la crítica a la gestión se trasladaba a uno de sus “dirigentes”. Un clásico de la Guardia Civil y del CNI que ahora recuperaba Lakua, con todos sus adictos. Ya lo hizo hace unos años Rafael Bengoa, con la denuncia de los bebés robados durante la dictadura. El entonces consejero de Salud, echó la culpa a ETA que había puesto una bomba en una oficina donde, casualidad, se guardaban todos los expedientes de los bebés robados. Una trola mayúscula.

La segunda cuestión fue abandonar la idea del accidente laboral para convertir el drama en catástrofe natural. El planeta está muy revuelto y no iba a ser de menos. Evitando todo debate sobre los residuos, en vísperas de la puesta en marcha de la incineradora de Zubieta. Y sobre todo, no entrar en las comparaciones. De hecho, su gestión, salvando las distancias que las hay y muchas, ya había sido comparada con la de las autoridades soviéticas en la crisis de Chernóbil. La serie de HBO y Sky estaba muy fresca en los espectadores más jóvenes.

Tampoco había que hacer mención a otros vertederos más mediáticos, por si las moscas. Porque resulta que La Chureca, el basurero de Managua más televisivo, recibe menos toneladas de residuos diarios que las que absorbía el de Zaldibar. Que el de Ghazipur en Delhi, que hemos visto por su altura en decenas de reportajes, acoge cotidianamente lo mismo que el de Zaldibar. Que los accidentes mortales en los vertederos de Cotonú (Benin) o Aberfan (Gales) no pueden salir jamás en los informativos de la televisión pública vasca.

La tercera pata del quiebro estratégico para abordar la crisis ha sido también de manual. Lo subsidiario pertenece a otro estadio. Verter Recycling, vaya nombre trampa para una empresa que precisamente no recicla, es la única responsable del desastre. Como siempre, poner unos cortafuegos para que la responsabilidad no suba peldaño.

Luego marear la perdiz. Una ofensiva de los aliados naturales de este gobierno autonómico, por cierto en funciones, entre los que se encuentra sobre todo, Confebask. Y estómagos agradecidos, como el alcalde de Garai que continúa con el comodín de ETA o el gestor de twiter del ayuntamiento de Ermua, que se dedica a bloquear a diestro y siniestro.

Y, finalmente, la manipulación. Hacer lo contrario de lo que se dice. La omertá (ley del silencio), como denunció ELA. La aplicación de una supuesta e inexistente Ley de Secretos Oficiales, que el PNV exige derogar pero que, en su casa, ejerce exhaustivamente. Tal y como la Ley Mordaza que en Madrid rechazó y en la CAV su Ertzaintza ha aplicado en más de 17.000 ocasiones.






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