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sábado, 22 de febrero de 2020

Vertedero de Vertederos

Sí, el derrumbe en el vertedero del barrio de Eitzaga -con su trágico saldo de dos trabajadores desaparecidos- ha terminado por destapar la corrupción que corroe a la clase política vascongada, parapetada tanto en el PNV como en el PSOE. Así se explica el pacto antinatura signado por Iñigo Urkullu y Francisco López, quien se hizo de la poltrona de Lakua tras haberse cercado facciosamente a la izquierda abertzale impidiéndole participar en la vida política de los habitantes de la CAV.

Pues bien, hoy se cosecha lo que se sembró y el fruto no es nada agradable.

Aquí lo que nos llega desde Berria por conducto de Público:


En enero del año pasado dejó de descargar camiones en Zaldibar. Durante ocho años se ha desplazado a diario allí. Este camionero ha explicado al diario 'Berria' cómo funcionaba el vertedero. Allí ha visto de todo: "Amianto, materiales corrosivos, inflamables...". Todo apilado junto y tirado sin ningún proceso ni control de separación.

Jokin Zelaia (el nombre es figurado) trabajó para una empresa guipuzcoana. Se ve que tiene ganas de hablar. El desprendimiento del vertedero de Verter Recycling 2002 SL lo ha afectado profundamente. Conocía a los dos trabajadores que han desaparecido enterrados entre los escombros: Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán. "Creo que al día siguiente de aquello, seis u ocho personas deberían estar en la cárcel, pero nadie va a decir nada. En torno a las basuras hay una gran mafia, y los dos trabajadores que se han quedado ahí debajo no le importan a nadie. Lo único que les preocupa es a dónde van a llevar todas esas basuras a partir de ahora".

La empresa en la que trabajaba Zelaia compraba basura de otras empresas y particulares, y la llevaba al vertedero. Su jefe cobraba una cantidad de dinero por cada tonelada trasladada al vertedero. El propio vertedero también cobraba, por recogerlo. Zelaia trabajaba, básicamente, llevando residuos de todo tipo al vertedero de Verter Recycling 2002 SL, el mismo que se desmoronó ladera abajo el 6 de febrero. "Llenábamos el camión de carga y llevábamos allí la basura sin realizar ningún proceso de reciclaje. Allí he visto de todo: bidones de materiales corrosivos, inflamables, amianto... ".

Una característica del vertedero era, según él, la falta de control. "Nosotros íbamos a la báscula. Un empleado nos daba los papeles para firmar. Y, en el papel, se explicaba claramente el sello del Gobierno Vasco. Allí apuntaba las horas de entrada y salida y el peso recibido ". En ese papel aparecía todo como si la materia fuera inerte. Pero Zelaia asegura que ahí el material inerte era sólo una parte. En realidad, los restos de obra no eran más que una pequeña parte de las basuras que entraban en Verter, según él: "Sería más o menos un 20%. También he visto allí camiones cargados de materias peligrosas, con la placa distintiva ADR pegada. Vaciaban la carga, quitaban la placa y se largaban de allí ".

Verter Recycling 2002 no estaba autorizado a recibir ese tipo de material, al tratarse de un vertedero de sustancias no peligrosas. Para la recepción de amianto sí disponía de una autorización especial del Gobierno Vasco, pero siempre condicionada a su separación y gestión independiente de otros residuos. Nunca cumplían ese procedimiento. "Nosotros hemos estado pasando por encima del amianto con el camión. Algunas veces, notaba cómo se rompía". No han utilizado ni ropa ni material adecuado para esos trabajos. "Yo he estado bajando amianto de una vivienda de Hernani, nunca he llevado ni traje ni mascarilla". Una vez le pidió al jefe de la empresa que le comprara una prenda especial de protección, a lo que este respondió que él no valía tanto como aquella prenda.

No era sólo el amianto. Más de una vez le ha pasado, llevar el camión hasta el lugar de vaciar la basura, bajar de él y quedarse sin poder respirar. El olor a amoniaco era tan grande que cogía la camiseta, cubría la nariz, abría las puertas, lo más rápido que se puede vaciar, y se marchaba como un rayo. "Eso me ha pasado a mí, no una, ni dos, ni tres veces, sino más".

Recuerda que una vez le ordenaron ir al puerto de Hondarribia en busca de los restos de un barco. "Les pregunté: ¿está vacío el barco, está retirado el gasóleo? Me dijeron que sí, pero fui allí, metí la pinza, y empezó a echar gasoil... Tomé aquello de alguna manera, la metí en el camión y la llevé al vertedero ". Lo recibían "todo" en Verter, "todo mezclado": "Aceites usados, pinturas, aerosoles, plásticos, cartones, restos de obras...".

En Zaldibar había menos controles que en otros vertederos similares; lo ha explicado claramente. "El día 24 de diciembre fui a vaciar el camión a Bete Arte de Mallabia (Bizkaia), donde el controlador me dijo que me iban a revisar la carga. Vacié un contenedor y vino a decirme que no podía seguir, que a mi jefe le habían dicho muchas veces que no podía traer estos materiales. Me largué, y me fui a Verter, porque allí no te miraban nada: empujar con la máquina, y ya está. A Verter iban los residuos que nadie quería ".

También ha llevado amianto al vertedero de Mutiloa (Gipuzkoa), pero allí había procesos de control. "Aquello se ponía en paquetes, bien forrados y con una cinta pegando el distintivo: ¡Cuidado, amianto!. Cuando lo llevaba a Mutiloa, allí tenían un agujero preparado para el amianto, y allí lo vaciaba. En Mutiloa, en cambio, sabían que ibas a traer la carga y en la empresa te daban un papel con el permiso correspondiente. Y si no aparecía en el vertedero el camión que ellos tenían registrado, con su matrícula, no entraba ". En Verter, en cambio, nunca ha visto un procedimiento de control semejante.

En las tres inspecciones realizadas por el Gobierno Vasco (2015, 2017 y 2019) nunca se ha mencionado que el amianto estaba mezclado con otros residuos. Es más, en las inspecciones de 2015 y 2017 el gobierno no detectó irregularidades y declaró que el grado de cumplimiento de las condiciones de la autorización ambiental integrada era "elevado". El año pasado algo cambió: el informe recogía irregularidades.

Esquivando a la Ertzaintza

Zelaia ha explicado que también han traído basura de Francia e Iparralde en numerosas ocasiones. "Se ponía el distintivo de material reciclable y así pasaba la muga, pero luego se llevaba a Verter y se tiraba todo al agujero".

Zelaia ha realizado muchas veces entre dos y tres desplazamientos diarios al vertedero de Zaldibar. Con una carga media de 50 toneladas por camión. "He llevado hasta 60 toneladas en un viaje, aunque el límite era de 40 toneladas. Para evitar los controles de peso de la Ertzaintza (como el del peaje de la autopista A-8 de Zarautz), nos obligaban a aprovechar los horarios que utilizaban los agentes para el cambio de turno".

En Verter, en los últimos dos años, acumularon 500.000 toneladas de residuos cada año. Para dimensionar lo que supone esa cantidad, en Gipuzkoa en el año 2018 se generaron 325.000 toneladas de residuos urbanos, de las cuales 141.000 toneladas fueron a vertederos o a Zabalgarbi. Para hacer frente a ese volumen se ha trabajado a destajo en Zaldibar. Al día entraban unos 230 camiones. Muchos de ellos —unos 40 camiones al día— entraban con lodos de las fábricas de papel. "Los lodos no compactan en absoluto el suelo. Metías el camión encima y se hundía. Muchas veces tenías que empujarlo con la máquina para poder salir. De semana a semana, Verter crecía unos tres metros".

Otra condición que el vertedero tenía que cumplir obligatoriamente era que la zona utilizada no podía ser superior a una hectárea. Zelaia nunca vio nada de eso en Zaldibar. "Cuando se llenaba, quitaban otro trozo de la montaña para expandir el lugar lo más posible. A las pendientes fronterizas les ponían una tela. Pero en otros vertederos se comportaban de forma diferente: utilizaban una parte, la cubrían, empezaban a utilizar otra parte y, cuando se llenaba, también la cubrían y volvían a la anterior, por tramos. En Verter no, allí se usaba todo a la vez. Yo les pregunté: ¿Hasta dónde pensáis subir?. Hasta allí, respondían. Y yo: ¿No es demasiado?".

Un accidente en el vertedero

De hecho, en el vertedero de Zaldibar también se ha producido un incidente que podría ser considerado como un aviso del 6 de febrero. Hace no mucho —año y medio mas o menos, según testigos presenciales—, un trozo del monte se derrumbó cuando estaban horadando la pendiente para ampliar el vertedero. Zelaia no fue testigo de aquello, pero sabe bien lo que pasó, contado por un compañero. "Me dijeron que era el hijo de Joaquín [Beltrán], un chico de unos 20 años. En aquella época llovió mucho. Estaban ensanchando la zona y echando hormigón. Comían y comían la pendiente del terreno que había sobre el caserío, y allí se produjo un desprendimiento. Atrapó la máquina, la cubrió y la volcó. Lograron sacarlo con vida. Pero la pasaron en silencio. Que yo sepa, ni siquiera llamaron a urgencias ".

Zelaia siempre tuvo una buena relación con los trabajadores de Verter. Ha alabado especialmente a uno de los desaparecidos, Alberto Sololuze. Recuerda también a tres trabajadores senegaleses que estaban allí y cuántas quejas tenían por sus "malas" condiciones laborales. Está ante lo sucedido con preocupación y pena, y no tiene muchas esperanzas de que sean capaces de rescatar los cadáveres.

Ha destacado que bajo la red que hay detrás de los residuos se mueve "mucho dinero e intereses". "Yo he visto cómo una empresa sobornaba económicamente al vertedero, para no dejar entrar basura a otra empresa de la competencia". Zelaia asegura que con todo este material que han recogido en Verter algunos se han enriquecido: los responsables del vertedero sí, pero también muchas empresas que se han dedicado a llevar allí la basura. "Y el Gobierno Vasco sabe lo que ha pasado ahí". Tiene un rayo de esperanza: que el ambiente de enfado que se ha creado empiece a mover algo.

*Este artículo fue publicado originalmente en el diario Berria.






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