Lo dicho, el capitalismo tiene la capacidad de arruinarlo absolutamente todo, hasta la oportunidad que tiene un niño de tomarse de la mano de uno de sus héroes deportivos.
Miren lo que nos reporta El País:
Varios diputados británicos se quejan por el precio que algunos clubes de la Premier cobran a los chicos por acompañar sobre el césped a los futbolistasPatricia TubellaLa imagen entrañable de esos niños que acompañan a sus ídolos futbolísticos desde el túnel de los vestuarios hasta el terreno de juego cotiza muy alto en la Premier League. Hasta el punto de que algunos clubes pueden llegar a cobrar a los padres hasta 700 libras (829 euros) para que sus retoños aparezcan en el paseíllo, según una investigación del Daily Telegraph que ha arrastrado hacia el escándalo a la liga más rica del mundo. Esa práctica, muy extendida entre los equipos, aunque no unánime, habría supuesto un ingreso total para los implicados de alrededor de medio millón de libras en la última temporada.Aparecer en el campo con los jugadores “se ha convertido en un privilegio de los adinerados y radicalmente contrario a las raíces de clase trabajadora del juego”, ha criticado el nuevo presidente del comité parlamentario sobre el Deporte, Julian Knight, en su presión a los clubes para que rebajen el precio a las familias más modestas. La denuncia de este y otros diputados británicos se suma a la que desde hace meses, pero sin apenas eco ni consecuencias, viene emitiéndose desde la asociación de seguidores Football Supporters Association (FSA).El escrutinio del Telegraph apunta a 13 clubes de la Premier que ofertan en sus páginas web unos “paquetes” que incluyen, además del acceso del pequeño de la mano de un futbolista, una equipación completa y otras atenciones para su familia. A razón de 500 libras (592 euros) en los casos del Norwich City y el Aston Villa, o de 650 libras (770 euros), IVA aparte, en el del Nottingham Forest por un pase platino en los partidos más destacados de la temporada. El programa más caro es el del West Ham, que llega a pedir 700 libras en los encuentros etiquetados como de categoría A.Más ambiguo es el territorio por el que transitan clubes como el Tottenham que, sin hacer ascos a los réditos crematísticos de los niños-escolta, también rifan algunas plazas gratuitas entre sus seguidores más jóvenes. En contraste, los principales equipos que lideran la liga —y algunos más, hasta sumar siete— no se han apuntado a esa práctica que convierte el fenómeno de los niños-escolta en una mera transacción comercial. En su caso, los pequeños que anhelen desembarcar en el campo solo podrán ver cumplido su sueño si resultan afortunados en los sorteos que Arsenal, Chelsea, Liverpool, Manchester United, Manchester City, Newcastle y Southampton organizan entre sus socios.Las modestas hechuras del último club citado —en comparación con potentados como el Chelsea— sirven en bandeja la cuestión que plantea Knight a los clubes que están haciendo su agosto: “Si el Southampton puede hacerlo gratis, no entiendo por qué otros no pueden hacerlo también”. Tampoco le vale a la FSA el argumento de que lo recaudado por los equipos que facturan por las mascotas suele destinarse a ONG vinculadas. “Resulta irónico que mientras ese dinero se dona a obra social en las comunidades más desfavorecidas, las principales víctimas del negocio [de los niños que acompañan] son precisamente las familias de esos barrios”, ha subrayado el presidente de la federación, Malcom Clarke.La respuesta del West Ham, principal foco de la denuncia del Telegraph por sus lucrativos ingresos a cuenta de estos niños, es que a partir de la próxima temporada reservará tres plazas gratuitas por partido en esa modalidad. Una reacción considerada muy pobre por la vicepresidenta del grupo de seguidores júnior, Amilah Dobson, quien lleva todo un año insistiendo a la presidencia del club sobre la necesidad de rebajar esos precios que considera abusivos y que, en muchos casos, superan al de las entradas más caras para ver un partido. Con esa práctica, el West Ham “está dañando a la marca”, es su sentencia entre los oídos sordos de quienes siguen haciendo caja.
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