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viernes, 29 de septiembre de 2017

Ca-ching Ca-ching Bling Bling

Dicen los más avezados españolistas que la irredenta y soberanista Catalunya - y para ese caso Euskal Herria, Galiza, Andalucía y Las Canarias - no es colonia de Madrí y que por lo tanto no aplican los beneficios del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Pues bien, primero veamos la definición que Wikipedia nos da del término colonialismo:

El colonialismo es el sistema político y económico por el cual un estado extranjero domina y explota una colonia. Por lo general se utiliza la fuerza militar ante la que el país invadido no puede oponerse y el colonizador, invasor o conquistador impone el control militar, político, económico y social, normalmente mediante la designación de personas originarias del país conquistador. La colonización supone la usurpación y apropiación de la tierra, y con ella, de su riqueza y recursos; el sometimiento de la población, que puede considerarse esclava o sin los derechos de la metrópolí, la imposición de los intereses de la metrópolis sobre los del país colonizado en estrategia militar, estrategia económica, derechos civiles, políticos o sociales.

El colonialismo también es la doctrina que legitima la dominación política y económica de un territorio o de una nación por el gobierno de un estado extranjero.

Vaya vaya, "población... sin los derechos de la metrópoli", hmmm, algo así como no poder votar al 1° de octubre "por que la Sacrosanta Constitución del 78 no lo contempla. Urnas y papeletas incautadas, servidores públicos secuestrados, Piolines desaparecidos, criminalización del derecho de una sociedad a decidir sobre lo que le interese decidir. 

Podríamos continuar, pero en lo que respecta al artículo publicado en El Economista con respecto a la desconexión catalana, nos quedamos con este fragmento: "usurpación y apropiación de la tierra, y con ella, de su riqueza y recursos..."

Ahí el meollo del asunto, con la independencia de Catalunya la economía del estado español colapsaría, simple y llanamente. Por eso el terror, por eso los desplantes gorilescos, por eso la huída hacia adelante.

Lean ustedes:


Borja Ventura

Mucho se ha hablado de cómo sería una Cataluña sin España: que si sería una isla fuera de Europa, que si habría huída de capitales e inversión, que si su economía se hundiría por los gastos que debería afrontar para dotarse de estructuras nacionales, que si habría hiperinflación por tener que crear una moneda propia... Sin embargo, no se ha tratado demasiado cómo sería una España sin Cataluña.

A grandes rasgos, perdería 7,5 millones de habitantes (y contribuyentes) y unos 212.000 millones de euros de PIB, por no hablar de las importaciones, de la conexión mediterránea con Francia o de los recursos naturales e hídricos que desaparecerían -desde la desembocadura del Ebro hasta buena parte del Pirineo-.

De hecho, la mitad de la frontera con Francia desaparecería. Sin La Jonquera, la mejor conexión terrestre con el resto de Europa pasaría a ser el de Hendaya, por Irún, ya que el resto de trazados del son carreteras secundarias o, directamente, vías de montaña. Andorra dejaría de ser accesible directamente desde España.

Y claro, también se irían centenares de kilómetros de costa con su enorme potencial turístico, todo el patrimonio cultural -desde la Sagrada Familia hasta Dalí- y hasta infraestructuras estratégicas.

Entre ellas destacan quizá tres. La primera, el aeropuerto de El Prat, el segundo del país casi empatado con el de Barajas: el pasado mes de agosto 4,9 millones de pasajeros pasaron por sus pistas en casi 31.500 operaciones. Es, además, el tercero en transporte de mercancías, con un 40% del volumen del de Barajas y algo por detrás del de Zaragoza.

Junto al del Prat desaparecerían del control patrio los aeropuertos de Girona (16º en pasajeros, 19º en operaciones y 26º en mercancías), el de Reus (18º en pasajeros, 21º en operaciones, 45º en mercancías) o el de Sabadell (44º en pasajeros, 17º en operaciones, 44º en mercancías)

La segunda gran infraestructura que desaparecería sería la portuaria. El puerto de Barcelona es el segundo puerto en tráfico, con 5,9 millones de toneladas en julio, y también en pasajeros, con más de medio millón. También es importante el de Tarragona, sexto en tráfico, aunque apenas relevante en pasajeros.

Importantes zonas industriales dejarían de ser españolas, como la factoría de Seat en Martorell o la de Nissan en la Zona Franca. Junto a ambas factorías, parte del tejido industrial catalán tiene que ver con los componentes, también del sector automóvil.

Quizá uno de los impactos más significativos, sin embargo, sería el de la pérdida de centrales nucleares. Desaparecerían dos -una de ellas con dos reactores, y otra con uno activo y uno inactivo-, las de Ascó y las de Vandellós, todas ellas en Tarragona.

La potencia eléctrica acumulada que generan asciende a la potencia sumada es de 3146,85 megavatios. Supone casi un 40% del total de las centrales nucleares españolas.

Muchas otras infraestructuras pasarían a dejar de estar bajo control del Gobierno, desde los centenares de kilómetros de autopista y autovía hasta las carísimas conexiones de Alta Velocidad ferroviaria que unen las cuatro capitales catalanas, además de llegar hasta Figueres y de ahí a Francia.

Telefónica vería afectadas dos importantes infraestructuras, como son los cables submarinos: dos salen de Cataluña, uno de 309 kilómetros que une Gavá con la localidad balear de Ses Covetes, y otro de 760 kilómetros que une Barcelona con la localidad italiana de Savona.

Todo esto es lo seguro. Lo que sería una incógnita es ver cómo variaría la balanza comercial en una situación de posible aislamiento respecto a una Europa con tratado de libre comercio. Hace dos años, España era la principal destinataria de las exportaciones catalanas. Qué necesitaría comprar España sin Cataluña y a quién podría vender en su lugar es un misterio. Como, en realidad, casi todo lo referente al futuro inmediato. Tocará esperar, como poco, hasta el 2 de octubre.






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