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sábado, 30 de septiembre de 2017

Piratería Vasca Anti Nazi

Este artículo acerca de las andanzas vascas durante la Segunda Guerra Mundial en los mares del oeste europeo ha sido dado a conocer por el Correo Vasco y para nosotros es altamente representativo de la etiqueta Kurlansky Arzalluz, juzguen ustedes:


El abastecimiento encubierto de minerales desde la España franquista a los alemanes en tiempos de Hitler se intentó frenar con un escuadrón submarino y sabotajes

Iñigo Puerta

En plena II Guerra Mundial, la costa vasca aún trataba de recuperarse del trágico golpe sufrido por la Guerra Civil española, y aunque geográficamente el Golfo de Bizkaia no era un punto caliente de la contienda, estratégicamente, su influencia indirecta en el conflicto cobraba gran importancia. La costa vascofrancesa pasó a ser una zona controlada por las fuerzas de ocupación nazi en el verano de 1940, mientras la España de Franco era considerada neutral en el conflicto a pesar de los estrechos lazos ideológicos y económicos que le unían al bando alemán.

Las deudas contraídas por Franco ante las fuerzas del Eje que le ayudaron en su sublevación fueron pagadas con una moneda cotizada en tiempos de guerra, el mineral vizcaíno. El 'combustible' para la fabricación de armamento y otros usos comenzó a traficarse de forma sistematizada desde el puerto de Bilbao hacia Baiona en compañías navieras vascas al servicio de los intereses alemanes. Hierro, zinc, pirita, estaño... hasta wolframio fueron desembarcando desde agosto de 1940. Aunque a veces ondeaban la bandera nazi, el hecho de llevar pabellón español, supuestamente les protegía de cualquier ataque en unas aguas amenazadas por la armada Aliada y vigilada por las fuerzas marítimas alemanas.

Llevar la bandera española pintada en ambas amuras era el salvoconducto diplomático en la costa vasca para eludir a los submarinos. Bajo esta protección, los pesqueros guipuzcoanos cercanos a la muga podían acceder a los caladeros tradicionales franceses. Los arrantzales de Iparralde padecían el toque de queda de las tropas alemanas, que solo les permitían faenar a la luz del día. Para cuando los franceses salían a la mar, sus vecinos volvían cargados de pescado. En ese estadio de posguerra franquista y ocupación nazi, los arrantzales vecinos comerciaban en plena mar para abastecerse de productos básicos escasos, inexistentes o muy controlados en ambos lados de la muga. Pan francés a cambio de naranjas valencianas, era un trato habitual.

Si para la población de a pie la comida era su necesidad primaria, al ejército de Hitler le interesaba el hierro vasco. Ambas carencias hicieron que muchos marineros vascos, incluso los que vivían en el exilio, se enrolaran en estos convoyes de minerales. La actividad se incrementó de forma exponencial, con un pico de 435.000 toneladas de importaciones descargadas en 1942 en el puerto de Baiona. Una empresa alemana radicada en París coordinaba un tráfico que necesitaba la instalación de radios en los buques. La compañía 'Hispano Radio Marítima' de Bilbao, también usó esta tecnología para espiar actividades militares aliadas e instaló un equipo en el pesquero español 'Segundo Enrique' que faenaba por el estrecho de Gibraltar a la captura de escuchas.

El acecho del escuadrón 203

Los Aliados, a su vez, ya habían dedicado una flotilla de submarinos (Submarine Scuadron 203) al tráfico del Golfo de Bizkaia. Sus actuaciones entre 1941 y 1943 fueron destacadas. El submarino francés 'Rubis' sembró de minas Baiona y Arcachon, que hundieron a dos patrulleros alemanes. El estadounidense 'Shad' torpedeó a un mercante alemán al norte de Bilbao. El también norteamericano 'Blockfish' hundió un patrullero del Eje y el británico 'Spectre' envió a pique a dos cargueros entre Bilbao y Castro Urdiales.

La guerra marítima se libraba en todo el mundo. En 1943, varios cargueros de origen vasco al servicio nazi fueron interceptados también en el Mediterráneo. El 'Juan de Astigarraga', por ejemplo, fue torpedeado en cuatro ocasiones por el submarino británico 'Torbay' cerca de Cannes, donde fue hundido. Una larga lista de buques vascos fueron enviados al fondo en esas aguas. Entre estas naves hundidas que cambiaban de nombre al entrar al servicio del tráfico mercante de guerra, destacan por curiosidad el 'Isis' (ex 'Axpe'), el 'Marguerite' (ex 'San Mamés') o el 'Ostia' (ex 'Nere Ametza'). Los tres navíos, pertenecientes a la compañía Transcomar.

La maquinaria propagandística alemana denunció a los Aliados por no respetar la neutralidad de España, pero también tuvo varias muescas con bandera española en los periscopios de sus submarinos. En 1940, el mercante 'Banderas' explotó a manos del U-53. En 1942, el submarino U-512 germano atacó con éxito al 'Monte Gorbea' cerca de la isla de Martinica, que llevaba trigo a puertos españoles desde Buenos Aires. Con el mismo tipo de carga, el carguero 'Monte Igueldo' fue hundido por el submarino italiano 'Barbarigo' en aguas del Atlántico.
El apresamiento del 'Baltic'

La escasez y los ideales, entre otras razones, provocaron la actuación de muchos marinos vascos en ambos lados de la contienda. Una de las actuaciones militares de mayor calibre en aguas vascas llevó a tres nacionalistas vascos de Santurce y a un ciudadano francés a asaltar un carguero en plena ría de Bilbao para llevarlo hasta Gibraltar. Un acuerdo previo con el cónsul británico Graham William, propiciado por un agente bilbaíno-británico del servicio secreto MI6, prendieron la mecha.

El Baltic era un carguero de 397 toneladas de origen holandés capturado en 1940 por los nazis, que participaba en el tráfico de mineral desde Bilbao a Baiona practicando una navegación de cabotaje, siempre dentro de las entonces tres millas marítimas jurisdiccionales españolas. Tanto su capitán, Ramón Garay, como su tripulación, eran vascos. Una bandera comercial española y el cambio de su nombre de 'Baltic' a 'Altio' con el borrado de una 'B' y cerrando una 'C' por un hábil marinero encaramado a un andamio, lo convirtieron en un barco neutral a ojos de los ejércitos de ambos bandos.

El apresamiento del 'Baltic', ideado por nacionalistas vascos, se pactó con los británicos

En 23 de junio de 1943 el 'Baltic' fondeaba a 400 metros del embarcadero de Las Arenas, cargado con 314 toneladas de hierro, aunque incluso se especula con que pudiese haber sido wolframio. Estaba a la espera de partir a Baiona a las 21.30h con solo dos tripulantes a bordo. Los cuatro asaltantes, armados con una pistola cada uno, aguardaban en el muelle de pescadores de Santurce. Dos de ellos, Pedro E. Loza e Isidoro Villanueva se acercaron en un bote hasta el barco y aprovechando que Villanueva conocía a la tripulación, consiguió subir diciéndoles que llevaba una maleta para el maquinista. Una vez arriba, encañonaron a los marineros y los metieron en la bodega. Esperaron a que subiesen los cinco restantes de la tripulación y una vez neutralizados, subieron los otros dos compinches, Luis Fernández Renovales y Joseph Lorre, provistos de numerosas cartas de navegación.

Bajo su mando modificaron la ruta prevista y viraron hacia el oeste. Sustituyeron la bandera nazi por la española y más adelante por la de la Francia Libre. El día 24, ya a la altura de El Ferrol, la tripulación esperaba la llegada de un barco de guerra británico que les abasteciese de combustible para seguir su marcha hasta Gibraltar. Sin embargo, el pacto previo al golpe no se cumplió. La falta de fuel y los nervios por poder ser detenidos en la costa española, les hicieron seguir la ruta hacia el sur por la costa de Portugal.

A la altura de Setubal tuvieron contacto visual con un convoy compuesto por dos mercantes galos, un cañonero de la Francia Libre y un destructor británico. La comunicación por radio fue infructuosa. No se creían la versión del secuestro. Al no atender su desesperada necesidad de combustible, Villanueva decidió dar un giro total a la situación e izó la bandera nazi. Entre la incredulidad de los franceses y la situación límite de los activistas vascos, pasaron tres días frente a las costas portuguesas hasta que una avanzadilla francesa compuesta por un teniente y siete marineros decidió entrar armada hasta los dientes en el Baltic para contrastar la versión del secuestro.

La neutralidad española en la guerra y su afinidad nazi propició la ruta Bilbao-Baiona

Los militares franceses tomaron el mando de la nave y trataron de llevársela a Casablanca, pero finalmente, el 29 de julio desembarcaron en Gibraltar tras sortear varias ristras de minas. La estupefacción fue en aumento, ya que las autoridades británicas dijeron desconocer cualquier plan respecto al Baltic y fueron los franceses quienes se hicieron cargo de la nave. Los tripulantes secuestrados fueron llevados a Algeciras sanos y salvos, mientras los raptores fueron enviados a Gran Bretaña, donde permanecieron años trabajando en su industria de guerra, en los Astilleros Harland and Wolff de Southampton. Joseph Lorre marchó a los EE UU, mientras Luis Fernández Renovales permaneció 27 años más y fue uno de los fundadores de la 'Euzko Etxea' de Londres. El 'Altio' o 'Baltic' se renombró como 'Ros Braz' y Holanda litigó por el buque durante años aún terminada la guerra hasta recuperarlo.

El acto, calificado de piratería por los franquistas, causó tensiones diplomáticas con las autoridades británicas presentes en la península. Según los informes policiales de la época incluso el Agregado Naval de la embajada británica de Madrid viajó hasta Bilbao para atar el plan y las reuniones se llevaron a cabo en su domicilio particular, en Las Arenas. A cada participante se les habían prometido 200.000 pesetas (1.200 euros), cuya mitad sería entregada a sus familiares de Santurce y la otra mitad al llegar al destino. También se les garantizó la propiedad de la nave siempre y cuando siguieran sirviendo para el ejército británico en el Mediterráneo. Los ingleses, ante el vendaval diplomático, negaron tales promesas. Eran tiempos de guerra.

Abastecimiento a las ‘bolsas nazis’ no dominadas

En 1944, mientras Francia era liberada y los aliados percutían el frente alemán, varias fortalezas nazis fueron dejadas atrás al no representar una amenaza. En el sur, el puerto de La Rochelle con su guarnición de 16.000 hombres capituló solo cuando lo hizo Alemania. Las denuncias y refriegas por abastecer a estos reductos se multiplicaron. Entre otras, pesqueros de Pasajes fueron ametrallados por la aviación francesa en alta mar y un comerciante zarauztarra fue acusado de llevar mercancías a submarinos germanos con buques de Ondarroa. El testimonio de Pantxo Etxeberria, un combatiente del batallón Gernika en Médoc, confirmó que los barracones alemanes estaban «repletos de conservas y alimentos españoles».






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