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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Nuestro Neolítico Aita

Una más para la etiqueta Kurlansky Arzalluz, esta cortesía del mapa del genoma humano... bueno, más bien fruto de la investigación científica por parte de dos universidades.

Llega a ustedes desde las páginas de El Confidencial:


La investigación publicada en la prestigiosa revista 'Scientific Reports' determina que siete de cada 10 vascos tienen un linaje paterno con un ancestro común que vivió hace 4.500 años

José Mari Alonso

Ya se conocía que los vascos nacen donde quieren (o donde les da la gana, como bien dicen ellos), pero ahora se ha descubierto que casi todos los vascos descienden del… mismo padre. Ni más ni menos que siete de cada 10 vascos comparten ‘aita’. Así se desprende de un estudio realizado por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) publicado en la prestigiosa revista 'Scientific Reports', que determina que el 70% de los hombres del País Vasco desciende de un antepasado que vivió hace 4.500 años.

Siete de cada 10 vascos muestran la variante R1b-DF27 del cromosoma Y, una variante genética que, según aseguran los investigadores, se originó entre hace 4.000 y 4.500 años coincidiendo con la agitación de la población en Europa Occidental en la transición entre el Neolítico y la Edad del Bronce, siendo además lo más probable que apareciera en el noreste de la península Ibérica. Esto en términos genéticos equivale a concluir que la mayoría de los hombres del País Vasco tienen un linaje paterno con un ancestro común.

La conclusión del 'aita común' se extrae a partir de las muestras de ADN de 3.000 hombres de la península Ibérica y Francia que han sido analizadas por investigadores de ambas universidades en un trabajo que se ha prolongado durante dos años. El análisis de esta muestra “representativa” ha determinado que esta variante del cromosoma Y es muy elevada en el norte de España, especialmente entre “la población autóctona” del País Vasco, mientras que el porcentaje cae hasta el 40% de media en la península Ibérica y por debajo del 10% al otro lado de los Pirineos.

El cromosoma Y apenas supone el 1% de todo el genoma masculino, pero es el responsable de que los hombres sean anatómicamente hombres. Es el encargado de impedir la formación de los ovarios en el feto y de permitir el desarrollo de los testículos, de modo que se transmite únicamente de padres a hijos varones.

La investigación deja claro que gran parte de los vascos proceden de un mismo linaje, pero lo que no puede determinar es si la afamada virilidad de la que presumen los vascos corresponde a ciencia cierta a un 'éxito evolutivo' en términos genéticos. Esto es, si el hecho de que se comparta esta variante del cromosoma de forma tan mayoritaria obedece a que el padre tuviera una mayor capacidad de dejar descendencia que otros hombres. O, dicho en términos coloquiales, si el padre era un portento fuera de la común. “Podríamos pensar que esté vinculado con alguna mayor capacidad de dejar descendencia, pero yo creo que no, y que pudo ser por azar”, opina Marian Martínez de Pancorbo, investigadora principal del grupo de la UPV-EHU.

La única certeza que esgrime es que este haplogrupo R1b- DF27 surge en “una época de explosión demográfica” en la que nacieron muchos hijos que a su vez tuvieron más hijos, dando lugar a más descendencia de lo normal. A este respecto, sostiene que “la historia evolutiva de los cromosomas Y humanos parece haber ocurrido en ráfagas, con aumentos en la frecuencia de ciertas variantes a raíz de cambios culturales o innovaciones tecnológicas”.

Tampoco está claro que, pese a la mayoritaria frecuencia actual de esta variante del cromosoma Y, el País Vasco fuera punto de origen de la misma. “Todavía es pronto para asegurarlo”, sostiene Martínez de Pancorbo, si bien su intuición inclina de nuevo la balanza hacia el no. Lo dice porque “las medidas internas de diversidad y las estimaciones por edad son más bajas en los vascos que en cualquier otra población, lo que parece descartar esta región como punto de origen de la variante”, señala. Lo que no deja lugar a dudas, insiste, es que “ninguna otra región del mundo tiene el pico de esta variante que se da en el País Vasco”.

El estudio tiene su origen en una investigación iniciada por la Universidad del País Vasco encaminada a buscar los cromosomas diferenciales y característicos de la población vasca para constatar posteriormente si se había transmitido genoma a los habitantes de Terranova (Canadá), a donde acudieron los balleneros vascos a principios del XVI a la caza de este preciado cetáceo, que constituía la principal fuente de riqueza de entonces. La idea era tomar muestras de ADN entre los ciudadanos de esta isla y compararlas con las de los vascos para ver si existe materia genómica común entre ambas poblaciones. Hoy, esta idea sigue estando en su mente, pero antes hay que constatar la existencia del ‘genoma de la financiación’, que no es muy frecuente hoy en día (cuando no se ha extinguido en algunas especies). Una opción, según apunta la investigadora de la UPV, puede ser analizar muestras que existan en diferentes bases de datos y hacer la comparación en lugar de realizar el trabajo de campo 'in situ'.

De momento, el primer 'logro' está culminado. Martínez de Pancorbo pone en valor la trascendencia de los resultados de esta investigación. Prueba de su relevancia es que ha suscitado el interés de la revista 'Scientific Report', una de las más importantes del mundo a nivel científico, y que impone "filtros muy cuidadosos" antes de reflejar investigaciones en sus páginas. “Que haya publicado esta investigación evidencia que hemos demostrado bien los hallazgos”, resalta, consciente de que la presencia en esta revista es sinónimo de “un alto factor de impacto”.

Los resultados de la investigación constituyen una “herramienta útil” en el campo de la Historia y las migraciones humanas, ya que el estudio del haplogrupo R1b-DF27 “puede ayudar a rastrear eventos migratorios que involucren a hombres españoles o portugueses”. Un “claro ejemplo” de esta utilidad se ha visto en las poblaciones latinoamericanas, donde esta variante del cromosoma Y se halla en frecuencias del 40% en Colombia, 36% en Puerto Rico, 10% en México y 8% en Perú. “La presencia de R1b-DF27 es notablemente inferior en las poblaciones con un componente indígena más fuerte, como México y Perú, evidenciando una menor mezcla de sus individuos con los colonos en el pasado. Incluso en Europa, las frecuencias de los subgrupos Y han sido utilizadas para detectar eventos de migración a corto plazo. Así, las huellas de la expansión medieval del reino de Aragón hacia el Mediterráneo durante los siglos XIV y XV o la ocupación castellana de Flandes en el siglo XVI pueden ser rastreadas a través de los linajes masculinos, en particular, a través de R1b-DF27”, expone.

“Tenemos la Historia escrita, pero hay otro elemento de la Historia, la histórica genética, que aporta datos objetivos”, enfatiza Martínez de Pancorbo. Y más allá de su aportación a la Historia, el estudio de una determinada variante cromosómica puede tener aplicaciones en la genética forense en el caso de que se den frecuencias relativamente altas en unas poblaciones y raras en otras regiones. “La presencia de R1b-DF27 en una muestra biológica recogida en la escena de un crimen puede ayudar a identificar el origen geográfico de quien la aportó”, ejemplifica. Igualmente, este 'hallazgo' puede tener repercusión en la genealogía. El análisis de los subgrupos del cromosoma Y, teniendo en cuenta su similitud entre hombres que comparten el mismo apellido, permite establecer un origen genealógico compartido.






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