Continuamos compartiendo con ustedes textos que están siendo publicados dentro del contexto del proceso electoral que se avecina en el estado español, mismo que definitivamente va a impactar a Euskal Herria... para bien... o para mal.
Aquí tienen este artículo de opinión publicado en Naiz:
Francamente, mentiría si dijera que hace unos pocos días mi estado de ánimo era ilusionante respecto a las elecciones estatales. Nada más lejos de la realidad. Hasta hace pocas semanas estas elecciones me resultaban perezosas y las afrontaba con un absoluto desánimo. Pero entiendo que no era ninguna novedad, ni que era el único, sino que este estado anímico era el reflejo de lo que ocurría en un amplio espectro social de las bases y simpatizantes de EH Bildu.
Y lo cierto es, que también mentiría si dijera que en los últimos días no ha cambiado ese estado anímico, sin duda en mí, pero creo que también en las gentes de EH Bildu. Creo que una pequeña ilusión ha despertado en nuestras mentes y conciencias, quizás cauta y tímida, pero ha despertado. Creo que las bases de EH Bildu estamos tomando consciencia de nuestra situación, y la firme determinación de cambiarla. Y también creo, que la figura de Arnaldo Otegi ha sido determinante en todo ello, pero no ha sido exclusiva, sino que ha habido también otras razones.
Este estado anímico se sitúa en un contexto que transciende de las contiendas electorales. El independentismo vasco se encuentra en un periodo de inflexión y de transición, que va más allá de EH Bildu y de los resultados electorales que esta obteniendo. Podríamos decir que el independentismo vasco esta viviendo una crisis existencial, de reinvertarse, de construirse sobre nuevos paradigmas. Y es en ese contexto donde el independentismo ha perdido fuerza, y ha generado un desánimo, que ha ido acompañado al desánimo también generado en el casi nulo avance de la resolución de las consecuencias del conflicto.
Pero ahora toca reinventarse, y es obligatorio levantarse. Iker Casanova decía en otro artículo que toca reinventar el independentismo de la tercera generación. El primero habló de raza, el segundo habló de lengua y cultura, y el nuevo independentismo ha de hablar de «un pacto social de progreso colectivo». Y efectivamente, hay que incorporar a nuevos sectores de este país al proceso independentista, pero si queremos que la gente cambie también tenemos que cambiar. Nos toca ser conscientes de la diversidad de Euskal Herria, de la diversidad del sentimiento identitario, de sus amplias capas sociales, y de que todas éstas se han de dirigir hacia la confrontación con dos estados que son los tentáculos de un sistema que niega derechos políticos, culturales, económicos y sociales.
Las condiciones para un proceso constituyente en Euskal Herria se encuentran dadas. No se puede negar que las últimas elecciones fueron malas para EH Bildu, pero también se ha de reconocer que la plasmación en votos de las fuerzas que defienden el derecho a decidir ha incrementado considerablemente. Eso no significa solamente que una mayoría esta a favor de un derecho democrático, sino que también significa que una mayoría tiene consciencia de cual es el sujeto político de decisión, y por tanto reconoce una idiosincrasia colectiva propia y diferenciadora que le hace sujeto de ese derecho. Es desde mi punto de vista esa consciencia colectiva el ingrediente más importante para la construcción de un proceso constituyente, y eso, actualmente y tras años de construcción, se da.
Ahora bien, hay que reconocer también que se da una contradicción entre la construcción de esa consciencia y el hecho de que muchos votantes hayan depositado en el cambio en Madrid la esperanza de un cambio en Euskal Herria, sea en términos nacionales o sea en términos sociales. Pero en todo caso, esta es una contradicción creativa, y no antagónica, que en caso de que sea gestionada con inteligencia puede llevar a reforzar la construcción de un nuevo independentismo, basado como antes se decía, «un pacto social de progreso colectivo».
Muy al contrario de lo que ocurre en Euskal Herria, no podemos afirmar que las condiciones para un proceso constituyente en el Estado se encuentren dadas. Sin duda han cambiado, y sin duda también emociona ver que una nueva lógica empieza a aparecer en el Estado. Pero desde el respeto a esos nuevos movimientos que considero aliados, debo señalar que creo que eso no es suficiente, ni tampoco es suficiente con llegar al Gobierno. Solo mediante la deconstrucción de este Estado, de todos esos principios y sistemas de valores que lo sustentan, incluido el sentido patriótico y de la unidad nacional que deriva de un complejo colonial, podrá construirse un nuevo Estado basado en nuevos principios y valores. Y esto, que deriva de una teoría gramsciana que tanto gusta a la izquierda del siglo XXI, o si se prefiere de Montesquieu, no es posible hacerlo desde una fuerza política en minoría, aunque ésta consiga llegar al Gobierno.
La partida no se juega solo en Madrid, la partida se juega también en Catalunya, Galicia y Euskal Herria. Solo si tenemos procesos constituyentes abiertos en todos estos lugares seremos capaces de cambiar la realidad del Estado, y de paso acercarnos a cambiar la realidad europea, porque o existe una nueva realidad de la izquierda en Europa, o no seremos capaces de culminar nuestros procesos de transformación.
Pensemos cómo aportamos en las próximas elecciones del 26-J a la construcción de un nuevo independentismo. Hagámoslo, pero desde una visión estratégica, pensada a largo plazo, y no coyuntural y electoral, porque solo es posible avanzar cuando se mira lejos. Demostremos que un nuevo independentismo empieza a nacer, pero que aún le tocará reinvertarse, porque será un proceso histórico que se alargará en el tiempo. Demostremos que ya estamos saliendo de nuestro punto de inflexión, que empezamos a caminar, y que esa ilusión «cauta» empieza ya a coger su espacio. En definitiva, demostremos que lo importante no es cuántas veces se cae, sino cuantas veces volvemos a levantarnos.
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