La temporada de misivas está abierta y, después de haberles compartido la que Antonio Álvarez-Solís ha escrito a Camille Senon y la de Doris Benegas dirigida a la dirigencia de Unidos Podemos... es momento de poner a su disposición esta publicada en Naiz:
Carta abierta de Oskar Matute a Pablo Iglesias
El 12 de enero de 2010, un viejo militante de LKI me telefoneó para anunciarme la muerte de Daniel Bensaïd. El Bensa, militante de la LCR francesa y uno de los dirigentes estudiantiles más dignos del mayo del 68, ocupaba junto a Alain Krivine los altares de nuestra mitología juvenil, la de aquellos que en los 90 nos negábamos a aceptar el discurso oficial del fin de las utopías.
Tú lo sabes, Pablo, porque igual que yo fuiste parte de los movimientos altermundistas. En los muchos homenajes que recibió tras su muerte, recordábamos un revelador pasaje de su autiobiografía ‘‘Una lenta impaciencia’’. «Nos hemos equivocado a veces, incluso a menudo, y sobre bastantes cosas. Al menos, no nos hemos equivocado ni de combate ni de enemigos».
El pasado 11 de mayo, EH Bildu hacía pública mi candidatura al Congreso. Muchos medios de comunicación insistieron en presentarme como «el candidato que vino a frenar a Podemos». Hemos sido muy claros cada vez que nos han preguntado, y el recuerdo de Bensaïd era más pertinente que nunca: no nos equivocamos de enemigo. Nuestro enemigo son aquellos que niegan los derechos fundamentales de las personas y los pueblos. Nuestro enemigo es el régimen del 78 y su monarquía bipartidista, sus tribunales especiales, sus élites empresariales, su mafia bancaria. Hace cuarenta años que PP y PSOE sostienen a turnos un sistema fracasado y en proceso de descomposición. Nuestra tarea ahora es construir un país digno al margen de aquellos que han gestionado nuestra ruina.
Parece que la frase de Bensaïd hizo fortuna en las redes sociales y muy pronto se la escuchamos a Iñigo Errejón. Vuestros seguidores comenzaron a repetirla como un mantra, un juguete nuevo que justificaba vuestro cambio de discurso. A ti, Pablo, te la escuché varias veces durante el debate a cuatro. «El PSOE no es nuestro enemigo», repetías, en una reinterpretación extraña de los principios de Podemos. «El PSOE es nuestro aliado para el cambio», repetís ahora, como si se hubiera borrado de un plumazo toda nuestra memoria reciente. Era el PSOE quien gobernaba cuando el 15-M acampó en Sol al grito de «no somos mercancía en manos de políticos y banqueros». El mismo PSOE que rescató la banca privada con nuestro dinero mientras aplaudía la eficacia de los desahucios. El PSOE que aprobó una reforma laboral que regalaba el despido a gusto de la patronal. El PSOE que aprobó una reforma de las pensiones que retrasa la jubilación a los 67 años. El PSOE que cambió junto al PP el artículo 135 de la Constitución a pedir de boca de la Troika. El PSOE que se cepilló el Estatut hinchando el pecho. El PSOE que llenó las cárceles de militantes políticos –entre ellos Arnaldo Otegi– en redadas propagandísticas que no escatimaban en celdas de incomunicación y tortura. Quienes ayer eran casta se han convertido de la noche a la mañana en honorables candidatos a repartirse ministerios con Podemos. Amigo Pablo: si nos roban la memoria, nos roban la dignidad en la rebeldía.
Pero permíteme que regrese al debate a cuatro. Allí ofreciste sacrificar el referéndum catalán para formar gobierno. A decir verdad, se generó una disputa en la que los cuatro candidatos pugnábais por demostrar qué método es más eficaz para salvaguardar la unidad de España. En un reparto de papeles entre el poli bueno y el poli malo, unos negaban el derecho a decidir por la vía de la fuerza mientras tú te atribuías el mérito de vencer al independentismo gracias a un discurso amable. Creíamos que eran otros quienes se equivocaban de enemigo. En todo caso, la defensa del derecho a decidir no puede ser una bonita declaración de intenciones sobre un papel, sino una praxis. Decidir no es una promesa, es una acción. Ocurre que allí donde la iniciativa ciudadana Gure Esku Dago nos ha abierto las urnas para decidir, Podemos se ha echado a un lado.
Amigo Pablo, recuerdo que nos encontramos en Cataluña cuando Podemos ni siquiera era todavía una posibilidad. Compartíamos mesa de debate con el gran David Fernàndez. Allí rechazaste la unidad de la izquierda entendida como acumulación de siglas. Rechazaste un frente común con las izquierdas vasca y catalana. Tu propuesta era aprovechar la crisis del régimen del 78 para generar un movimiento popular que no se aglutinara sobre la identidad clásica de la izquierda sino sobre la identidad de la patria. Vuestra patria es la gente, proclamáis ahora, como si las demás patrias fueran extraterrestres. «La patria es defender el Ejército», mantenéis ahora, y nos hacéis temblar de miedo a quienes dijimos mayoritariamente no a la OTAN o a quienes hemos sido insumisos al reclutamiento.
Entre 2010 y 2016, Arnaldo Otegi no dejó de alentarnos desde su celda de Logroño. «Sonreíd, porque vamos a luchar y vamos ganar» nos decía carta tras carta. El 15 de noviembre de 2014 asistí a Madrid como invitado a tu proclamación como secretario general de Podemos. «Sonreíd, porque vamos a ganar», repetiste ante una marea de cámaras y micrófonos, y aquello se convirtió en un celebrado titular y en vuestro lema de cabecera. «No nacimos para resistir, nacimos para vencer», dijo Otegi en 2009 antes de ser encarcelado por la policía del PSOE. «No nacimos para resistir, nacimos para vencer», repetís ahora una y mil veces.
El pasado 5 de marzo, miles de personas nos reunimos en el Velódromo de Anoeta para celebrar la liberación de Arnaldo Otegi. Entre otras cosas, lanzó un mensaje solidario para los sectores populares de la izquierda española. «Estamos dispuestos a colaborar para democratizar el Estado, pero cuando comprobéis que es imposible, os pedimos que nos ayudéis a poner en marcha un proceso constituyente para Euskal Herria». Desde el respeto y desde la humildad, esperamos con ansia el día en que comencéis por fin a repetir este nuevo lema.
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