Apenas ayer nos referíamos al periodo neolítico con respecto al origen de las lenguas indo-europeas y su llegada al ámbito geográfico del euskera, acerca de esa época hoy les presentamos este excelente reportaje de Sergio Carracedo publicado en El Correo Vasco:
Las colosales huellas del neolítico en el País Vasco
Varios recorridos por los dólmenes de Euskadi tratan de convertir estos monumentos de colosales piedras en atracción turística de primer orden como lo son Stonehenge (Inglaterra), Carnac (Bretaña francesa) o el túmulo de Knowth (Irlanda)
Sergio Carracedo
En buena parte de Europa los monumentos megalíticos son un destino turístico de primer orden. Stonehenge (sur de Inglaterra), Carnac (Bretaña francesa) o el túmulo de Knowth (Irlanda) son centros de peregrinación de historiadores, astrónomos, místicos, ufólogos y turistas en general. La fascinación que despiertan estas construcciones de colosales piedras no es nueva, pero desde hace unos años reciben una mayor atención y algunos que no estaban en las mejores condiciones han sido restaurados y acondicionados para facilitar su visita.
Aunque hay otros tipos de construcciones megalíticas, como los gigantes de la Isla de Pascua, las presentes en el País Vasco se ciñen al fenómeno cultural focalizado en el Mediterráneo occidental y en la Europa atlántica -Bretaña, sur de Inglaterra, Irlanda, España y Portugal-, aunque hay autores que defienden que el megalitismo no es un fenómeno unitario y que en realidad engloba a una serie dispar de monumentos con orígenes independientes cuya unidad y distribución exclusiva a Europa occidental se debería a una coincidencia de circunstancias en la región Atlántica.
Lo cierto es que la característica básica que los une es que están realizados con grandes bloques de piedra escasamente pulidos y que guardan ciertas similitudes en cuanto a su ubicación, cerca de caminos, e incluso su orientación; la mayoría de los dólmenes alaveses están orientados al lugar por donde sale el sol en el solsticio de invierno. Estas construcciones tienen una representación significativa en el País Vasco donde, se han identificado unos 271 dólmenes, mientras en sólo en Navarra se conocen 536 construcciones de este tipo, según un inventario de 2013.
La atracción que ejercen se debe, en parte, al desconocimiento de su autoría o de las funciones para las que fueron creados. En torno a ellos hay una serie de interrogantes a los que los investigadores dan respuesta. Estudios recientes explican quienes los hicieron, con qué finalidad o cómo fueron capaces de crearlos con moles de piedras de tan colosal tamaño y con los recursos disponibles en la antigüedad.
¿Celtas o neolíticos?
Hasta no hace mucho tiempo algunos autores, como el vitoriano Becerro de Bengoa, atribuían estos megalitos al "guerrero y poderoso pueblo Celta, que 16 siglos antes de la Era cristiana llegó procedente del Norte de Europa a apoderarse de España", relataba este científico y escritor en 'El libro de Álava'. En esta obra, publicada por primera vez en 1877, Becerro de Bengoa explicaba que "el llano de Álava fue el teatro de sus combates, y demuestran el paso de de estas gentes los notables y colosales sepulcros de piedra, llamados dólmenes que existen en Eguilaz, Salvatierra, Escalmendi y Anda de Cuartango". Y alentaba a "la provincia a esmerarse en conservarlos como notables monumentos arqueológicos".
Las posteriores revisiones sobre la autoría de los dólmenes ciñen el fenómeno megalítico al Neolítico y hasta la Edad del Bronce, por lo que fue el Homo Sapiens como nosotros, dedicado a la agricultura y la ganadería, el que levantó estas construcciones en torno al IV milenio antes de Cristo y no el posterior pueblo celta. De los esqueletos encontrados en algunos dólmenes alaveses se ha sabido que su esperanza de vida rondaba los 20 años y que tenían una estatura comprendida en los adultos, entre 152 centímetros y 191.
¿Monumentos funerarios o lugares de rituales?
A pesar de que algunos dólmenes tienen nombres tan sugerentes como Sorginetxe o La Hechicera, la finalidad original para la que fueron construidos es la funeraria. En el interior de estas construcciones se han encontrado ajuares funerarios y huesos pertenecientes a múltiples esqueletos humanos posiblemente colocados en el megalito tras permanecer "expuestos en un pudridero como alojamiento temporal", según apunta Bellido Blanco, entre otros autores. Sea como fuere, Fernando Galilea indica que en el dolmen de San Juan de Laguardia, por poner un ejemplo, se hallaron 338 esqueletos humanos.
Tras ese primer uso, en el que también serían escenario de rituales funerarios, los dólmenes y otros monumentos megalíticos, elementos inamovibles del paisaje durante siglos, han constituido, segun Renfrew, un centro territorial para grupos humanos dispersos en el que celebraban ceremonias de iniciación o emparejamientos, bodas, o incluso para el intercambio de ganado, semilla de grano y quizás bienes más perdurables.
De las excavaciones realizadas en su interior se ha extraído información muy valiosa. Gracias a estos estudios se puede saber que los 'moradores' de los dólmenes alaveses tenían una economía de subsistencia basada en la agricultura, la ganadería, la caza y la recolección. De la recogida de restos orgánicos de su interior se ha deducido que basaban su alimentación en la carne de animales domésticos en un 93% y sólo en un 7% de carne de fauna salvaje. De ente los animales domésticos un 83% era carne de vacuno, un 7% de porcino y un 3% de ovino, aunque también comían caballo. Se sabe que aprovechaban la leche de los animales, de la que posiblemente elaboraban queso o mantequilla, y que se vestían con pieles o fibras naturales. También se ha podido deducir que tenían conflictos con otros humanos, ya que en uno de los dólmenes mejor estudiados, el de San Juan ante Portam Latinam, de Laguardia se localizaron numerosos huesos que todavía conservan clavadas las puntas de flecha que ocasionaron su muerte, como explica Fernando Galilea en su obra Dómenes y Menhires.
Las rutas vascas de los dólmenes
La atracción que ejercen los monumentos megalíticos no es nueva y muchos constituyen un elemento turístico de primer orden desde hace décadas. Algunos, sobre todo fuera de nuestras fronteras, generan beneficios directos a través del abono de entradas para su visita y para acceder a los centros de interpretación que facilitan su comprensión. Para conocer el interior de alguno de ellos en fechas señaladas, como en solsticios y equinocios, hay incluso lista de espera.
En España hay conjuntos megalíticos que cuentan con sus respectivas rutas, como en Galicia o Zamora, entre otros. De forma paralela, en los últimos años también han surgido iniciativas similares en el País Vasco. La oficina de Turismo de Laguardia, entre los muchos atractivos que recomienda a sus visitantes, cuenta con la Ruta de los Dólmenes, en la que ofrece un recorrido por 8 monumentos de la zona como son el dolmen de La Cascaja, el de Layaza, el de El Sotillo, San Martin, el de La Huesera, la Chabola de La Hechicera, el Dolmen de El Encinal y el de Los Llanos. Desde dicha oficina recalcan que dentro del turismo cultural, familiar y de naturaleza la ruta de los dólmenes es el principal atractivo turístico.
También Gipuzkoa cuenta con su propia ruta de los dólmenes (PR-Gi 94) que incluye la visita al cordal Karakate-Irukurutzeta, donde se une el valor paisajístico y la riqueza arqueológica, con diez dólmenes y seis túmulos prehistóricos localizados. El recorrido consta de 20 kilómetros a través de la divisoria de Karakate-Agirreburu que une las localidades de Elgoibar, Soraluze y Bergara, y que pone en valor el rico patrimonio cultural como foco de atracción turística. Además de la visita libre existe la posibilidad de realizar excursiones guiadas que se complementan con una serie de talleres divulgativos para familias con niños de 4 a 12 años. Las empresas Debegesa y Debanatura están preparando la campaña 2015 ya que "el año pasado funcionó muy bien". Para esta temporada, aunque todavía no está claro, podrían ampliar las visitas a primavera, verano y otoño.
¿Cómo los construían?
Según el doctor en Prehistoria y arqueólogo Juan Javier Enríquez Navascués, la construcción de un dolmen suponía un considerable esfuerzo colectivo, dado el nivel tecnológico del que disponían las comunidades neolíticas. Era un trabajo largo y pesado en el que participaban entre 20 y 200 hombres en función de la distancia de la cantera, del número de bloques, peso y medida de éstos, y características del lugar en que se ubica el sepulcro megalítico.
El proceso comenzaba con el corte de la piedra en los afloramientos que servían de cantera, para continuar con la talla de los bloques extraídos para ajustar la forma y las medidas deseadas, transportar las piedras hasta el lugar elegido y colocarlas tras haber preparado el terreno para ello. Galilea indica que en caso de los dólmenes de Álava algunas piedras fueron transportadas desde canteras ubicadas a 4, como es el caso de la losa que cubre el dolmen de Aizkomendi (Eguilaz) y que pesa 11 toneladas. Otra gran piedra, arenisca, del mismo monumento fue transportada desde las Sierras de Elguea y Urkilla, cuyo punto más próximo está a 7 kilómetros de distancia.
En cada uno de los procesos, los hombres del neolítico empleaban la astucia para facilita el trabajo, y posiblemente animales de tiro, según algunos autores. Aprovechaban la pendiente del terreno, realizaban rellenos para arrastrar las piedras con las que constituirían el tejado y utilizaban las grietas en las rocas para cortar más fácilmente las piedras con cuñas de madera seca, odres de cuero llenos de agua, hachas de piedra y percutores. De esta manera, se ensanchaban las fisuras que marcaban por donde se iba a fragmentar la roca. Después aplicaban de forma alterna fuego y agua, y estos cambios térmicos junto con las cuñas, producían el resquebrajamiento de la piedra, no sin antes haber invertido varias horas o días, en función de las condiciones ambientales, geológicas y tecnológicas.
Enríquez indica que los bloques eran tallados con utensilios de piedra hasta obtener la forma y el tamaño adecuados, antes de ser trasladados con la ayuda de rodillos de troncos de árboles y sogas atadas a la piedra para el tiro. Para erigir las construcciones previamente se realizaban fosas de cimentación, donde con cuñas y palancas de madera se levantaban las piedras y se sujetaban rellenando las fosas con piedras y tierra. Muchos de los dólmenes cuentan con corredor estrecho y más bajo que la cámara principal.
Son muchos los aspectos conocidos de este tipo de construcciones antiguas, pero también los desconocidos. En Europa se conocen más de 50.000 sepulcros megalíticos de distinta tipología, aunque los expertos aseguran que hay muchos más sin descubrirse, también en el País Vasco. A pesar de que pueda parece alto este número de sepulcros, sólo unos pocos individuos se enterraron en ellos a pesar de su carácter colectivo, de su monumentalidad y del considerable esfuerzo y número de personas que intervinieron en su construcción.
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