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lunes, 23 de marzo de 2015

Recordando a Xabier Lete

Les compartimos este reportaje publicado en Noticias de Gipuzkoa acerca de Xabier Lete, personaje polémico, por decir lo menos:


Lete y Euskal Herria

Elkarbizi ha organizado una mesa redonda en Urnieta que rescatará las reflexiones políticas y sociales del artista.

E. Iribarren
Xabier Lete murió hace cuatro años, pero su legado artístico perdura muy vivo en Euskal Herria. El artista urnietarra no sólo dejó huella por su producción creativa. Lete fue un hombre preocupado por su pueblo y por la época que le tocó vivir, con opinión sobre los acontecimientos políticos y sociales que acompañaron su trayectoria vital. De todo ello se hablará mañana en la mesa redonda que el colectivo Elkarbizi ha organizado en la casa de cultura de Urnieta (19.30 horas) con la participación de Inazio Mujika Iraola, Felipe Juaristi y Jon Sarasua. Esta cita es una buena excusa para refrescar las reflexiones que el artista guipuzcoano dijo en vida en las entrevistas periodísticas que concedió entre 1990 y 2009 y que fueron recogidas por el escritor Mujika Iraola en la publicación titulada (Auto)biografia.

‘Euskal herria nerea’ 

Esta fue, a mediados de los sesenta, una de las primeras canciones que compuso Xabier Lete. En ella expresa su relación de amor y odio con el país, un doble sentimiento obsesivo que, admite, quería espantar. Recordaba Lete a un amigo que le decía que todo lo que era “te lo ha dado este pueblo”. “Y es verdad”, lo reconoce. Pero no puede dejar de pensar en el rostro del compatriota, de “mirada fría y desdeñosa”. “¿Por qué hay entre nosotros tanto desdén, tanto desafío?”, se pregunta.

Lete fue especialmente crítico con esa tendencia a culpar a los de fuera de los males que aquejan a Euskal Herria. “Tenemos muchas posibilidades de arreglar nuestros problemas. Es muy fácil y cómodo culpar a los de fuera; los abertzales lo hacemos demasiadas veces”. Pese a todo, era consciente de que Euskal Herria es una sociedad compleja, donde no solo viven euskaldunes, también inmigrantes que, en buena parte, “se han integrado”. Y pese a la dificultad por avanzar en un proyecto común, Lete siempre creyó que era un objetivo posible con “las reflexiones de todos”.

Poco antes de morir, el artista urnietarra expresa su sueño para Euskal Herria. “Tengo un sueño sobre la sociedad vasca. Me gustaría que fuera una sociedad unida, más cercana, más respetuosa mutuamente. Sueño con un país más libre, más bello y más humano. Y cuando veo que no se cumple, que ahí hay defectos, violencias y crueldades, me duele. Y cuando veo también que el poder institucionalizado no nos permite ser en la medida de lo que queremos, desarrollando nuestras fuerzas y nuestras capacidades, me enfada y me duele”.
Abertzale/nacionalista 

Lete distinguía entre nacionalismo, concepto del que toma distancia, y abertzalismo. “Creo que son cosas distintas”, opinaba el artista. Para Lete, el nacionalismo presenta un defecto, “que siempre necesita un enemigo”, mientras que el abertzalismo que él defiende se significa por que “no necesita enemigos, se alimenta de sus propios valores, de sus propios sentimientos, de sus imágenes, de su territorio, de su paisaje y de sus gentes. Y decide que pervivirá en el lugar que ocupa, esforzándose por embellecerlo y mejorarlo, potenciándolo y fortaleciéndolo”.

Lete enfrenta su sentimiento abertzale a la realidad de España, a la que no repudia. “Para ser abertzale euskaldun no tengo necesidad de ir contra España, me asquea esa idea y no la acepto, y si para ser nacionalista tengo que ser antiespañol, no quiero serlo y punto. Para ser abertzale y para ser euskaldun no tengo porqué ir contra nadie”.

‘Bizitza ozpindu didazue’ 

Poco antes de morir, Xabier Lete escribió un poema para decirle a ETA que su guerra no ha sido en su nombre ni en la de otros muchos vascos. “(...) Voy a morir. ¿Qué queréis que os diga?, ¿que me voy feliz de este mundo después de haber visto las cosas que habéis hecho? ¿Para lograr qué? Realmente, nada. No, no me voy feliz. Me habéis amargado la vida” (“bizitza ozpindu didazue, bizitza erremindu didazue”).

En la canción Ez dut amets handirik, Lete hace un canto a la vida al tiempo que deja circular por sus estrofas una crítica a la violencia y a la cultura de la muerte. “Odio los comportamientos y la cultura construida con la retórica de la muerte y la puesta en valor de la muerte. Escapo, huyo corriendo cuando alguien, para magnificar o embellecer una idea, me dice que alguien dio la vida por esa idea”.

En pleno conflicto violento, en 1991, admitía que le asaltaba el dilema entre su postura proclive al respeto, la comprensión y el perdón y la existencia de un foco de intolerancia y fanatismo que no da muestras de respeto y comprensión. “Creo que hay que construir algo contra esa violencia, un argumento, pero en última instancia si con argumentos no es suficiente, el puño o el palo... Y me doy cuenta que es una contradicción y me preocupa”. Sostenía Lete que Euskadi ha sufrido una guerra civil larvada, y que si se entra por esa senda hay que ser “responsable con las consecuencias, y el culpable de las consecuencias no es el que responde, sino el que las provoca. Claro, el que ha provocado esta situación dirá que tiene razones históricas, culturales y políticas para adoptar posiciones radicales y violentas, y yo digo que ese es su punto de vista, pero no el mío, que para mí no se justifican”.

Política libre de utopías 

Lete se lamentaba del partidismo divisor y el sectarismo que ha caracterizado a la política en Euskadi. Pese a felicitarse por la evolución positiva de la vida económica y cultural que ha experimentado el país en las últimas décadas, denuncia que “aquí, de la suma de dos o tres partes no surge una nueva. De una parte surgen tres”. En medio del ambiente crispado y permanentemente conflictivo de la política vasca, Lete demandaba hace veinte años lo que denominó “espacios de paz” para avanzar en un proyecto de construcción nacional. “Si existe una pretensión de construir un país en un espacio tan pequeño y entre tan poca gente, será absolutamente necesario, alguna vez, apartarse un poco de esa pelea diaria y abrir espacios de paz y de encuentro”. Para Lete, la clase política no ha sido “consciente del mal ambiente” que ha generado entre la gente.

El artista urnietarra nunca ocultó su distancia respecto a los grandes ideales, las grandes aspiraciones, los grandes sueños de liberación. “Las grandes reivindicaciones de felicidad futura me generan una terrible desconfianza. Hemos vivido pensando en la salvación total y la felicidad sin límites, como si no fueran suficientes un poco dignidad y decencia en el día a día del ser humano”. Frente a futuros por conquistar, Lete apeló al pragmatismo de lo cotidiano, emplazando a que “me propongan reformas difíciles pero posibles que puedan mejorar la vida de la gente. Que nadie me pise un sola flor en nombre del paradisiaco jardín del futuro”.

Lo que Lete pedía a la política era que se afanara en proporcionar una vida mejor a la gente, una permanente búsqueda “de recursos y situaciones” que contribuyan “a la decencia” y “a la dignidad” para que todas las personas fueran merecedoras de “respeto”. Y además demandaba a los políticos “que no hagan grandes proclamas”. Pese a esta mirada crítica, Lete se sorprendía de la capacidad del país para avanzar y evolucionar. “Pese a todo, Euskal Herria funciona. Y, acaso, eso es lo más milagroso, que a pesar de todos los problemas que hemos tenido, las empresas, los servicios y la sociedad civil siguen funcionando. Ahí hay una voluntad, una conciencia”.





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