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jueves, 6 de junio de 2013

La Paz de San Mamés

Desde el corazón palpitante de Bilbo, San Mamés, traemos a ustedes esta crónica:


Emotividad. Imágenes para la memoria. El adiós a la Catedral del fútbol devolvió a la gran familia rojiblanca parte de sus recuerdos. Sobre la hierba. En la grada. Alli estaban ellos, los leones de todas las épocas. la Afición de siempre. San Mamés ha muerto, viva San Mamés. Amén.

Joseba Vivanco

El sacerdote don Manuel Ortuzar bendijo la primera piedra de San Mamés con estas palabras: «Y que este campo, cuyas obras hoy empiezan, sea anfiteatro de reñidas luchas en las que os cubráis de laureles y logréis los triunfos a los que tantas veces os hicísteis merecedores». Corría un 20 de enero de 1913. Aquella eucaristía balompédica, aquella liturgia deportiva en cuya fotografía en sepia se distingue, tras el presbítero, a un por entonces desconocido Pichichi, anoche se elevó a lo más alto de los altares futbolísticos. Un siglo después, y bajo la misma y atenta mirada de aquel Rafael Moreno, dicen que anoche en La Catedral, cuando los focos se tornaron oscuridad, los últimos nostálgicos en abandonar sus gradas escucharon al ilustrado don Manuel Ortuzar pronunciar unas últimas palabras: «Podemos ir en paz».

Que me perdone el gran Jorge Luis Borges, pero el escritor argentino no tenía ni repajolera idea no ya de fútbol, sino de lo que es este deporte. Pontificar que «el fútbol es popular porque la estupidez es popular» o que «el fútbol en sí no interesa a nadie» es porque anoche no se emocionó, no lloró, no se enterneció en San Mamés. Porque como el mítico Pelé, Borges jamás estuvo en San Mamés. Él se lo perdió. Nosotros, no.

Casi con puntualidad británica, como el propio estadio, comenzaron a sonar los primeros sones de la "Marcha triunfal'' de la ópera "Aida'' de Verdi, un canto al amor, que acompañó la salida desde dos córners de decenas de enseñas rojiblancas. Unas notas que arrancaron los primeros acompañamientos de «lo, lo, lo, lo...» desde una grada más roja y blanca que nunca.

Los gritos de ¡Athletic, Athletic! dieron paso a la salida al césped de un sinfín de exfutbolistas encabezados por Díaz de Cerio, y que por generaciones, fueron desfilando para formar un círculo en la medular, todo mientras la megafonía cantaba sus nombres uno a uno. Gabilondo con su hija en brazos, Tiko, Urzaiz, Biurrun, Andrinua, Sola, Urtubi, Txema Lasa, Villar, Estéfano, Etura... Y San Mamés rugió cuando volvió a escuchar el nombre de su ídolo más reciente, de su otrora capitán, el portugalujo Julen Guerrero. «Esto no lo cambio por nada del mundo», confesó emocionado. Su Catedral no le olvida. Nunca. Como tampoco a sus héroes, al veterano y legendario Rafa Iriondo, a sus 94 años, que se sumó al homenaje del brazo de Koldo Agirre y Javi Clemente, de Iribar... Señorío por los poros. Iconos. Imágenes para la historia de San Mamés, mientras los gritos de ¡Athletic! volvían a arreciar en un graderío con los días contados.

Un emotivo irrintzi secundado por miles de gargantas con un ¡eup! final grandioso, el «alabin, alaban... geuria!» como hacía mucho que no se dejaba oir, un impagable himno a capela y luego acompañado solo de la música. San Mamés en estado puro. Ni Verdi hubiera ideado una partitura mejor. Una foto, con decenas de exleones sobre la hierba, esa hierba que tiene un verde especial, a la que se sumaron los actuales futbolistas del Athletic y los integrantes de la selección vizcaina. Un pasillo por el que abandonaron el césped los homenajeados, con, otra vez, una calurosa y unánime ovación a Guerrero, a cuyos aplausos el propio Bielsa se sumó desde el banquillo. Ovaciones, menores, para el Gallo Etxebe, para Yeste, para Urzaiz, para Orbaiz... Botaba San Mamés. Histórico. Irrepetible. Botaba.

Se sentó la Catedral para presenciar el partido, donde se oyó y con fuerza repetida el «Bielsa quédate», se aplaudió a Manolo Delgado Meco cuando salió a la banda, se escuchó un «Koikili, quédate» y hubo tiempo hasta para una interminable ola en la grada recordando esos encuentros de la selección vasca en ésta su casa. Nada podía faltar, nada sobraba ayer. Ni siquiera las bufandas al viento. Un clásico.

Minuto 85. El cartelón del 8 en el Athletic. Se va Iturraspe y sale ¡Pablo Orbaiz! Sorpresa inesperada. Homenaje al navarro. El cartelón 10... Se va De Marcos ¡Salta Julen Guerrero con su 8 a la espalda! Ovación de lujo. ¡Sorpresón! Gritos de ¡Julen, Julen! Pero había más. Se va Aurtenetxe... y con el 5 ¡el capi Andrinua! Abrazo a Julen. Apoteósico. Histórico. ¡Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo! se lanzó la grada al unísino esperando al Chopo. Pero no, era el gran capitán, ¡Dani, tirón incluido nada más saltar! Y sí, sí... cartelón... era él. No podía ser. ¡El Chopo! De negro. ¡Paren la rotativa! Volvió el mito. Y la grada se vino abajo. Fueron solo unos minutos, pero sí, muchos podremos decir que vimos jugar a Iribar. Final. Histórico. Más sorpresas no, por favor.

Tronó el irrintzi Athletic con más fuerza que nunca y 40.000 gargantas respondieron. Vuelta olímpica de los protagonistas. Macanudo abrazo de Bielsa con Iribar. Gritos unánimes y bien audibles de ¡Bielsa, Bielsa! Y San Mamés volvió a botar. Y botar. Hasta que se quedó a oscuras. Y fue entonces cuando miles de luciérnagas, desde el graderío, acompañaron al himno interpretado a trompeta. Espectáculo de luces, colores, sonido, una coreografía sobre el césped que dibujó un simbólico «Agur», dio paso a una espectacular proyección de imágenes, momentos para la historia. La carne de gallina afloraba hasta la yugular. Emoción desbordada, más de una lágrima. Allí estaban todos. Jugadores y afición, San Mamés, proyectados en la memoria.

¡Athletic, Athletic! volvió a resonar por enésima vez. Y el ¡Eup! y hasta tronó el ¡Jo ta ke, irabazi arte! El «lo, lo, lo...» puso el broche final. Pero nadie se quería ir. San Mamés. Y en mitad de la bruma, retumbó un final y filosófico «a lo loco se vive mejor...» que dio paso a un «Bielsa quédate» que recordó a aquel de la final de hace poco más de un año en el Calderón. ¿Y quién echa a estos ahora?, se preguntaba más de uno, porque parecían pegados a sus asientos, esos que muchos se llevaron literalmente. Eran ya las 23.35 cuando por megafonía llegó el adiós y un ¡Aupa Athletic!

Sin prisa, con pausa. Apurando segundos. Cada cual se despedía del de al lado. De su asiento de años. Tantas tardes. Tantas alegrías y tristezas. Última mirada. San Mamés ha muerto, viva San Mamés... Y entonces se escuchó al padre Ortuzar: Podemos ir en paz. Podemos.





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