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viernes, 21 de junio de 2013

Soto | ¿Rip a las RUP?

Las rueda de prensa se han compartido en mecanismos para implementar las estrategias de propaganda enlistadas en el decálogo de Joseph Goebbels y su versión bananera a cargo de Manuel Aznar Acedo.

Dicho lo anterior, les presentamos este comentario editorial dado a conocer en Gara:


Las ruedas de prensa (RUP en el argot) son un instrumento para dar a conocer a la opinión pública, por parte de cualquier organismo o persona y a través de los medios, iniciativas concretas o análisis sobre un hecho puntual en un ámbito social determinado. En el contexto de la crisis de la prensa, su utilización incontrolada pone en duda su efectividad.

Iñaki Soto

Un par de advertencias o aclaraciones previas sobre el sentido de este artículo. En primer lugar, se trata tanto de una crítica como de una autocrítica. Y, segundo, es una especie de aviso, un «Houston, tenemos un problema» que, si se comparte el diagnóstico, es necesario atajar entre todos los implicados: emisores, medios y receptores (responsables de prensa, periodistas y audiencia, si se prefiere). Es decir, este análisis no pretende ser un ataque y, más allá de que a nadie le gusta que le digan que su trabajo no está bien, nadie debería tomarse esto de manera personal, empezando por los convocantes de las ruedas de prensa que tuvieron lugar ayer en Euskal Herria.

Las ruedas de prensa son necesarias y, si están justificadas y bien organizadas, sirven para sus objetivos. Sin embargo, el modo en el que se hacen hoy no es ni sostenible ni eficaz. Hay demasiadas, son largas, aportan poco... Además, generan frustración en todas las partes. En los organizadores porque es muy difícil lograr que tengan éxito, entre los periodistas porque son la parte más pobre de su oficio y secuestran sus jornadas, y entre los lectores y oyentes porque copan páginas y páginas, horas y horas de radio y televisión, reforzando quizás sus convicciones, pero aportando más bien poco sobre los temas.

Es importante confesarlo: tampoco tenemos una alternativa. Es decir, en ningún caso proponemos anular o «prohibir» las ruedas de prensa para suplantarlas por otro modelo, tanto porque si se hacen bien las RUP sirven para su objetivo (comunicar algo relevante para las tres partes implicadas) como porque nadie ha acertado a encontrar otro modelo. Las ruedas de prensa camufladas de acto o evento también tienen límites.

La antología gráfica de las ruedas de prensa convocadas ayer a lo largo del país, la infografía sobre el mapa con los horarios, la temática y los convocantes de las mismas [ofrecidas en este Eguneko Gaia], así como el hecho evidente de que las plantillas actuales de los medios y los propios soportes no pueden digerir ese volumen de información y declaraciones de parte, evidencian que las RUP no son efectivas. Al menos tal y como se hacen hoy en día: sin agenda compartida, de manera incontrolada y repetitiva, fiando gran parte del éxito o fracaso del plan comunicativo (si no todo) a este instrumento, contraprogramando incluso desde un mismo sector, gastando ingentes cantidades de energía y de dinero por parte de todos... Por lo tanto, lo que se pretende aquí es poner sobre la mesa un problema. Si somos conscientes es más fácil que entre todos encontremos soluciones.

El problema va más allá de las preguntas. La cuestión de las preguntas es hoy objeto de debate. La RAE define las RUP como una «reunión de periodistas en torno a una figura pública para escuchar sus declaraciones y dirigirle preguntas». Parece evidente que hace mucho que esa definición no casa con la realidad. Seguramente nunca lo hizo. La visión que ofrece es elitista y a su vez mucho más dialéctica de lo que en realidad han sido históricamente las ruedas de prensa. Tiene que ver con una concepción muy limitada de lo que significa comunicar: hay un emisor autorizado, un medio oficial y un receptor pasivo. Nada de esto es así y, probablemente, jamás lo fue.

La costumbre de dar RUP sin turno de preguntas y, llevado al paroxismo, el formato impuesto por el presidente español, Mariano Rajoy, con comparecencias cerradas a través de una televisión de plasma, han sublevado a los periodistas. Lógico. Pero el formato en sí mismo tiene hoy por hoy varios problemas añadidos. Hagamos una lista de los mismos, que en ningún caso será exhaustiva:

En un periódico (pienso que en TV y radio es parecido) las RUP pueden convertirse en una especie de «mejillón cebra», que comienzan colonizando las páginas de agenda y terminan por «contaminar» hasta la primera página. Lo cierto es que un porcentaje brutal de las ruedas de prensa son en realidad agenda: convocatorias a actos, de eventos, anuncios varios. A día de hoy es común que en los medios aparezcan ruedas de prensa sobre eventos que luego no van a poder cubrir. Este es un ejemplo de periodismo muy pobre.

Gran parte de las RUP no son informativas, sino más bien publicitarias o propagandísticas. Esto no es una crítica en sí, entre otras cosas porque algunos de los temas que se publicitan en las mismas -la pérdida de puestos de trabajo, la problemática de sectores desfavorecidos o medidas políticas que afectan a decenas de miles de personas, por poner algunos ejemplos- son hechos que requieren de esa comunicación. Los medios estamos para eso, también.

Ahora bien, a menudo este método para publicitar se convierte en «el método», planteado como sustitutivo de otro tipo de fórmulas para comunicar eso que resulta tan importante. Pero una RUP no puede suplantar otros mecanismos para comunicar, empezando por el más básico: hablarle a la gente, a los afectados, directamente.

Hablando de publicidad, «¿para qué vamos a gastar dinero en poner anuncios en medios que ya nos publican lo que queremos decir?», podría apuntar un avispado. Bueno, entre otras cosas, para que esos medios puedan subsistir y poder seguir contando esas cosas que son tan importantes. Esa lógica no deja de ser la misma que plantea que comprar un periódico es de imbéciles, pudiéndolo leer «gratis». Digamos, como mínimo, que como propuesta social no resulta muy sostenible, ni inteligente a medio plazo.

En este sentido, se supone que las RUP son un mecanismo barato para publicitar un evento, pero si se suman los gastos de convocatoria (hoteles o acondicionamiento de espacios), desplazamientos (que en algunos casos supone la movilización de decenas de personas ya de por sí muy ocupadas a docenas de kilómetros para un acto que apenas durará unos minutos), horas laborales de todos los presentes (dejando de lado los convocantes, periodistas gráficos, redactores y personal del local) y papel o minutos gastados (no se suelen computar, pero nada de esto es gratis, ni siquiera en internet), en realidad son bastante costosas para la efectividad y el retorno que tienen.

Por otro lado, hoy por hoy hay más gente en gabinetes pensando en lo que los periodistas debemos escribir (y fiscalizando lo que hemos publicado de «lo suyo») que periodistas en las redacciones para escribirlo. Esto provoca un problema tradicional de oferta y demanda. Los reporteros no dan abasto, pero es que, además, los periódicos han visto reducidas sus páginas y ya no entra tanta declaración.

Resulta significativo que muchos estudiantes de periodismo prefieran hacer prácticas en ese tipo de empresas y gabinetes a hacerlo en los propios medios. «Por la crisis de la prensa», dicen. El pronóstico de que los gabinetes de prensa tienen más futuro que la prensa en sí resulta, cuando menos, paradójico. Otra cosa es que, en general, vistos los salarios y las condiciones de vida, la gente tenga que tener una vocación muy profunda para querer ser periodista.

Precisamente, la falta de recursos humanos hace que las RUP se hayan convertido en una manera sencilla de rellenar páginas, aunque sea a costa de contenidos reales, de información o de análisis sobre temas que, en realidad, sí interesan al lector. ¡Los mismos temas que se tratan en esas convocatorias! Temas relevantes, solo que la inercia de cubrir declaraciones en vez de concentrarse en los temas hace que se aparquen otros enfoques que son más ricos.

¿Qué podemos hacer desde los medios, desde las redacciones? Sé que no es fácil buscar alternativas, pero es que, además, obviamente no pretendo decir qué tendría que hacer el resto. Bastante tenemos con hacer lo nuestro. Y creo que, precisamente, eso es lo que debemos hacer: periodismo. En nuestro caso, somos un medio con valores como la justicia, la soberanía, la independencia, la igualdad, la democracia... que se concretan en esas miles de acciones y opiniones que aparecen en las ruedas de prensa. Intentemos hacer comprensibles y deseables esos fines y valores a través de nuestros medios.

Quizá se entienda mejor con ejemplos. Una previsión de una RUP de la semana pasada contenía al menos cuatro temas relevantes para un medio como el nuestro: el organismo que la convocaba, que está haciendo una gran labor en un tema de actualidad (pongamos que son, por ejemplo, los desahucios), los datos que iban a ofrecer sobre el fenómeno (un grupo de personas que están afectadas por un tipo de interés hipotecario concreto, el IRPH, sobre el que se sabe poco porque no es el mayoritario), la denuncia de una entidad concreta (que plantea que no puede alterar ese tipo si sus competidores no lo hacen) y las demandas de los afectados (que se centraban en la dación en pago, común en otros países pero anatema para banqueros y mandatarios locales). La alternativa a tratar alguno de esos temas es una foto indistinguible de docenas aparecidas en fechas previas y un texto apologético que gran parte de nuestros lectores no leería por la simple razón de que están de acuerdo.

Otro ejemplo. Desde el punto de vista del periodismo, para publicitar la edición de un libro -por poner un caso bastante neutro- hay varias opciones mejores que una rueda de prensa: se puede publicar un adelanto, entrevistar al autor, hacer un reportaje sobre el género, una reseña crítica... Todo esto sin entrar en las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Entre todas ellas, la rueda de prensa es la opción menos interesante, tanto para el periodista como para el lector, probablemente también para el autor.

Cambiar esto requiere especializarse en temas y trabajar las fuentes, algo complicado cuando al periodista se le pide que trate cada vez más temas en más formatos. Pero cada vez va a haber menos páginas impresas y la calidad de estas será lo que en gran medida sostenga al medio, que cobrará por ellas, por sus firmas, dado que la información es «libre» y «gratis».

Volviendo a la pregunta del titular, no hay que matar a las ruedas de prensa, pero no se puede permitir que estas maten al periodismo. Ser conscientes del problema, racionalizar y pensar cuál es el modelo de comunicación al que queremos ir es la base para evitar el suicidio colectivo.






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