El tema de la autodeterminación se le ha convertido en una auténtica patata caliente tanto a Madrid como a Bruselas como resultado de las declaraciones por parte de David Cameron.
La hipocresía con la que se ha abordado el tema del respeto a los derechos civiles y políticos de los pueblos vasco y catalán tanto por parte del régimen español como por parte de las instituciones de la Unión Europea han quedado al descubierto, todas sus vergüenzas expuestas para quien las quiera ver.
Y es que Madrid depende del contubernio de las demás potencias colonialistas para poder mantener su anacrónico dominio sobre dos naciones que por estar ubicadas dentro de los límites de la geografía europea han visto denegados su derecho a un proceso de descolonización.
Pero ahora que la poderosa Londres se decanta por el derecho a decidir, el frente de los estados en contra del derechos a la autodeterminación de las naciones en el occidente europeo -el asunto es muy diferente en el extremo oriental, baste el ejemplo de Kosovo- ha quedado resquebrajado sin posibilidad de reparación.
Aquí el artículo de Gara al respecto:
La apuesta del líder británico David Cameron por dejar que los pueblos decidan, explicitada anteayer, ha tenido un efecto directo: poner en evidencia la posición del Estado español frente a Catalunya y Euskal Herria. El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, se revolvió contra Londres, al que achacó carecer de constitución que fije sujetos de soberanía. La jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, eludió valorar el tema por su complejidad.Ramón SolaLa declaración hecha anteayer por el premier británico, David Cameron, en favor de dejar que los pueblos decidan libremente su futuro ha sacado a la superficie el debate soterrado en Europa sobre esta cuestión. La afirmación del líder conservador tuvo impacto rápido y directo en Madrid, donde curiosamente ayer se encontraban reunidos el titular de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, y la vicepresidenta de la Unión Europea y Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad Común, Catherine Ashton.La reacción de ambos a las palabras de Cameron fue diferente, pero tanto una como otra resultó significativa. El ministro español se revolvió contra Londres y defendió que en Madrid ese debate quedó zanjado con la premisa de que la soberanía pertenece al conjunto del Estado español. Por su parte, la responsable europea se quedó sin palabras cuando se le planteó por qué los escoceses podrán decidir y los catalanes no: «¡Ay, Dios mío, qué pregunta!», dijo entre risas. Con García-Margallo situado a su lado, Ashton se disculpó: «De los catalanes no voy a hablar». Ambos mostraron una sonrisa nerviosa ante el interrogante planteado por los periodistas.Margallo habla por AshtonEl melón del debate se abrió anteayer, cuando en una comparecencia realizada en Londres ante periodistas, previa a la reunión del G-8 de la próxima semana en el norte de Irlanda, David Cameron fue interpelado sobre la cuestión del derecho a decidir de los pueblos.«No creo que sea bueno intentar ignorar estas cuestiones de nacionalidad, independencia e identidad», apuntó el inquilino de Downing Street, que acto seguido se mostró partidario de dejar «que la gente decida» y recordó que así se ha afrontado el tema en Escocia.Las declaraciones tuvieron notable eco por su claridad y por el carácter global de su reflexión, si bien el primer ministro británico, como es obligado en estos casos, eludió dar lecciones a nadie: «No querría decir a los españoles cómo deben afrontar estos temas. Es cosa del Gobierno español y su primer ministro», apuntó.Pero esta matización no calmó al Gobierno del PP, que evidenció ayer su incomodidad. De modo abrupto, García-Margallo replicó a Cameron que en el Estado español rige una constitución que otorga la soberanía al conjunto del Estado y que establece «la unidad de España y la indivisibilidad de España».El ministro español contraatacó al mensaje de Londres afirmando que «el Reino Unido no tiene una Constitución escrita». Y añadió el recurrente argumento español de que el derecho de secesión solo estaba incluido en las constituciones de la URSS y Yugoslavia, estados que acabaron implosionando en un proceso en que una decena de naciones lograron o recobraron su independencia.Junto a ello, García-Margallo introdujo diferentes argumentos contra el eventual rechazo de la Unión Europea a estos procesos soberanistas, en una larga respuesta que hizo aún más elocuente el silencio de Ashton, quien por su cargo obviamente era quien podía hablar con más autoridad y conocimiento sobre este aspecto.Así, García-Margallo esgrimió que cualquier territorio que opte por la secesión en el ámbito de la UE, «sea cual sea la fórmula que elija, declaración unilateral o pactada, queda automáticamente excluido de la Unión». A partir de ahí, añadió que surgirá un problema para ese territorio, «porque tiene que pedir el ingreso en una Unión de la que se ha salido» y porque ese acceso debe ser apoyado por unanimidad.La derivada catalana y la vascaEn referencia ya a Catalunya, por si no hubiera quedado suficientemente claro el ministro español aseguró que tras una eventual declaración de independencia «esos obstáculos serían absolutamente definitivos. Acarrearían una pérdida en bienestar para el pueblo catalán de entre el 20 y el 25%. El adiós de Catalunya a España sería también el adiós a Europa», zanjó García-Margallo, amenazante.Todo este cruce de declaraciones no pasó desapercibido para los partidos catalanes, y en Euskal Herria tampoco para Sortu. El secretario general adjunto de ERC, Lluís Salvadó, celebró las palabras de Cameron y auguró que el «clima de presión» sobre el Estado español desde instancias internacionales se incrementará en los próximos meses. «Desde el mundo civilizado, donde la democracia se extiende de forma más clara y nítida, se lanzarán mensajes positivos en defensa de los intereses y expectativas de los catalanes», prevé ERC.Santi Rodríguez, portavoz adjunto del PPC, consideró que no debe aceptarse paralelismo alguno entre ambas naciones porque Catalunya no fue Estado y Escocia sí.En Euskal Herria fue Sortu quien saludó las palabras de Cameron, a través de su responsable de Relaciones Internacionales, Maite Ubiria. Consideró que esta declaración «pone más difícil si cabe a PP y PSOE defender en Europa 'la forma de hacer las cosas en el Reino de España'». «Por el contrario -añadió Ubiria-, el proceso de resolución y la demanda del derecho a decidir sitúan a Euskal Herria en parámetros internacionales. La receta de Madrid y París está fuera de tiempo político. Y hasta pierde pie en el contexto internacional más cercano».«Como la ciudadanía de Escocia o de los Països Catalans, los vascos y vascas queremos, podemos y vamos a decidir nuestro futuro», recuerda Sortu. Y añade que estos procesos «pueden y deben tener una salida democrática en el marco de la UE».El factor LondresLondres no es cualquiera en el panorama europeo, y en los últimos años ha sido además una referencia clara para los mandatarios españoles a la hora de afrontar la cuestión vasca, por los obvios paralelismos con el proceso irlandés. Del mismo modo que la izquierda abertzale se ha inspirado en el Sinn Féin, Madrid también ha intentado apoyarse en sus homólogos de Londres.José Luis Rodríguez Zapatero lo hizo de modo muy evidente entre 2005 y 2007. Como hitos quedaron la visita a Madrid de Tony Blair exhortando a perseverar en un proceso que ya languidecía, en otoño de 2006, o el impulso londinense al postrero intento de mayo de 2007. Después, las derechas tomaron el poder en los dos estados. Rajoy contaba con Cameron, y la presión del PP logró que Tony Blair no estuviera en persona en la Conferencia de Aiete. Pero poco más. El caso vasco se ha debatido más de una vez en Westminster (la pasada semana, sin ir más lejos, se presentaron allí las conclusiones del Foro Social). El acuerdo amistoso para la consulta escocesa abrió definitivamente una brecha. La fundación FAES fue la primera en alertar a Rajoy de que eso le debilitará. Y las palabras de Cameron han confirmado que Londres y Madrid están cada vez más lejos.
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