Les presentamos este extenso y documentado texto acerca de la territorialidad de Nabarra/Euskal Herria publicado en la página Hamabost:
Existen hoy en día tres líneas interpretativas sobre la territorialidad de nuestro Estado. La más reciente es la que reclama un “derecho a decidir” para una “demos” consistente en una Comunidad Autónoma creada por España en 1979, a la que se le llama “Euskadi” o “País Vasco” y de la que no hay antecedes históricos, salvo el “(H)irurak bat” de La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (RSBAP), difusora de las ideas ilustradas y de la cultura en general desde 1765. El llamado Estatuto de Autonomía para estas tres regiones dice en su primer artículo: “El Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco, de acuerdo con la Constitución y con el presente Estatuto, que es su norma institucional básica”. En su Artículo 2 habla de la territorialidad del mismo: “El territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco quedará integrado por los Territorios Históricos que coinciden con las provincias, en sus actuales límites, de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, así como la de Navarra (en referencia Alta Navarra), en el supuesto de que esta última decida su incorporación de acuerdo con el procedimiento establecido en la disposición transitoria cuarta de la Constitución”. Pero Alta Navarra se quedó fuera tras imponérsele, sin pasar siquiera por las urnas, un nuevo “amejoramiento” foral, continuación del impuesto en 1841 tras perder la Primera Guerra Carlista y con ello los Fueros o leyes del Estado de Nabarra.
La segunda línea sobre la territorialidad de nuestro Estado, propone partir del término “Euskal Herria” para aglutinar varios de los territorios administrativos a los que quedó reducido por el imperialismo el idioma nacional o euskera. Esta corriente acepta el nombre de Euskal Herria como el futuro nombre político para nuestro Estado, pasando por tanto de ser un término cultural y relacionado fundamentalmente con el idioma nacional, a ser una designación estatal. Esta nueva línea nació en los años 90 del siglo XX y reduce Euskal Herria a siete territorios de cuño imperialista pero arraigados en nuestra sociedad.
El origen del término “Euskal Herria” aparece escrito en el siglo XVI, sin que se pueda determinar desde cuando se podría venir usando. En 1571 el cura labortano de Beraskoitz Joanes Leizarraga por mandato de la reina nabarra Juana III de Albert, tradujo el Nuevo Testamento al euskera. En ese primer nuevo Testamento de 1571 Leizarraga dice: “(É)moien hunez Iaincoaren hitz purac ukanen luela fartze eta auançamendu Heuscal-herrian». Y después en otro párrafo vuelve a aparecer el término: “batbederac daqui heuscal herria quasi etche batetic bercera-ere minçatzeco manerán cer differentiá eta diuersitatea den”, ambos textos son del prólogo de ese Nuevo Testamento y dirigido a “Heuscalduney”.
Hasta ahora era la primera referencia conocida de la palabra “Euskal Herria”. Pero en el año 2004 se encontró un manuscrito de 102 páginas, se trata de una colección de versos, cantares y lances de amor escritos en euskara de mano de Juan Pérez de Lazarraga, Señor de la Torre de Larrea (1550–1605) en Alaba, que guardan paralelismo en su composición con la obra de Etxepare, el primer libre escrito en euskera (1545). El libro de Pérez de Lazarraga fue escrito entre los años 1564 y 1567, según se desprende del análisis de varios párrafos del propio texto. En este libro se dice: “anchinaco liburuetan/çeñetan ditut eçautu/eusquel erriau nola eben/ erregue batec pobladu”. El que se use casi al mismo tiempo en libros de diferentes territorios del euskera, es señal de que el término Euskal Herria era de uso común, pues no parece probable que Leizarraga conociese el libro del alabés Pérez de Lazarraga cuando tradujo su Nuevo Testamento.
Pedro Aguerre “Axular” desde la “Escuela de Sara” -gracias al amparo de Enrique III de Nabarra “el bearnés” o “el nabarro”-, habla en el siglo XVII por primera vez sobre qué territorios componen Euskal Herria en su libro “Gero”, obra cumbre de la literatura en euskera donde comenta: “Nor da Euscal herrian aldez edo moldez çordun eta obligatu etçaitçunic?”; y en la página 7: “Ceren aunitz moldez eta differentequi minçatcen baitdira euscal herrian: Naffarroa garayan, Naffarroa beherean, Çuberoan, Lapurdia, Bizçayan, Guipuzcoa, Alaba-herrian, eta bertçe aunitz leccutan”. (Porque de muchas maneras y diferentemente se habla en Euskal Herria: Alta Navarra, Baja Navarra, Zuberoa, Lapurdi, Bizkaia, Gipuzkoa, en las tierras de Alaba y en otros muchos sitios).
Es decir, esos siete territorios en que fue dividido tras su conquista el reino baskón de Nabarra configuran la tierra del euskera, aunque además, en el siglo XVII forman parte de Euskal Herria otros lugares donde aún se hablaría y que serían: Rioja Alta, comarcas del Bearne, Alto Aragón y Cinco Villas de Aragón, sur de Bigorra, comarcas autrigonas-enkartadas al oeste de la actual Bizkaia hasta los “montes de Santander” y probablemente algunas comarcas pirenaicas más.
En todos estos tres primeros libros, Euskal Herria es todavía la literalidad del término: “Tierras del euskera” (como ocurre en Beterri, Goierri, Txorierri, Tronperri, Iruñerri etc. o en herri-Idi, “buey para la tierra”). Con los siglos el término evolucionó para identificar al Pueblo del euskara, en su sentido más general étnico-cultural.
El término Euskal Herria fue tardía y residualmente aceptado en otros países, así, el británico Richar Ford en 1845 en su libro publicado en Londres “A hand-book for travellers in Spain, and Readers at home”, dice: “The Basques call themselves Euskaldunac, their Country Euskalerria, and their language Euscara”.
Respecto a la representación en diferentes mapas de Euskal Herria, los primeros están relacionados con la lingüística. La primera de las referencias es de 1810-12 de Eugene Coquebert de Montbret, el cual realizó un estudio -gracias a numerosos colaboradores- sobre los idiomas de todo el imperio francés y sus conclusiones las dibujó en lo que sería el primer mapa de los territorios euskaldunes continentales y en otro mapa dibujó los territorios peninsulares a los que había quedado reducido el euskera, pero por separado.
La muga del euskera y de Euskal Herria quedaría, según los informantes de Eugene Coquebert de Montbret a principios del siglo XIX: “En dedans/ Ochagavia en navarre/ Iriberri (Olite)/ Aoiz/ Sorauen/ Larraona/Salvatierra (Agurain)/ La puebla (de Arganzón probablemente)/ Orduña/ Salcedo (Alaba, cerca de Miranda de Ebro) (…) Tout Ie guipuscoa est Basque”. Gasteiz aparece en la zona euskaldun, Pamplona no, aunque otros documentos ratifican que era bilingüe, lo que da a entender que la frontera se marca allá donde la mayoría era euskaldun. Pero después añade que “la langue basque ou escuare qui se parle sur Ie territoire français dans les arrondissements (departamentos administrativos de entonces) de Bayonne et de Mauleon et sur Ie territoire espagnol dans Ie Guipuscoa, l’Alava, une partie de la Biscaye, de la Navarre et des montagnes de Santander”. Y por el norte habría euskaldunes en: “Martori. Ce village parle Indifferemment Basque et Bearnais, mais appartient au district Basque (De Candolle – 1807). (…) Dep t des basses Pyrenees, on parle basque dans la commune d’Esquiule qui appartenait au beam et qui fait partie de l’arrond t d’oloron (…), on croit que la Bastide de Clairence a ete formee par une colonie venue de Bigorre et que c’est par cene raison que Ie gascon y est la langue dominante. Le basque n’est entendu que par un petit nombre d’hab’ de cette commune qui est cependane fort avancee dans Ie pays Basque. dans bp de communes de langue francaise une partie des hab’ entend Ie Basque”.
Louis Lucien Bonaparte, el ilustre dialectólogo y príncipe francés, en una labor de investigación realizada en parte personalmente y en parte con la ayuda de colaboradores, dejó plasmados en otro mapa que lleva fecha de 1863 (pero que se sabe que salió a la luz en 1871 con datos recogidos hasta 1869), los límites de la lengua euskara en cada uno de sus dialectos, que según el francés serían: el bizkaíno, el gipuzkoano, el labortano, el suletino-bearnés, alto-navarro meridional, alto-navarro septentrional, bajo-navarro oriental y el bajo navarro occidental. Louis Lucien marcó en el mapa dos grados de intensidad en el uso de la lengua y dibujó también las fronteras administrativas entonces existentes aunque ya no se hablase euskera en parte de ellas, por lo que sería realmente el primer mapa donde aparece Euskal Herria reducida a los 8 territorios donde se hablaba a finales del siglo XIX, aunque llama a su mapa “Carte des Sept provinces basques, la délimitation actuelle del euscara”, donde ya no aparece la “montaña de Santander” ni otras regiones de Aragón (aunque se sabe que en la comarca de Uncastillo, por ejemplo, se daba la misa en euskera), pero sí la octava región que sería el Bearne.
La reducción de Euskal Herria a siete-ocho territorios es por tanto muy reciente, siguiendo la pérdida territorial del euskera a la pérdida de poder político del Pueblo vasco(n): amputación del Estado baskón de Nabarra mediante sucesivas invasiones primero hasta su total sometimiento y eliminación armada del derecho foral de nuestro Estado después. La expresión “zazpiak bat” fue creada por el vascófilo y folclorista impulsor de las primeras Fiestas Euskaras o Florales el labortano Antoine Thompson d´Abbadie (1810-1897), con quien colaboró el zuberotarra Agusti Xaho. En 1836, en una obra conjunta, Agusti Xaho y Antoine d´Abbadie, parientes lejanos, escribirían la primera gramática suletina “Études gramaticales sur la langue basque” dedicada a “Zazpi Uskal Herrietako Uskalduner”.
Habla el labortano Abbadie, “el padre de los vascos”, de una Euskal Herria de siete territorios con centro geográfico en la Sierra de Andia, cerca de la ermita de San Donato bajo Lezitza, desde donde se ve la capital baskona por antonomasia, Pamplona-Iruña, hasta los Pirineos. Abbadie deja fuera por ejemplo el Bearne, donde algunos pueblos como Aramitz, Inhaze, Arkantze y sobre todo Jeruntze o Eskuila siguen hablando euskera. Existe sólo un texto anterior donde Euskal Herria quedaba reducida al “zazpiak bat”, se trata de un libro de Jean Philippe Bela (1709-96) en “Historie de Basques” donde habla de: “On divise les basques en sept provinieses our païs particuliers (…)”. Aunque Alta Navarra no era “provincia” sino todavía “reino” hasta 1841, pero sin soberanía. Esta reducción a siete territorios parece deberse a que aún el idioma era mayoritario en muchas comarcas de los mismos.
Los curas labortanos Juan Martín Hiribarren en 1853 y Gracian Adema “Zalduby” después, dentro de corrientes romanticistas relacionadas con el euskera y la cultura euskaldún, hablaron de “Zazpiak bat”. Zalduby cantó en 1893 en Azpeitia el verso convertido hoy en canción “Gauden euskaldun”: “Zazpi Eskualherriek bat egin dezagun (…) Agur esta ohore/Eskualherriari/ Lapurdi, Basa Nabar/Zibero gainzri/ Bizkai, Nabar, Guipuzko/ esta Alabari/ zazpiak bat besarka/ lo beitetz elgarri” (sic.).
A finales del siglo XIX Arturo Campión y toda la “Sociedad Euskariana” terminaron por difundir el lema “Zazpiak bat” desde la comarca de Pamplona-Iruñerria, pero siempre con un contenido cultural. El primer verso que usaba el “zazpiak (beti) bat” fue un verso acróstico del gipuzkoano Casal Otegi en una de esas Fiestas Euskaras de 1891. En los Juegos Florales de 1897 Abbadie gritaba en San Juan de Luz “biba Zazpiak bat”.
Basado en ese lema de “zazpiak bat”, en 1897, Jean Jaurgain de Ozaze y presidente de “Euskaltzaleen Biltzarra”, creó un escudo de nuevo cuño para Euskal Herria que en realidad juntaba en diferentes cuadrantes los escudos de siete regiones. El escudo de Xiberoa, al no poseer un distintivo heráldico hasta entonces, fue recogido del que poseía el señor de Mauleón, una de las 12 grandes familias del reino de Nabarra; algo parecido hizo Jaurgain con el escudo de Lapurdi, para el que tomó el de su capital Uztaritze, pues Baiona había estado separada del antiguo vizcondado desde la conquista aquitano-inglesa hasta la Revolución Francesa (entre 1177 y 1789). En esta amalgama de escudos, el escudo del Estado de Nabarra aparece como uno más, en el primer cuadrante por ser el más importante, pero sin tener en cuenta que fue el común a todas esas regiones. Es más, el escudo de un Estado Soberano no puede tener la misma condición o categoría heráldica que el de una región no soberana y menos el de una región del mismo Estado. Después se ordenaron las regiones alfabéticamente en otro grave error heráldico.
El lema “zazpiak bat” (las siete una) estaba inspirado en el “(h)irurak bat” (las tres una) de la Real Sociedad Baskongada de Amigos del País y el “laurak bat” posterior (las cuatro una) de las Diputaciones Forales del período de entre las Guerras Forales o Carlistas. El “Laurak bat” también estaba presente en la canción “Gernikako Arbola” del bardo de Urretxu José Maria Iparragirre, que la gente tomó como himno espontáneo de Euskal Herria. Hoy se habla a veces de “seirak bat” (los seis una), al considerar que Alta Navarra y Baja Navarra como una sola, aunque del mismo modo, el resto de territorios fueron también nabarros.
Por tanto, la territorialidad del término Euskal Herria como base de nuestro Estado, tiene un origen lingüístico y después hace referencia al Pueblo que habla euskera, el cual se identifica a sí mismo como uno y diferente a los demás. No hay una característica común que defina los Pueblos, más que su propia existencia-resistencia-conciencia de serlo. El idioma, las leyes, las costumbres, la historia, tener un mismo territorio etc. no definen el concepto de Pueblo ni son de por sí necesarios, pues hay ejemplos de Pueblos que no tienen o han tenido alguna de esas características.
Estos territorios del “zazpiak bat” son tomados en su totalidad, pese a la situación minorizada del euskera o de diglosia (que se da en casi toda ella). Es más, se toma todo el territorio de esas demarcaciones administrativas de nuevo cuño, aunque no haya ya un sentimiento mayoritario de pertenencia a un mismo Pueblo en ellos. El término Euskal Herria es el aceptado por una parte importante del Pueblo vasco como la nueva denominación para un nuevo Estado vasco(n), pero olvidando, muchas veces, toda la historia política anterior o memoria colectiva y lucha de nuestro Pueblo por su soberanía, independencia y libertad.
La tercera corriente actual sobre la territorialidad de nuestro Estado es la más antigua y se basa en el Pueblo baskón que creo el ducado de Baskonia y después el reino de Nabarra, se fundamentada en las demarcaciones políticas del Estado baskón de Nabarra antes del inicio de su conquista y en los pactos internacionales rotos por el imperialismo genocida.
Las fronteras del reino de Nabarra por el sur quedaron delimitadas en 1016 con el gran rey nabarro Sancho III el Mayor, según consta en el documento 166 del Cartulario del santuario riojano de San Millán de la Cogolla: “Una concordia y acuerdo acerca de la división del reino entre Pamplona y Castilla, como ordenaron Sancho conde de Castilla y Sancho rey de Pamplona, tal como les pareció. Esto es, desde la suma cima al río Valle Venarie, hasta el Grañe donde está el mojón sito y collado Muño, y desde Biciercas y desde siguiendo hacia el río Razon, donde nace; después por medio del monte de Calcaño, después por la cima de la cuesta y por medio de Galaza, y allí está hasta el río Duero. Don Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún el mojón, y hasta el río Tera, allí esta Garrahe (Garray), antigua ciudad abandonada, y hasta el río Duero. Don Nuño Álvaro de Castilla y el señor Fortún Oggoiz de Pamplona, testigos y confirmantes. Año 1016”.
Por el norte, en la Baskonia continental, el único pacto aceptado por todas las partes, se produjo en el año 1010 entre el rey nabarro Sancho III el Mayor y su vasallo Sancho Guillermo, conde de la Baskonia continental, y donde también estaban presentes el duque de Aquitania Guillermo V “el Grande” (ducado entre los ríos Loira al Garona) y el rey de Francia Roberto II “el Piadoso”. La reunión tuvo lugar con motivo del “redescubrimiento” de la cabeza de Juan el Bautista en Saint-Jean de Angély (Poitou), perdida tras una masacre vikinga y donde se refundó la abadía benedictina acogida a la orden cluniense del gran abad San Odilón, amigo personal de Sancho III el Mayor que introdujo después esta orden en su reino a través del principal centro espiritual del mismo, el monasterio de Leire, primer románico peninsular.
En el Pacto de Tamara del año 1127, los reyes de Nabarra y de Castilla (Alfonso I “el Batallador” y Alfonso VII respectivamente), firmaron la no agresión a la territorialidad nabarra y ratificaron con ello el pacto anterior de Sancho III el Mayor, al que se añadió el territorio baskón al sur recuperado en 1119 a los musulmanes. José María Lacarra en su libro “Historia del Reino de Navarra en la Edad Media” explica el contenido de estos documentos: “En el Pacto de Tamara de 1127, Alfonso I el Batallador entregó a su hijastro el reino de León-Castilla que tenía por ser rey consorte, a cambio de que le devuelva todo lo invadido y se restituyan la fronteras Navarra de Sancho III el Mayor: Belorado, Soria, y la Extremadura Soriana hasta San Esteban de Gormaz. La frontera sería Atienza, Sigüenza y Medinaceli que quedaron para Castilla (aunque fueron recuperadas por Alfonso I “el Batallador” tras ser perdidas por Castilla que las conquistó con Alfonso VII en 1108). Alfonso I “el Batallador” reinaba en 1130 en el valle de Arán, él mismo dice en 1131 que reina “desde Belorado hasta Pallars y desde Bayona hasta Monreal”. Se trata de Monreal del Campo, entre Calatayud y Teruel, conquistado a los musulmanes en 1120 y perdido de nuevo en 1134.
Esta territorialidad fue ratificada internacionalmente de nuevo en el laudo arbitral de Londres de 1177, conocido como “Division of Kingdons of Navarre and Spain”, en el que la representación nabarra ante el rey inglés -que hace de árbitro- reclama la devolución de los territorios invadidos en aquellos años por Castilla de: “Cudeio –bahía de Santander-, Monasterio (Rodilla), Montes de Oca, valle de San Vicente (La Riojilla), valle de Ojacastro (Rioja Alta), Cinco Villas (Siete Villas de Anguiano), Montenegro (Cameros), sierra de Alba hasta Agreda (Soria) y las tierras comprendidas entre esos puntos y Navarra…”. Es más, el rey de Nabarra hace referencia a que es el Pueblo el que quiere ser parte del reino baskón, pues el emisario del rey argumenta en su nombre que es rey por “la fidelidad de sus moradores naturales”.
Como queda escrito en los acuerdos internacionales entre los diferentes jefes de Estado, en el sur pirenaico, son nabarros los habitantes de las actuales demarcaciones de: Alta Navarra, Bizkaia, Gipuzkoa, Alaba, La Rioja completa, la parte occidental de la actual provincia de Cantabria (creada entre mediados y finales del s. XIX: Trasmiera, el Bastón de Laredo y todas las antiguas tierras Enkartadas con Castro Urdiales –todas autrigonas-), Belorado (riojilla), Bureba, montes Obarenes con Miranda de Ebro, Valle de Mena y la Castilla la Vieja, repobladas todas ellas con baskones (euskaldunes), estando la frontera en: Atapuerca, Montes de Oca, Garray (antigua Numancia), la Extremadura soriana hasta San Esteban de Gormaz y la confluencia de los ríos Duero y Tera.
En enero de 1367 se pactó en Libourne que Carlos II de Nabarra y Eduardo el príncipe “negro” de Gales (príncipe por tanto de Inglaterra y de Baskonia continental-Aquitania) defenderían a Pedro I el Cruel en su derecho a heredar la corona castellana. El otro aspirante era su hermanastro por parte de padre, el hijo bastardo de Alfonso XI de Castilla, Enrique II, apodado de Trastamara (nombre del condado dado por su padre). A cambio, Pedro I prometió la devolución de Alaba, Gipuzkoa y La Rioja a Nabarra; Bizkaia fue prometida, sin embargo al príncipe de Gales por su apoyo. En el libro “Nabarra en su vida histórica” Arturo Campión comenta: “Tras Libourne, Carlos II en Kanpezo recibió prácticamente la misma oferta de Enrique y 20.000 dobles de oro”. Se le asignaron a Carlos II de Nabarra las villas y castillos de Tolosa (Mendikute), de Segura, de Mondragón, de Oiartzun (Beloaga), Hondarribia y “Sant Sebastián” (la Mota), además de Getaria y Motriku, cuyo tenente será el Sr. de Huart (Amezketa).
Carlos II liberó parte de la Nabarra Occidental, haciéndose fuerte en Vitoria, Logroño, Salvatierra-Agurain, Santa Cruz de Kanpezu y en Gipuzkoa durante 5 años (1368-73) con el beneplácito del Pueblo que se levantó con él; además contaba con la ayuda de alabeses y gipuzkoanos de las familias de los Oñaz, Lazkano, Murua, Berastegi, Beltrán Belaz de Gebara -señor de Oñate desde 1149 y que fue señorío independiente hasta 1845-, los Amezketa y otros. Se trataba de una hueste de 297 aguerridos guipuzcoanos con Pedro de Amézqueta y el señor de Oñate, D. Beltrán Belaz de Gebara, al frente.
En la Enciclopedia Auñamendi se explica la situación y se aclara que Carlos II también quería Bizkaia: “La entrevista de Carlos II de Nabarra y Pedro IV de Aragón con motivo de las luchas con Castilla se celebró en Uncastillo en agosto de 1363. Aragón había sido derrotado en el tratado de Murviedro celebrado en julio del mismo año. Ahora navarros y aragoneses suscribían un tratado secreto para repartirse el reino de Castilla si llegaban a conquistarlo. A Navarra se le entregaría el occidente de lo que había sido reino vasco, es decir, Castilla la Vieja, Soria, Agreda, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Aun así y todo, el rey de Aragón prometía al de Nabarra el viejo territorio de Jaca y su comarca. Esto, en el caso de que el rey de Navarra diese muerte o apresase al de Castilla”.
Toda la Nabarra peninsular fue conquistada en un largo proceso que duró casi cinco siglos (1054-1524). Tras la conquista de Alta Navarra (1512-24) y aprovechando la muerte de Fernando II de Aragón “el Falsario” (1516), el Pueblo nabarro se alzó varias veces con su nuevo rey Enrique II “el sangüesino” a la cabeza. Enrique era nabarro y educado según el Derecho Pirenaico conforme a Fueros, y como juraron en el año 1494 en el acto de su coronación como reyes de Nabarra sus padres D. Juan y Dña Catalina: “Al qual heredero primogénito o primogénita, haremos vivir y criar en este dicho reyno en la lengua y con la gentes de aquel” (B. Estornés Lasa “Lo que No nos enseñaron”).
Enrique II rey de Nabarra “el sangüesino” pues nació en el palacio real de esta villa, mandó a su secretario Miguel de Olite escribir los derechos sobre territorios, villas y señoríos lo que hizo en media docena de cuadernos. Miguel de Olite hizo un balance de todo el reino y propuso “hacer probança” de cómo el reino comprendía: “Guipúzcoa, Bizcaya y Alaua y mucha parte de Rioja hasta el olmo de Burgos (…) como las sepulturas que antiguamente los reyes de Navarra tenían en Nájera y otras ciudades y villas que hoy en día parecen las armas de Navarra, así como en Logroño y en otro lugares, que de poco acá se han borrado”.
Por el Norte, el nieto de Enrique II “el sangüesino”, el Bourbon Enrique III de Nabarra al convertirse en IV de Francia por derecho de herencia, comenta que su “Disjoint et separé de notre maison de France”, es decir, la separación de ambos Estados. Al principio de su coronación como rey francés, Enrique deja claro la separación del reino de Navarra y Bearne de Francia en documentos como el de 1607 (según un documento del Parlament de Paris A.N. Registre X1A-8646 Fº 43): “(…) que por lo tanto dicha Majestad (Enrique) no puede, en derecho, unir dicho país soberano a dicho reino de Francia sin consentimiento de dichos Estados (Baja Navarra-Bearne) (…) hemos ordenado que nuestro dominio antiguo tanto de nuestro reino de Navarra, soberanía de Bearne y de Donezan, país bajo de Flandes que nuestros ducados, condados, vizcondados, tierras y señorías enclavadas en este reino fuese y permaneciese desunido, distraído y separado de nuestra corona de Francia sin poder entrar comprendido ni mezclado si no es ordenado más tarde, o que Dios nos haya hecho esta gracia de darnos linaje y quisiéramos poder y a este fin para no cambiar el orden y formas observadas en la conducta y mantenimiento del nuestro dominio habíamos declarado nuestra intención que fuese llevado y administrado por personas distintas, así que como había estado antes de nuestro advenimiento a la Corona. Y sobre las dificultades que nuestra corte del Parlamento de París hacía de proceder a la verificación de dichas cartas.”
Será el hijo de Enrique III “el bearnés” o “el nabarro”, Luis XIII de Francia educado por Richelieu, el que no aceptó ser “príncipe de Biana” y por tanto no fue aceptado como rey de Nabarra por sus Cortes, por lo que terminó tomando el parlamento de Nabarra que se reunían en la iglesia de Donapaleu así como el del Bearne que se reunían en Pau, lo que acabó con la soberanía del reino baskón sobre territorio alguno en 1620, tras 1000 años de soberanía.
Pero la historia del reino de Nabarra es un continuo hasta el presente. Así durante el primer Alzamiento foralista de 1835, se quiso dar desde las Diputaciones a Tomás de Zumalakarregi, General de las tropas vascas, la corona de Nabarra como Tomás I. Incluso desde el bando liberal se seguía hablando del reino de Nabarra y de su territorialidad. El militar liberal del partido republicano federalista de Pi y Maragall, Serafín Olave (Sevilla 1831-La Rioja 1884, de padre alto navarro), escribió en 1883 un libro de título “Reseñas históricas y análisis comparativo de las Constituciones Forales de Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia”, en el mismo se decía: “Navarra está dispuesta a admitir una libre reincorporación de los territorios de La Rioja, vascongadas y la Sexta Merindad de Ultrapuertos (hoy francesa), que antes fueron navarros; constando ya que, en algunos de ellos, existe la patriótica tendencia a tan fraternal y conveniente unión, cuando las circunstancias lo permitan”. Olave era Diputado por Alta Navarra y pedía una confederación de repúblicas de Nabarra.
El segundo alzamiento foralista creó en el sur de Nabarra entre 1873 a 1876 un pleno “Estado Federal Vasco Carlista” con las “cuatro provincias” (reducidas a esa condición tras perder la Primera Guerra Carlista), por tanto con todas las atribuciones de un Estado: moneda, sellos, Tribunal de Justicia o deuda pública propia, con un centro de comunicaciones en Baiona -tras el consentimiento del gobierno francés- y, finalmente y lo más importante, con un ejército de 24.000 soldados que lo defendían. Con la formación de un Estado nabarro pleno, un nuevo Bourbon reinaba sobre los baskones del sur y con su consentimiento (desde que lo hiciera Enrique III de Nabarra), se trataba de Carlos IV de Nabarra, el cual buscaba mediante el reino baskón el reconocimiento internacional a su corona que nunca se produjo.
Las referencias al reino baskón de Nabarra y a su territorialidad llegaron vivas al siglo XX. Los representantes del último gobierno soberano que tuvimos aunque fuera sobre un territorio minúsculo entre Legutiano en Alaba y Bizkaia, una vez conquistado por los fascistas españoles-italianos y alemanes, en 1940 en Londres en plena Segunda Guerra Mundial y constituidos como “Consejo Nacional Vasco” presidido por Manuel de Irujo, redactaron un anteproyecto de Constitución para la Nabarra peninsular, el cual, en su artículo 5º declaraba como unidad territorial del Estado baskón por el Sur el del reino histórico de Nabarra: “(…) Sus límites son: al Norte los Pirineos y el Golfo de Vizcaya; al Este el río Gallego; al Sur el Ebro hasta Gallur y la divisoria de las aguas entre las cuencas del Ebro y Duero a partir de Moncayo en toda la extensión de ambas vertientes; y al oeste el Cabo de Ajo (Peña Cantabria en Santander)”. Era por tanto “Euzkadi” o “Euskadi” en aquél entonces un primer intento de crear un nuevo Estado cuya única definición del territorio nacional coincide con el del reino baskón de Nabarra.
En 1962 el bizkaíno Federico Krutwig en “Vasconia” era clarividente: “No cabe duda de que históricamente considerando, el futuro Estado libre vasco deberá comprender al sur de los Pirineos y al norte los territorios que correspondieron a la corona Navarra y Ducado de Vasconia (…) soberanías que en su origen son las mismas”. “(…) La reinstauración de la Navarra histórica, desde el Garona a la cabecera del Duero, desde Santander hasta la Maladeta (Benasque, Huesca)”.
En todos los mapas cartográficos internacionales (franceses, ingleses, italianos, españoles etc.) éstas son las fronteras políticas aceptadas para los baskones o nabarros, tal y como se puede comprobar en “Mapas para una nación” de J.M. Esparza (edit. Txalaparta 2011).
Conclusiones
Como dicen los historiadores del libro “Historia de Euskal Herria” Rafael López, Joseba Agirreazkuenaga, Román Basurto y Rafael Mieza: “Si bien tradicionalmente la historiografía ha considerado como imposible que en la Edad Media surgieran conciencias nacionales ni sentimientos nacionales por el escaso desarrollo que presentaban entonces las estructuras políticas, económicas e ideológicas, últimamente tal consideración va perdiendo terreno a favor de una nueva concepción de los fenómenos de identidad colectiva nacionales cuyo nacimiento se tiende a datar cada vez más en fecha más temprana (siglos VIII y IX). En el caso de Vasconia (incluido Caro Baroja), esta nueva aproximación al problema del nacimiento de las primeras entidades políticas basadas en la existencia de una conciencia grupal encuentra una perfecta adecuación con la aparición en las fechas apuntadas del Ducado de Aquitania (y Baskonia) y el Reino de Pamplona (o Nabarra)”.
Sancho III el Mayor, tal y como recoge el historiador pamplonés A. Campión (1854-1937), dejó a su primogénito “toda la población euskara”. El historiador y político bilbaíno Anacleto Ortueta (1877-1959) sobre este gran rey europeo dijo: “Sancho III el Mayor eligió sabiamente las fronteras del Estado Vasco, pues los límites que dio a Navarra fueron los geográficos naturales. Es el genio tutelar de la nacionalidad vasca. Gracias a él vivimos como pueblo”. El historiador español Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) era de la misma opinión: “(Sancho el Mayor) quiso unificar un gran reino navarro, predominantemente vascón por su lengua”. El propio Ramón Menéndez Pidal en otro libro escribió del rey nabarro Sancho III el Mayor (1000-1035)1: «reparte sus estados entre sus cuatro hijos, apareciendo como uno de los más audaces estadistas estructuradores de fronteras y de pueblos, dejando al primogénito García el solar de la dinastía, el antiguo reino de Navarra, homogéneamente vascón por su lengua». Fue la cúspide del reconocimiento nacional e internacional de los baskones.
El Pueblo baskón se dio desde la Alta Edad Media su propio Estado, institucionalizó su poder y logró mantener su territorialidad. Ese Estado llamado ducado de Baskonia primero y reino de Pamplona y de Nabarra después, fue roído por los diferentes Estados imperialistas que lo rodeaban. Ninguno de los jefes de Estado de Baskonia o Nabarra ha renunciado a ninguno de sus territorios y menos el Pueblo sobre el que se vertebraba. Este Estado era el paraguas político de un Pueblo que tenía una lengua nacional o “lingua navarrorum”, aunque también se expresaba en otras lenguas romances. Esa lengua nacional creó el nombre de Euskal Herria con el que podemos identificar a todo el Pueblo baskón. Es decir, Euskal Herria no es un territorio estanco sino que su suerte ha ido paralela a la del Pueblo baskón y a la del Estado baskón de Nabarra.
Si nos retrotraemos en el ovillo de la historia, podemos decir que el término de Euskal Herria es lingüístico y aplicable en el siglo VII a todo el territorio del ducado de Baskonia y en el siglo XI al Estado baskón de Nabarra, y que su territorio se ha ido reduciendo hasta siete de los territorios en los que fue dividido el reino de Nabarra, demarcaciones políticas impuestas finalmente por el imperialismo franco-español donde se habla actualmente, más en el Bearne, Estado separado y coaligado después a Nabarra bajo un mismo rey.
Pero incluso desde un punto de vista cultural y étnico, la pervivencia de su unidad aparece según se rasga la superficie y se profundiza en las raíces de sus gentes. Por tanto, el territorio de Euskal Herria ha sido y es el territorio del Estado baskón de Nabarra, el cual, en el plano político internacional, es el que han defendido todos los jefes de Estado que hemos tenido y los baskones -los euskaldunes históricos- no hemos renunciado a él ni aceptado ningún otro.
El Pueblo que existe es el que resiste, el Pueblo resiste es porque existe. El territorio que finalmente consiga liberar nuestro Pueblo del imperialismo para reactivar nuestro Estado, será continuación de Baskonia y de Nabarra, Estados de Euskal Herria, entonces será cuando nuestros jefes de Estado -en nombre del Pueblo al que representan-, podrán marcar nuestras nuevas fronteras.
1“España y su Historia” (tomo II, ediciones Minotauro, páginas 344-345).
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