Allá por el 2003 el führercito José María Aznar bailaba sobre nubes de algodón pues había logrado lo que ni siquiera su gran héroe e inspirador hubiese siquiera soñado. Mientras que Francisco Franco había llegado a ser tan solo un pelagatos más de Adolph Hitler y un diminuto títere de Ike Eisenhower, él, José María, nieto e hijo de ministros franquistas, se había colocado en el podio de honor, por debajo tan solo de George W. Bush y codo a codo con Tony Blair.
Él era UNO de los TRES de las Azores, él era el valiente y decidido Cid Castellano que dirigiría a las huestes cristianas de Occidente en su nueva cruzada contra los infieles en el Medio Oriente.
Él era el gran José María Aznar, gran defensor de la fe en Dios y del capitalismo... y no importaron los miles de muertos en Afganistán e Irak, las decenas de muertos en Atocha, vaya, no importaron siquiera las vidas de siete de sus espías como nos relata esta nota publicada en El Confidencial Digital:
Siete agentes del CNI fueron asesinados en Irak hace ahora doce años y Aznar no hizo caso a sus informes
Comunicaron que Sadam Husein no disponía de armas de destrucción masiva y que no tenía vínculos con Al Qaeda
Mañana, 29 de noviembre, se cumplen doce años del asesinato de siete agente del CNI en Irak (otro más había perdido la vida mes y medio antes). Con el paso del tiempo, ha quedado patente que su trabajo fue vital para mantener a salvo a las tropas españolas allí destinadas, pero también que el presidente José María Aznar no hizo caso de sus informes de primera mano.
El 9 de octubre de 2003, el agente José Antonio Bernal, destinado en Bagdad años antes de que comenzaran los bombardeos de Estados Unidos, fue asesinado en la puerta de su casa. Alberto Martínez, jefe de la delegación del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en Irak, y él llevaban varios años trabajando intensamente sobre el terreno y habían labrado unas relaciones envidiables.
Fruto de este trabajo fueron los informes que enviaron a sus jefes en Madrid sobre los temas candentes que el Gobierno, presidido por José María Aznar, les pedía.
Sin armas de destrucción masiva
En los meses anteriores a la invasión de Irak, el gobierno estadounidense montó una campaña mundial de desprestigio contra Sadam Husein basada en sus relaciones con Al Qaeda y en la posesión de armas de destrucción masiva.
Para facilitar información de primera mano al Gobierno, Martínez y Bernal movieron a sus confidentes, indagaron por todo el país, y al final comunicaron a sus jefes que todo era falso: no había buena relación entre Sadam y Al Qaeda, y además el líder iraquí no disponía de armas de destrucción masiva.
Los dos se quedaron de piedra cuando Aznar se sumó a la alianza entre Estados Unidos y Gran Bretaña y defendió exactamente lo contrario de lo que ellos habían demostrado. Aún más, Bernal manifestó a una persona cercana: “Aznar no sabe lo que está haciendo, aquí no hay armas de destrucción masiva, de ninguna manera”.
La inexistencia de las armas fue sostenida el 4 de septiembre en el Congreso de los Diputados, a puerta cerrada, por el director del CNI, Jorge Dezcallar, lo que despertó un gran recelo en los partidos de la oposición.
Aznar contestó que los que ponían en duda los vínculos de Sadam Husein con el terrorismo de Al Qaeda solo buscaban ponerle contra las cuerdas, y se ratificó en todo lo explicado en el Parlamento siete meses antes sobre los vínculos del dictador iraquí con la organización de Bin Laden.
Cambio de escenario en Irak
A pesar de que el Gobierno no hacía caso a su trabajo, los dos agentes del CNI no cesaron en la intensidad de su trabajo. Sin embargo, el panorama de buenas relaciones que dejaron antes de abandonar Irak, días antes de que comenzaran los bombardeos, dio un giro radical cuando regresaron a un Irak ocupado por las tropas estadounidenses. Sus fuentes pasaron a recelar de ellos y se habían convertido en objetivo de los servicios secretos de Sadam.
Antes de la muerte de Bernal, España había desplegado tropas sobre el terreno, y para garantizar en lo posible su seguridad el CNI había enviado más agentes, con el experto Martínez comandándoles.
El 26 de noviembre, cuatro agentes que llevaban meses preparándose en Madrid para sustituir al equipo sobre el terreno, llegaron a Bagdad para hacer un reconocimiento sobre el terreno.
Una emboscada
El 29 de noviembre, los agentes entrantes y salientes, un total de ocho, iban de viaje y fueron atacados por rebeldes, que asesinaron a siete de ellos y solo uno pudo escapar.
Alberto Martínez, Luis Ignacio Zanón, Alfonso Vega, Carlos Baró, José Ramón Merino, José Lucas Egea y José Carlos Rodríguez murieron a manos de los extintos servicios secretos de Sadam.
Un monolito recuerda en la sede central del CNI en Madrid que dieron su vida por España sin esperar nada a cambio.
Siete idiotas útiles, fríos mercenarios adoctrinados... sacrificados al ego de Aznar.
°
No hay comentarios.:
Publicar un comentario