Aunque usted no lo crea, estamos de vuelta con todo el asunto de los ocho apellidos vascos de la mano de esta entrevista a uno de sus protagonistas, Karra Elejalde. Uno que otro sobresalto en sus comentarios, están advertidos.
Ha sido publicada en la página de As, aquí la tienen:
“Lo digo claro, soy vasco, y la Selección para mí, lo primero”
Los ‘Ocho apellidos vascos y catalanes’ han colocado a Karra en lo más alto, pero está preparado para la soledad de mañana. Habla de su pasión por la Real y la Selección.
A. Mérida / G. Pose
Euros aparte, ¿para qué le ha servido el éxito de los apellidos vascos y catalanes?
—Uff, qué quieres que te diga, puedo decir que hubo una época no muy lejana en que era más o menos un apestado, un vulgar fumeta, y ahora me ofrecen hasta dar las uvas en Nochevieja. Esto es así de crudo. En esta profesión no tiene éxito el que más se lo merece. Yo no era peor actor antes de rodar Ocho apellidos vascos, sin embargo después del éxito de la película yo soy la hostia, con un reconocimiento increíble y me agasajan desde todos los sitios. Unos meses antes de hacer esa película había telarañas en mi frigorífico. Puedes hacer cinco películas en un año y ninguna en el lustro siguiente. Esto es una lotería y, de repente, estás de moda de la misma manera que dejas de estarlo.
—Supongo que ya no le sorprende este estado de las cosas.
—Que no me sorprenda no quiere decir que deje de ser injusta la situación. Ahora vuelvo a estar ahí arriba, estoy feliz con mi familia, con mi hija, pero te aseguro que, también, he perdido mucha calidad de vida. Ahora tengo que comer en reservados porque en cualquier sitio que voy me arrasan. Ya no salgo por la noche a tomar gin tonics.
—¿Tuvo dudas en rodar ‘Ocho apellidos catalanes’?
—Por supuesto, no veía la necesidad, yo les decía, ¿a qué cojones vamos a Cataluña ahora? En fin, son directrices que no sé de dónde vienen. Cuando leímos el guión por primera vez sentimos que estaba un poco cojo aunque luego lo fuimos arreglando. Mucho ha tenido que ver la mano sabia del director, Emilio Martínez Lázaro.
—Ha coincidido el estreno con el estruendo del separatismo catalán, ¿cómo lo ha vivido?
—Piensa que esta película, todo el proceso de guión y desarrollo, empieza a gestarse dos años atrás, por lo que todo este revuelo político no está retratado. Íbamos a hacer una cosa pintoresca y, de pronto, nos encontramos con que esto ha cobrado una virulencia importante. Ahora no sé cómo se lo tomarán en Cataluña. Es muy importante la labor del director, que ha puesto todo su empeño en hacer una película cauterizadora. Tras Ocho apellidos vascos” gente vasca de ley se acercaba a mí y me decía: Karra, no sabes lo que habéis hecho por Euskadi. Y eso me reconfortó mucho porque se trataba de un relato para tender puentes y sanar heridas. Teniendo en cuenta que la situación en Euskadi ha sido mucho más grave que la de Cataluña, ha habido mucho dolor, sangre y muerte. Y, sin embargo, hemos sabido reírnos de nosotros mismos. Espero que en Cataluña no se molesten porque hemos tratado el asunto con cariño.
—¿Contempla una Cataluña independiente?
—Yo no soy independentista, pero hay un derecho inalienable del ser humano que es dejarle expresar lo que piensa. Dicho esto, pienso que el nacionalismo cerril se cura viajando. Cuando sales de casa te haces más humilde y aprendes a disfrutar de las cosas buenas que hay fuera. Otra cosa es el perverso juego de la democracia, un sistema que es un pandemónium, una farsa. Significa que las minorías seguirán siendo menospreciadas y aplastadas por el dictamen de la mayoría. Si sale una mayoría que vota jugar a la petanca no nos queda más remedio que jugar a la petanca. Y así llevo toda mi vida, jugando a la petanca. Estoy hasta los huevos de la democracia.
—Usted es vasco, hincha de la Real Sociedad, ahora vive en Barcelona y su hija es del Barça, ¿cómo vive esa situación?
—Pues mira, vamos a ver, mi hija es catalana y le interesa mucho más el Barça que el Madrid o la Real, y lo veo normal. Cuando quedamos en mi casa a ver fútbol todos los que vienen son del Barça y se ponen como locos y yo me limito a chincharles y a relajarles como puedo. Soy un pobre aficionado de la Real, un equipo que desestructuran cada año. Te quitan a Illara, aunque luego ha vuelto, a Bravo, a Griezmann, Vela está desaparecido y te quedas muy triste. Ser del Real Madrid es muy fácil aunque ahora pase por momentos de confusión. Aún recuerdo a mi tío cuando se mamaba y lloraba cuando perdía la Real.
—¿Cómo asiste a esa estrecha relación del Barça con el independentismo?
—La política está en todo, eso es así, y está tan politizado el Barça como el Madrid. El Camp Nou se llena de esteladas a menudo, es verdad, pero, por ejemplo, cuando juega el Sevilla, el Zaragoza o el Depor no veo banderas de España en las gradas, sin embargo en el Bernabéu se ven muchas. Y cuando escucho y veo a muchos tertulianos de fútbol militantes del Madrid estoy viendo a familiares de Ynestrillas. Hay que reconocer que también existe un nacionalismo españoloide, el que representa Manolo el del Bombo. La bandera de España no se la pueden apropiar unos cuantos, porque ni el Madrid, ni el Atleti, ni el PP, ni el PSOE son España. ¿Y los demás, qué? Así que en uno y otro lado existe ese tipo de quiste estúpido que abona esa guerra de las dos Españas desde hace tanto tiempo. Todos somos hijos de vencedores y perdedores y necesitamos un símbolo común, otra bandera. La que tenemos está caduca, igual que el Himno.
—¿En un Madrid-Barça usted con quién va?
—Lo digo bien claro, yo voy con la Selección, soy vasco aunque no nacionalista y para mí la Selección es lo primero. El gran Iribar, el Chopo, era de Herri Batasuna y defendió siempre a España hasta la muerte sin hacer ruido. A mí me encanta la Selección española y la sigo con pasión. Y lamento cuando se pelean los del Barça con los del Madrid porque eso es malo para la Selección.
—¿Cómo sintió desde Euskadi y Cataluña los grandes éxitos de la Selección Española?
—Esos éxitos se vivieron con igual emoción en todos los sitios y tanto en Euskadi como en Cataluña se celebraron por todo lo alto. Además, ¿creéis que España habría sido lo mismo sin Iniesta, Xavi, Busquets, Piqué o Puyol? Los demás, claro, también tuvieron su importancia, Casillas el primero, pero esos que digo fueron la clave de los triunfos de España y cuando Puyol marcó aquel golazo de cabeza ante Alemania toda España saltó de alegría, fueran del Barça o del Madrid.
—¿Se merece Piqué que le piten por los campos de España?
—Mira, Piqué, Alves, Neymar, no sé, son bastante tocapelotas, a mí no me gusta lo que hacen. Pero Juanito, Buyo y alguno más también alborotaban lo suyo y eso es un hecho. Hay un tipo que merece todo el respeto y que maneja muy bien la situación, Del Bosque. Es imprescindible alguien así en un equipo. Es el que más sufre cuando en un Madrid-Barça ve cómo se enzarzan los jugadores de los dos equipos. Del Bosque es el hombre capaz de que toda España, catalanes, vascos, gallegos… se una en torno a la Selección.
—¿Qué le parece la política del Athletic de Bilbao de sólo fichar a jugadores vascos?
—Yo me descojono, porque ahora van a ser vascos hasta los riojanos y los de Toledo, no digamos los navarros. En ese equipo juega gente de varias Comunidades. Y en cuanto hay un francés con apellido vasco, o cualquiera de cualquier país remoto que lo tenga, ¡hala, a por él! Y luego no se cortan a la hora de contratar entrenadores extranjeros, que hay una nómina larga de ellos. Me parece un poco peregrino que hagan eso si su sello es el personal de Euskadi. Te tienes que reír.
—Usted ha dirigido cine pero ¿se ve como director, entrenador de un equipo de fútbol plagado de estrellas?
—Un equipo de grandes jugadores no necesita un entrenador laureado, afamado, cualquier desconocido con sentido común, talento y saber estar puede hacerlo. Se trata de que los chavales estén animados y luego que jueguen como ellos saben. Lo importante es que los jugadores sientan el espíritu de equipo, es esencial, porque si cada uno va a lo suyo la cosa no funciona. Y si fuera entrenador lo primero que contrataría es a un buen psicólogo para todos los futbolistas. Hay que enseñarles que sólo cuando pasión y cerebro conectan salen las cosas mejor.
—Concepto elevado para unos futbolistas que no dejan de ser niños.
—Son niños, sí, pero tienen que aprender a madurar, a espabilarse. Tienen que salir del cascarón donde están tan calentitos. Mira, si un jugador mío protesta airadamente al árbitro le saco del campo y no vuelve a jugar en toda la temporada. Hay un montón de chiquilladas que nos hacen perder partidos. Bien, pues nunca perdamos un partido por una chiquillada.
—Da la sensación de que entrenadores como Mourinho no se van a ver reflejados en este perfil tan filósofo.
—Mourinho es lo peor. Su regla del vale todo para vencer no es válida, no sirve. Lo que vale es el sentido bravo y noble del juego y la deportividad. Si mi hija fuera del Madrid no me gustaría que Mourinho fuera el entrenador. El deporte es todo lo contrario a lo que Mourinho enseña. ¿Qué hacía en el ojo de Tito, qué le pasaba, estaba bobo? Y no puede ser que el acto de nobleza que tuvo Casillas con Xavi provocara ese desenlace tan vergonzoso.
—¿Qué opina de Luis Enrique?
—Es un tipo curioso, muy personalista, está en una continúa somatización de un berrinche. De alguna forma eso lo entiendo porque a mí también me ha pasado alguna vez con la prensa en estas últimas promociones. Hay periodistas que se las traen.
—Pues yo le quería preguntar por el voley playa femenino.
—No hay problema, qué bello deporte, no merece tener tan poca presencia en los medios. Bueno, en general, el deporte femenino en España no tiene mucha repercusión y eso no está bien. Tenemos campeonas en muchas disciplinas y casi no las conoce nadie. ¡Quiero que emitan por la tele más partidos de basket y de fútbol femenino! Y de voley playa, por supuesto. Entre otras cosas porque me mola más ver hacer deporte a las chicas que a los chicos.
Ahí lo tienen, casi nada que ver con su personaje en los filmes.
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