Les compartimos la opinión de Humberto Musacchio con respecto al acto colaboracionista por parte del gobierno priista de Enrique Peña Nieto con respecto al proceso de autodeterminación del pueblo catalán.
La misma ha sido publicada en Excelsior, aquí la tienen:
¿México contra la secesión catalana?
La embajada mexicana en Madrid recibió una “carta informativa” del Parlamento de Cataluña en la que este órgano comunica la decisión de dar curso a lo que allá se denomina popularmente la “desconexión” de España, ni más ni menos que un proceso que busca la independencia total respecto del trono de Madrid.
Humberto Musacchio
La misma comunicación recibieron todas las embajadas acreditadas ante la abollada corona española, pero la única que regresó el documento fue precisamente la representación mexicana, que de esta manera tomó partido en contra de la independencia catalana. La información, que pasó inadvertida para las agencias, fue transmitida por Armando G. Tejeda, corresponsal en Madrid del diario mexicano La Jornada (25/XI/2015).
Nada hubiera pasado si, al igual que las otras embajadas, la de México simplemente se hubiera quedado con el comunicado sin hacer comentarios. Es justamente lo que hicieron los demás países, pues ante un proceso que está en sus inicios, de curso imprevisible y final incierto, lo mejor es observar los hechos sin tomar partido.
Pero doña Roberta Lajous, embajadora de México en España, tomó partido y abrió un frente más al atribulado e incapaz gobierno mexicano, suponemos que por instrucciones enviadas desde la Cancillería, pues una decisión de esos alcances no se adopta sin consultar a la superioridad, pues se trata de un asunto que requiere de un trato cuidadoso y discreto, no de una declaración de guerra.
Es improbable que una funcionaria con la experiencia de Roberta Lajous haya tomado una decisión sin consultar a la Cancillería. La embajadora es licenciada en relaciones internacionales y maestra en ciencia política, con más de 20 años de trabajo efectivo en el Servicio Exterior, en cargos ejecutivos dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores y como representante mexicana ante Austria, Cuba y la ONU. De modo que no desconoce la tradición mexicana en materia de política externa, lo que hace pensar que recibió instrucciones desde México para incurrir en ese desatino que puede tener lamentables consecuencias.
Pero si Roberta Lajous es una diplomática conocedora y experimentada, de ninguna manera es el caso de la actual canciller, la señora Claudia Ruiz Massieu, quien no tiene formación académica en materia internacional. Igualmente, al llegar a la dependencia ahora a su cargo carecía por completo —insisto, por completo— de experiencia, pues no había desempeñado función alguna en el campo internacional, a menos que se considere que la promoción turística —en la que tampoco tenía experiencia ni conocimiento, como quedó demostrado— es clave para la política exterior de una nación.
Por supuesto, en modo alguno es extraño que el actual y los últimos gobiernos de México se identifiquen con la ultraderecha peninsular. Son muchos los negocios conjuntos que estimulan el gobierno neofranquismo de España y el priismo empanizado de hoy, que ha renegado de sus mejores tradiciones y ha desmontado las políticas más determinantes, como la propiedad sobre los recursos del subsuelo, ahora en venta de garaje y la política exterior, otrora bandera de dignidad respetada por tirios y troyanos.
Pero las políticas dignas e inteligentes son cosa del pasado. En la profunda crisis institucional que atraviesa el país de lado a lado, la política exterior no podía ser la excepción. Principios como la no intervención y la autodeterminación de los pueblos son cachivaches que ya se mandaron al cuarto de los trebejos. Hoy mandan los negocios, y no precisamente los de interés nacional, como lo confirman los favores a empresas de matriz española que por decisión gubernamental han desplazado groseramente a las firmas mexicanas más acreditadas.
Se olvida, pues, que el comportamiento internacional de México se basaba en principios y que éstos no pueden desecharse como el alimento digerido del día anterior. Esos principios son los que permitieron a un país como el México de los años treinta, militar y económicamente débil, tender su mano solidario a la España republicana, agredida por la Alemania nazi y la Italia fascista.
Los mexicanos de varias generaciones crecimos con la convicción, que muchos mantenemos, de que Lázaro Cárdenas pertenecía a una estirpe de gigantes y que era posible mantener nuestra dignidad e independencia mediante una política inteligente. Hoy se ha optado por el camino fácil del entreguismo desbocado. Es penoso.
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