Nada es absoluto, todo es relativo.
Les presentamos este reportaje publicado en Deia:
Se cumplen cien años de la publicación de la Teoría de la Relatividad
El próximo miércoles se cumplen cien años de la publicación de la Teoría General de la Relatividad. El catedrático de Física Teórica de la UPV/EHU, José María Martín Senovilla, repasa la genialidad de su autor
Aner Gondra
Es una construcción tan poderosa, tan bella y tan inusual, que a los físicos nos deja muy sorprendidos”. José María Martín Senovilla, catedrático de Física Teórica de la UPV/EHU, analiza la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein como un crítico de arte embelesado ante un lienzo. La comparación, en parte, no es tan descabellada, puesto que el legado más importante del científico alemán (y suizo y estadounidense) brota por completo de su imaginación, de su intelecto y de su capacidad para crear problemas y soluciones donde todavía, aparentemente, no había nada. “Esa es otra de las cosas que le hacen especialmente diferente y relevante a Einstein”, apunta el catedrático, “así como la Teoría Especial de la Relatividad sí que estaba en el ambiente cuando la enunció en 1905, en el caso de la Teoría General de la Relatividad no había nada que explicar y no había nadie pensando en eso”. La humanidad hubiera tenido que esperar mucho tiempo para dar con ella porque, simplemente, no se necesitaba para nada. “No había ninguna observación, ningún dato, ni ningún experimento en el que te preguntaras por qué esto no funciona o por qué no entendemos esto. No hacía falta”, describe Senovilla.
Cuando en 1915 Albert Einstein se sacó de la chistera su Teoría General de la Relatividad pocos lo tomaron en serio porque a la gente le costó entenderla. “El problema de la teoría es que tiene un aparato matemático muy grande y muy complicado”, aclara Senovilla, “tuvo que usar los últimos avances matemáticos”. Al propio Einstein le costó dar con la fórmula definitiva, probablemente porque “se adelantó mucho a su tiempo”. Su trabajo, con el que fue capaz de explicar un movimiento anómalo que tenía el planeta Mercurio, predecía una serie de pequeños efectos, pero el mundo no se descubrió la cabeza ante su hallazgo hasta cuatro años después: “Predijo la desviación de la luz de las estrellas al pasar junto al sol, que fue lo que le hizo famoso en 1919 al demostrarse con un eclipse”.
¿Pero en qué consiste la Teoría General de la Relatividad? “Es simplemente una teoría de la gravitación”, responde el catedrático, “lo que pasa es que es una teoría que incorpora los elementos de su propia Teoría Especial de la Relatividad, donde había visto una serie de propiedades del espacio y del tiempo que eran novedosas porque hacían que, efectivamente, el tiempo y el espacio fueran relativos en el sentido de que dependían de quién lo midiera”. Esto hacía que el espacio y el tiempo pasasen a ser parte de la propia teoría de la gravedad como algo intrínseco, rompiendo con la teoría de Newton vigente hasta la época. El trabajo de Einstein adquiere tintes fundamentales porque “todo está en un lugar, todo ocurre en un instante de tiempo y todo sufre el campo gravitatorio”.
Durante los primeros años la teoría de Einstein solo sirvió para aplicarse en un puñado de experimentos básicos, pero con el paso de las décadas ha sido indispensable para aplicaciones cotidianas. Es el caso, por ejemplo, del sistema GPS, donde los relojes de los satélites tienen que ser continuamente corregidos para sincronizarlos con otro idéntico en la tierra.
Ícono del siglo XX
Albert Einstein ha pasado a la historia como un icono de la ciencia, en parte porque la revista Time lo escogió como la persona que más había influido en el siglo XX. José María Martín Senovilla cree que se debe como reconocimiento al pasado siglo como el siglo de la ciencia y, en parte, porque dar esta distinción a Adolf Hitler “no les pareció políticamente correcto”.
Senovilla cree que después de Albert Einstein, que falleció en 1955, probablemente ha habido científicos de su misma categoría. “Pero él estaba a un nivel que es el máximo”, matiza, “está al nivel de Newton u otros grandes científicos que han sido capaces de conformar el pensamiento de la humanidad acerca de cómo se vive el mundo. Hay muy pocas personas que hayan conseguido eso”. El científico judío recibió el Premio Nobel de Física en 1921 por su trabajo del efecto fotoeléctrico y dejó grandes avances en termodinámica, física cuántica, etc. “La lista de revoluciones que provocó Einstein es muy larga”, apunta el catedrático, “pero probablemente todos los físicos estarían de acuerdo en que su mayor logro fue la Teoría General de la Relatividad. Si no la hubiera hecho él, a lo mejor habríamos tenido que esperar 80 años para tenerla”.
Pero Einstein también dejó huella fuera de la ciencia. Alemán y judío de nacimiento, su juventud estuvo marcada por el acoso de las autoridades germanas e incluso de científicos alemanes, lo que le empujó a emigrar a Estados Unidos. En este sentido, en 1931 se llegó a publicar Cien autores en contra de Einstein, un libro en el que se recogían las opiniones de cien científicos que contradecían las de Einstein con el fin de desprestigiar sus investigaciones. La respuesta del padre de la Teoría General de la Relatividad pasó a la historia: “¿Por qué cien? Si yo estuviera equivocado, bastaría con uno solo”.
Nunca escondió sus inquietudes y temores acerca de la sociedad en la que vivía. “Fue siempre pacifista”, aclara José María Martín Senovilla, “defendió que hubiera un gobierno mundial para terminar con todo tipo de desastres. No obstante, tuvo un rol del que luego creo que se arrepintió toda su vida”. Al pensar que los científicos alemanes podían construir una bomba atómica, le escribió una carta al presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, para que impulsara las investigaciones en ese sentido. Las sombras de Albert Einstein se extienden en su vida personal y familiar. Su ruptura con Mileva Maric, esposa y compañera de trabajo, quebraba una familia de la que nacieron tres hijos. Su primera hija, antes del matrimonio, fue dada en adopción y nunca más se supo de ella. Otro de sus hijos sufrió esquizofrenia y pasó gran parte de su vida recluido en centros especializados. No tenía muy buenas palabras sobre su padre.
Con su fallecimiento, Einstein dejó inconclusa una teoría en la que quería integrar dos de las cuatro interacciones fundamentales (la electromagnética y la gravitatoria). “Eso se ha seguido y es una de las líneas principales dentro de la física teórica”, explica Senovilla, “hay ciertos avances en ese sentido, pero a pesar de que mucha gente lo ha intentado, nadie lo ha conseguido. Es una de las cosas que quedan pendientes”. Para resolverlo tal vez alguno eche en falta tener el cerebro de Albert Einstein, el mismo que un forense, sin permiso para ello, evitó que fuera incinerado con el fin de que fuese estudiado en el futuro.
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