Les compartimos el discurso completo de Sabino Cuadra ante la abdicación del monarca franquista Juan Carlos Borbón:
Diario de sesiones del Congreso de los Diputados
Pleno y Diputación Permanente Núm. 204 11 de junio de 2014 Pág. 22
Juan Carlos I, sí, el Rey de las dos caras, ha dimitido; el que fue designado sucesor por Franco, aquel dictador genocida a quien juró lealtad y quien después, sin despeinarse siquiera, se convirtió en demócrata de toda la vida.
Este es el Rey que ha abdicado. Se va, sí, pero su ida va bastante más allá del nombramiento de su hijo como sucesor, pretenden colarnos de nuevo otros cuarenta años de más de lo mismo, de un régimen que nació en aquella transición tramposa, fraudulenta, y esto y no otra cosa es lo que está hoy en este debate y en esta votación que vamos a realizar.
No fue el Rey ni fue Suárez quienes trajeron ningún tipo de libertad, fueron los trabajadores con sus huelgas, la gente normal de la calle, el pueblo con su lucha quien lo consiguió y el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez estaban al otro lado de la barricada dando órdenes para reprimir aquello, tramando planes, uno detrás de otro, para organizar cambios que en lo fundamental mantuvieran lo esencial de aquel régimen. Eso fue la Transición. Tan solo entre 1975 y 1977, los dos primeros años de Juan Carlos como jefe del Estado, en Euskal Herria fueron asesinadas más de cincuenta personas por la Policía, la Guardia Civil y las fuerzas paramilitares, cientos de personas fueron torturadas brutalmente, miles de personas las detenidas y Juan Carlos I era el jefe del Estado bajo el cual se organizó todo esto. Y después de 1977, más de lo mismo: se negaron los derechos a nuestro pueblo, prosiguieron las detenciones, las torturas denunciadas incluso desde la ONU y desde la Unión Europea, las ilegalizaciones, los cierres de periódicos y, ¿por qué no?, en ese régimen también se secuestró, se hizo desaparecer y se asesinó a personas con el GAL, y Juan Carlos era el jefe de ese Estado. Y hace tan solo una semana nos ha venido allí, a Navarra, el descendiente y nos ha dicho, nos ha repetido —aviso a navegantes— el cuento de siempre de la España una, única, indivisible e indisoluble, la única patria existente, la española, of course.
Juan Carlos I fue convertido en demócrata por una oposición vergonzosa que vendió su dignidad republicana por un plato de lentejas y, así, la España una, grande y libre franquista fue recauchutada y hoy tenemos esa España indivisible e indisoluble de la Constitución, de esa Constitución que no aceptamos allí en Euskal Herria. La transición nos legó también el ejército, la policía, la Guardia Civil blindada por una Ley de Amnistía de 1977 que evitó que se pusieran al descubierto todos sus crímenes durante cuarenta años; nos legó también una banca y un poder económico que medró con el franquismo y que hoy es la base del Ibex 35, y nos legó asimismo una jerarquía eclesiástica que paseó bajo palio a aquel criminal y mantuvo la mayor parte de sus privilegios.
La democracia, señoras y señores, es incompatible con cualquier tipo de poder hereditario y mucho más en el caso del Estado español en el que el Rey es jefe de Estado y es jefe también de los Ejércitos. La actual Monarquía, hay que recordarlo también, es la herencia de aquella España que desde el primer momento, desde su nacimiento, se asentó sobre la base de la conquista, de la guerra, de la imposición y de la exclusión. Se extendió así, con estos principios, por todo el mundo llevando conquistas, guerras, expolios, esclavitud, incluso genocidios a los pueblos indígenas de América Latina y se opuso a sangre y fuego hasta el último momento a las ansias de libertad y de independencia de Cuba, de Filipinas. Esta es la España que hoy tenemos aquí también presente.
La Monarquía —no hace falta decirlo— ha estado siempre al servicio de los ricos que son quienes la alimentan. No es casualidad que el primer discurso del Rey Juan Carlos después de su abdicación fuera ante trescientos directivos de las principales empresas españolas a quienes les dijo eso tan conmovedor, les alabó el servicio que prestan en la generación de puestos de trabajo y en la generación de empleo. Alaba así a quienes han destruido millones de puestos de trabajo, recortado salarios, privatizado las condiciones laborales. Alaba a estos. Alaba a todas las personas que en estos años de crisis han engordado sus bolsillos con ganancias millonarias, con contratos blindados, con jubilaciones de escándalo que claman al cielo. Alaba a estas personas, porque la Monarquía no se codea con los sindicatos, no, ni con las ONG ni con las asociaciones de pensionistas. Su reino no es de ese mundo.
No es el de la gente normal. Su reino es el reino amigo de las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, de esas satrapías misóginas y reaccionarias con las cuales se relaciona y a las que va a visitar un par de veces al año rodeado de banqueros y de empresarios para hacer negocios.
Por cierto —se ha dicho—, ¿para cuándo una auditoría de la fortuna real para saber a ciencia cierta, con pelos y señales, de dónde procede? ¿Qué negocios son los que ha hecho esta persona para hacer que hoy sea una de las personas más ricas de Europa? ¿Por qué los muros de La Zarzuela están blindados al fisco y a la fiscalía? ¿Y por qué se quiere mantener esto? Amaiur no quiere ninguna monarquía, ni para Euskal Herría ni para ningún país del mundo. Por eso somos solidarios con todo tipo de reivindicación republicana, de aspiración democrática y nos solidarizamos firmemente con ellas. Pero a
continuación tenemos que decir que por encima de todo la república por la cual nosotros luchamos es por la primera república vasca, la Euskal república, porque nunca hemos tenido ninguna república y sabemos de lo que hablamos. Porque allá, en Euskal Herría, en el Estado francés, se nos siguen negando también derechos políticos, derechos lingüísticos, derechos culturales. Y hoy, cuando se empieza a hablar de la necesidad de una segunda transición, de un proceso constituyente, nosotros decimos: Proceso constituyente, sí, pero en plural; procesos constituyentes para cada una de las naciones que hoy forman parte de este Estado que es cárcel de pueblos. Segunda transición, sí, pero asentada en una ruptura democrática con los pilares que nos legó aquella transición tramposa, fraudulenta. No más fraudes. La abdicación del Rey Juan Carlos no supone ningún cambio sustancial; se trata de una mera operación de lifting político para tapar las brechas de esa monarquía decrépita y de ese régimen que está siendo golpeado social y políticamente desde todos lados. Lo que tenemos aquí, en esta votación, es un mero de oca a oca y tiro porque me toca, y aquí lo que hace falta no es un cambio de personas sino un cambio de estructuras, un cambio de régimen.
Bertolt Brecht —voy terminando ya, su señoría—, poeta y dramaturgo alemán, afirmó: Tuvimos muchos señores, tuvimos hienas y tigres, tuvimos águilas y cerdos. Y a todos los alimentamos. Mejores o peores era lo mismo: la bota que nos pisa es siempre la misma bota. Ya comprendéis lo que quiero decir. No cambiar de señores sino no tener ninguno. Y nosotros, Amaiur, decimos: No cambiar de reyes sino no tener ninguno. Ni el padre ni el hijo ni el espíritu de Franco que anida en los dos. Esto es lo que decimos.
La votación que hoy se plantea tiene trampa porque en la misma, se vote lo que se vote siempre sale monarquía, siempre salen reyes. La baraja está trucada, solo tiene reyes, solo salen coronas en la misma y Amaiur no va a participar en esta farsa. Es algo que pretende perpetuar cuarenta años más de monarquía, de imposición y de negación de derechos a nuestro pueblo. Esto es lo que es. No participaremos en esta farsa.
(Pronuncia palabras en euskera y muestra la bandera del País Vasco.—Rumores.—Varios señores diputados: ¡Fuera! ¡Fuera!—Una señora diputada: ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!).
El señor PRESIDENTE: Muchas gracias, señor Cuadra.
Aquí el video:
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