Para darle contexto a las notas que se han estado publicando con respecto a Sartaguda este artículo publicado en Gara:
Tres historias entre las 3.240 que reviven en el parque de Sartaguda
La exitosa inauguración del Parque de la Memoria ha avivado el interés por la masacre de 1936 en Nafarroa. Familiares de fusilados que llevan dos décadas recuperando sus historias y Ahaztuak repartieron ese día un folleto con algunas imágenes que no son nuevas, pero sí desconocidas para la mayor parte de la ciudadanía. Y subrayaron que el reto pendiente es, sobre todo, recuperar sus ideas. Se calcula que la mitad de los fusilados eran socialistas.
Ramón SOLA
Boda civil en Erriberri: 32 comensales, 14 fusilados
Son 32 hombres, 32 en una jornada de fiesta. La imagen lo deja muy claro: hay dos calderos rebosantes para saciar el hambre, hogazas de pan debajo del brazo, vino para entonar el cuerpo, guitarra y acordeón para acompañar las jotas... La fotografía muestra también que se trata de gentes humildes, muchos de ellos agricultores. Se respira camaradería. Y los puños en alto subrayan que sus ideas son de izquierdas.
De hecho, celebran una boda, pero no una boda cualquiera, sino una celebración de carácter civil, evidentemente muy poco grata para la católica derecha de los años 30. Pero el Ayuntamiento de Erriberri (Olite) era de izquierdas desde 1931, cuando este bloque logra siete concejales frente a los tres conservadores.
32 hombres alegres y cargados de vida. Muy pocos años después, a 14 de ellos se la quitaron a tiros. 14 de 32; la evidencia palpable del alcance de un exterminio ideológico que en esta ciudad acabó con 45 de sus 2.785 vecinos. En el Archivo Municipal se hallaría una «lista de izquierdistas» fechada el 17 de octubre de 1936, con 196 nombres y apellidos, en algunos casos «marcados» junto a sus mujeres e hijos.
Su imagen fue recuperada en la enciclopedia «Navarra 1936, de la esperanza al terror» (Altaffaylla). La fotografía ocupa además las páginas centrales del cuadernillo repartido en el acto de Sartaguda por Ahaztuak y familiares y amigos de los asesinados navarros que fueron pioneros en la recuperación de la memoria histórica. El título del folleto da la vuelta al título de la enciclopedia: «Navarra 1936-Sartaguda 2008, del terror a la esperanza». Y lanza al aire una pregunta que para muchos no quedó respondida en la inauguración del Parque de la Memoria: «¿Enterraron huesos o enterraron ideas?».
Ideas como las de Salvador Eraso, segundo teniente de alcalde de Erriberri y veterano dirigente sindical. Es el cuarto por la izquierda en la primera fila de los que están de pie, con chaqueta oscura y boina, y el puño levantado. «Navarra 1936, de la esperanza al terror» recuperó su historia, como la del resto. Fue fusilado apenas una semana después del golpe de Estado, el 25 de julio, «por extremista peligroso» según la prensa fascista.
Ideas como las de José Sembroiz, también con el puño cerrado en la imagen. Aparece debajo de Eraso, algo más al centro, sentado, con el pelo echado hacia atrás, un pan en la mano, rostro serio. Es pastor. Su cadáver aparece el 6 de agosto en un olivar. Quienes le mataron comentarían luego que se negó a darles la espalda y tratar de huir, lo que les impidió camuflar su fusilamiento alevoso.
Ideas como las de Julio Pérez. Posa igualmente con el puño levantado justo en el centro de la fila superior de la foto, con camisa blanca y txapela. Concejal de UGT, huye con otro vecino y pasa varios días oculto entre las cosechas. Ante la imposibilidad de salir del cerco, ambos se cortan las venas el 21 de agosto. Al contrario que su compañero, Julio Pérez no muere y es capturado y llevado al hospital... pero sólo para fusilarlo más tarde, el 9 de setiembre, junto a otro compañero al lado del cementerio de Tafalla. Luego, de nuevo, la burla oficializada en la prensa afecta al régimen: «Se fugaron anteayer de la cárcel dos comunistas peligrosos que se hallaban detenidos a disposición de la autoridad militar... Las fuerzas de la Guardia Civil afectas al Movimiento han salido en persecución de los fugitivos».
Así, hasta 14. Catorce en una misma foto.
Sus nombres están escritos en Sartaguda. En mayo de 2007, el Ayuntamiento de Erriberri aprobó aportar 1.000 euros para el Parque. La portavoz de UPN y ex diputada, Eva Gorri, no votó tras afirmar que «este debate es poco productivo» y «partidista».
Maravillas, 14 años, violada y fusilada
Muchos conocieron su historia, una de las más espeluznantes de la masacre de 1936, en el acto de Sartaguda. Lo hicieron a través de la emotiva balada compuesta por Fermin Balentzia, el popular cantautor navarro: «La noche los vio entrar/ eran hombres sin luz/ venían a todo gritar/ eran la muerte azul./ La escalera crujió/ cuando salías tú/ con tu padre a dejar/ tu niña juventud./ Maravillas, Maravillas/ florecica de Larraga/ amapola del camino/ te seguiré donde vayas./ A Monreal, a Otsoportillo,/ a Sartaguda, a Santacara,/ para sembrar las cunetas/ de flores republicanas».
Fue el 15 de agosto de 1936, «el día de los auroros y con las iglesias llenas», según ha escrito una de las personas que acudieron a Sartaguda y que descubrieron ese sábado la historia de Maravillas y de su padre, Vicente Lamberto, militante socialista de Larraga, del que la niña decidió no separarse aunque le costara la vida. Tenía sólo 14 años, pero sabía bien adónde se lo llevaban los falangistas, por lo que insistió en acompañarles. Su final hasta duele contarlo. A Maravillas la violaron reiteradamente antes de matarla. El cadáver desnudo no fue descubierto hasta muchos días después, cuando ya se pudría. Se lo habían echado a los perros.
El nombre de Maravillas Lamberto Yoldi aparece hoy en el gran panel colocado en el Parque. «La muerte no fue capaz/ de sepultar tu mañana/ ni podrá pintar de olvido/ la acuarela de tu alma», canta Balentzia. Pero su estela estuvo a punto de perderse en las tinieblas de la Historia. Los fascistas, avergonzados sin duda, intentaron taparla para siempre. El historiador Iñaki Egaña contó el periplo vital de una de sus dos hermanas, Josefina. Esta niña, a la que la Guardia Civil dio un caramelo cuando les abrió la puerta para llevarse también a su madre, se hizo monja, y su orden la envió al lugar más lejano posible del mapa al saber la historia familiar. Josefina terminó en Karachi (Pakistán). «Cuenta que ni un solo día de su vida ha dejado de llorar a su hermana Maravillas y a su padre Vicente, que las pesadillas la desvelan a pesar de los somníferos y que el ser humano es malo por naturaleza. Que el mundo de los vivos puede ser como el peor de los infiernos concebidos por Dante. Y su desasosiego se ensancha cada día porque sabe que Maravillas no tendrá una tumba en la que depositar sus lágrimas infinitas», escribió Egaña.
Araceli,muerta por abanderar actos civiles
Araceli Ochoa sólo tenía 26 años. Su delito principal fue el de haber ejercido como abanderada en los actos civiles organizados en su pueblo. En Marcilla, donde antes de 1931 más del 40% de las tierras pertene- cían a una sola persona, la marquesa, el golpe del Estado fascista tampoco tardó en hacerse notar. El 19 de julio empiezan los tiros. Y en agosto, los fusilamientos. Araceli no iba a poder pasar más hojas del calendario. En la noche del último día del mes se produce una de aquellas razias nocturnas, cada vez más habituales en la Ribera navarra desde la sublevación de Franco. Junto a la joven se llevan a otras ocho personas del pueblo, entre las que están desde el guarda Pepe Villava al churrero Emilio Peña. Hay también un concejal de UGT, Máximo Goñi, o un padre de seis hijos, Valentín Bolea. Y a todos les espera un mismo destino.
Siguiendo el método de escarnio patentado en otros muchos pueblos contra las mujeres, a Araceli Ochoa le cortan el pelo antes de matarla, como castigo añadido por su condición femenina. Acto seguido, los fusilan a todos.
Los familiares encontrarían los cadáveres al amanecer, junto a la carretera de Andosilla. Los testigos narraron que cuando se los llevaban atados hacia el paredón alguien pidió un sacerdote, pero ni siquiera se les concedió eso. Sus asesinos les replicaron que «no hay tiempo».
Araceli Ochoa no fue la única mujer de Marcilla abatida a tiros, según documentó Altaffaylla. A Nicolasa Martínez, de 54 años, madre de seis hijos y que trabajaba como lavandera, la fusilan apenas cuatro días más tarde junto a otras once personas, en el término municipal de Caparroso. De nada sirve que una de sus hijas, de doce años, pida ayuda a los frailes para los que trabajaba Nicolasa. Los descendientes recordarían después de que durante años tuvieron que oír frases como «Total, ¡no hacemos nada! Matamos a los gallos y no matamos a los pollicos, ¡a todos habría que matar!».
Sin llegar a las cotas de Sartaguda (donde se contabilizan a día de hoy 86 muertes), en Marcilla la masacre ideológica también resultó muy elevada. Acabaron con la vida de 43 vecinos y vecinas de izquierdas de un total de 2.235 personas censadas. En Larraga fueron 46 de 2.358; en Lodosa, la localidad vecina de Sartaguda, 133 de 4.194; en Mendabia, otro ejemplo cercano, 99 de 3.284; en Cárcar, 61 de 1.844; en Azagra, 71 de 2.663...
Números que resultan fríos y hasta impúdicos, pero que no pueden obviarse para entender la Nafarroa de hoy. Todos aquellos fusilados, como la joven abanderada, eran partidarios de la República, del socialismo, del reparto de la tierra, de la separación entre la Iglesia y el Estado, de la unión con el resto de territorios vascos... o de todas esas cosas juntas, cosas que siguen pendientes hoy. En Marcilla, la localidad de Araceli, el Ayuntamiento actual está compuesto por cuatro concejales de UPN, otros cuatro del PSN (que tiene la Alcaldía) y uno de IUN.
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