El reguetón, el rap gangsta y en México la música banda se distinguen por su letras machistas. Es un mal que ha estado presente en la música popular desde hace mucho tiempo y del que ni siquiera la aparentemente inocua música pop queda exenta.
Acerca de este polémico tema nos habla esta entrevista publicada en Deia:
Que se repita un patrón, una idea o cualquier otra cosa hace que guste más y se acepte como lo bueno y lo normal. Así reza la Teoría de la Mera Exposición, un fenómeno psicológico según el cual las personas tienden a desarrollar preferencia por aquello que les es familiar. Ahí reside, precisamente, el peligro de las canciones sexistas: que si se repiten lo suficiente sus mensajes y estereotipos pueden llegar a calar en la sociedad. De ello se muestra convencida Carmen Díez, profesora de la UPV/EHU, especialista en género y antropología feminista.
¿Hasta qué punto es importante la música para la sociedad?
-La música siempre ha sido muy importante en cualquier tiempo y lugar. Sirve para muchas cosas, incluso para terapia. Pero lo que realmente ha sido y es la música es una poderosa fuente de creación de emociones. Cuando escuchamos una canción de nuestra infancia nos evoca esas vivencias de nuestro pasado, aunque no recordemos conscientemente haberla escuchado. Y puede transmitir infinidad de mensajes. Es más, como elemento de comunicación tiene más fuerza que otros medios como la televisión, porque es más profundo.
¿Qué ocurre entonces cuando la música transmite letras sexistas?
-Este tipo de letras misóginas y machistas nos envían mensajes con representaciones de la mujer y de los hombres muy perjudiciales para la sociedad. En el reggaetón, por ejemplo, hay letras escandalosas, en las que solo se tiene en cuenta a la mujer como objeto sexual. Y la violencia también está muy presente. Esto se ve claramente en los videoclips de estas canciones: llegan a aparecer chicas con los ojos morados. Por no hablar de que salen culos y tetas por todas partes. Todo esto envía un mensaje muy negativo a la sociedad y, sobre todo, a los jóvenes.
¿Por qué a los jóvenes?
-Por tres razones, principalmente. El género se construye a través de la práctica. A los 12 y 13 años los jóvenes empiezan a socializarse como chicas y chicos y es una etapa clave. Muchas veces, inconscientemente, asimilan estos mensajes sin ninguna herramienta para contestarlos. Al fin y al cabo, están más abiertos a todo lo que se les ofrece. Por tanto, los mensajes que adquieran a esas edades formarán su yo futuro, y de ahí que este tipo de letras sean tan peligrosas.
¿Cuál sería el segundo motivo?
-La música une. Después de todo, a lo largo de la historia, ha creado movimientos como el punk. Y además, durante la adolescencia es la época en la que más se quiere estar en grupo. Entonces, si alguien pone una canción con letra sexista es más fácil que nadie diga nada por miedo a destacar. Y eso cuando se dan cuenta de que la letra es sexista, porque en muchas ocasiones el mensaje se les mete de manera subliminal.
¿Y el último?
-La música se ha convertido en una mercancía que se consume a todas horas, sobre todo los jóvenes. Muchos no pueden vivir sin ella, porque forma parte de su ocio. Por ello, al ser un elemento tan importante en su vida, los mensajes que adquieren a través de este canal calan mucho más entre ellos.
¿Cómo abordar el asunto?
-Estamos en una cultura que se cree la ilusión de la igualdad en la que vivimos, sobre todo la gente tan joven. Esto es un retroceso y la única manera de atajarlo es mediante la educación. En su día cantábamos cuando íbamos de excursión letras como “le daba, le daba y le daba unos palos que la consolaban”. Aunque sea de una forma “más sutil”, a día de hoy sigue habiendo violencia contra las mujeres en letras como esta. Y el problema es que no se pueden prohibir. Pero lo que sí que se puede es transmitir unos valores para que se den cuenta de que lo que escuchen les condiciona y así puedan actuar en consecuencia.
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