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miércoles, 14 de octubre de 2015

Entrevista a Pedro Estonba

Quisiéramos ya no repetirles aquello del suelo ético pero a veces es tan necesario.

Lean esta entrevista publicada en Deia y entenderán:
 

Pedro Estonba: “Que haya gente que sabes que ha pasado por estos avatares y no se atreva a decirlo...”

Pedro Estonba (Donostia, 1949) declara mañana ante la jueza instructora argentina de la querella antifranquista, María Servini, a quien contará los 26 días que pasó detenido

Jurdan Arretxe

Pedro Estonba reconoce que “hasta hace unos meses” no había contado lo que sufrió en mayo de 1971. Lo hizo ante el forense Paco Etxeberria, que dirige una investigación sobre torturas entre 1960 y 2013. Hasta entonces, su hija no sabía lo que había pasado: “Acabamos los dos llorando a moco tendido”.

¿Qué supondrá tener que volver sobre lo vivido hace 44 años?

-En principio es bastante agobio. Teniendo en cuenta los casos que se están conociendo en la querella argentina, mi caso me parece tan poca cosa por decirlo de alguna manera... Pero por otro lado soy consciente de que lo que me supuso en aquel momento fue mucho. Estoy agobiado por tener que pasar este trámite, pero también con ganas de decirlo, porque han sido muchos años sin decir nada. Últimamente lo he ido contando, como en el trabajo que está desarrollando Pako Etxeberria. Como lo que se busca ahora es de llegar a los culpables y puedan ser castigados, me da otra dimensión el tema. Me da fuerza y apuro.

Relativiza su caso, pero también denuncia haber sido víctima.

-Sí, sí, estuve 26 días que no se los deseo ni a mi peor enemigo. Para mí fue un trauma que me cambió bastante. Yo era un chaval normal de 21 años que después de aquello me volví dubitativo, me podían los miedos, no me fiaba de la gente... Cambié mucho.

¿Cómo era antes?

-Bueno, en aquel momento vivía en la Parte Vieja y andaba en el monte, en el Fortuna. Era un chaval que trabajaba normal, ya tenía a mi actual compañera como novia... Era un chaval normal, sin problemas para relacionarme con la gente. Luego tampoco los tuve, pero me volví más reservado. La propia gente se dio cuenta de que tampoco era el mismo.

¿Cómo le detienen?

-Yo salgo del portal en Fermín Calbetón a las 8.00 horas a trabajar y observo que en el portal de al lado hay un tío vestido de paisano. Iba a coger el autobús al Boulevard y en ese tramo, se me acerca, me dice que es policía y que le acompañe a comisaría para hacer unas indagaciones. Se acercan otro par más y entre los tres me llevan a un coche, un 1500 de los de entonces, que ahora se diría que es camuflado. Me llevaron a Amara.

A la comisaría.

-Sí, a mí me vino muy bien, porque durante el día lo utilizaban para trabajar y no podían hacer con nosotros mucho. Eran oficinas a las que se acercaba la gente. Me dejaron en una habitación, supongo que para ver cómo reaccionaba. No hice nada. En la mesa había carnés de identidad de gente, como Lourdes Iriondo y no sé qué. Los conocía, porque ¿quién no los conocía entonces? Supongo que estarían observando y cuando me analizarían, me bajaron a la celda. Me pusieron en la primera, que una pared eran barrotes, estaba sin cerrar. Los del cuerpo de guardia estaban todo el rato jugando a cartas y a voces.

¿Cuánto tiempo?

-Pues igual cuatro o cinco días. No me dejaban descansar. Ellos iban y venían, pero no podía descansar. Cuando me subían de día a otro cuarto, subía baldado, porque no había podido descansar. Los primeros días fueron de desgaste. Me hacían caminar de cuclillas, con las manos esposadas detrás de las piernas, y al pasar por delante de alguno, zas, porrazo en el culo. Al final te dolía todo. Ahí no había ni interrogatorios ni nada. Irían a desgastar. A partir del cuarto día, los interrogatorios subían de tono y me hacían la rueda.

¿La ‘rueda’?

-Sí, en un círculo donde podía haber ocho, te hacían preguntas y te empujaban de uno a otro, te daban de hostias... Te dejaban baldado. Cuando te desmayabas, tenían un váter donde te espabilaban y al corro otra vez. Donde me hicieron las torturas y los malos tratos eran oficinas. Ahí me preguntaban cosas.

¿Qué buscaban?

-Yo estaba totalmente despistadísimo. No veía un hilo conductor. Te enseñaban fotos de gente que conocías, te preguntaban chorradas...

¿Recuerda alguna pregunta?

-A ver quién era uno u otro... Yo creo que para acreditar ante ellos que los conocía, identificarlos... Llega un momento en el que te cansas y hacen contigo lo que les da la gana. Imagínate qué nivel de culpabilidad... En el Fortuna queríamos hacer una infraestructura con otros clubes para hacer jornadas de montaña, etc., para sacar el ambiente euskaldun un poco que ya aparecía, como con Ez dok Amairu y demás. Claro que hablas de política, ¿quién no hablaba? Cuando el Proceso de Burgos, como sabíamos que los periódicos no dirían la verdad ni a derechas, alguien se encargó de hacer octavillas diarias para informar de cómo iba el juicio. Nos dedicamos a buzonear a escondidas por la Parte Vieja. Es lo máximo que hice.

¿Fueron los 26 días iguales?

-No. Te van desgastando y ya van a por ti. Al final ves que te han podido, porque físicamente no aguantas. Esto son los primeros 11 días. El último de estos, ya descojonado del todo. Ellos mismos levantan el pie, porque si siguen, te matan. Bueno, a muchos no les levantaron el pie. En mi caso verían que la cosa era xume y... A partir del undécimo día, era repetir todo lo que habían apuntado buscando contradicciones. Desde el día 11 al 26, no sé si me reponía o qué, fue eso, volverte loco buscando contradicciones.

¿Y los malos tratos físicos?

-Se olvidaron. Te sentabas, el tío empezaba a preguntar con la máquina de escribir, preguntaban en busca de contradicciones...

¿Avisaron a su familia y a su novia?

-Nos dejaron ver dos veces y claro, di que estabas cojonudamente, pero ellas ya veían cuando sacaba la ropa, que la sacaba sucia, en algún caso con rastro de sangre... Ya veían lo que había, porque eso sí, todos los días me traían la comida y la cena de casa. Al lado mío había otro chico, de tema sindical... Aquel le daban unas palizas, ¡buf! Yo acababa descojonado, pero a aquel a la noche lo bajaban a la celda entre dos, lo tiraban y hasta el día siguiente.

¿Cómo salió a la calle?

-Me llevan a Martutene y allí me dejaron. Apareció el abogado y estuvimos hablando. No tengo conciencia de haber pasado delante del juez ni nada. No sé si el abogado aportaría mis declaraciones ante un juez, pero yo no tengo constancia. A mí me tuvieron hasta el día en el que se terminó el estado de excepción. Todos los que estábamos en la cárcel por el Proceso de Burgos o las huelgas... nos soltaron a todos. Luego nadie me ha juzgado ni nadie me ha llamado para que dijera nada.

¿Qué ha sido lo más complicado estos 44 años?

-Lo que más rabia me ha dado es que las cosas no han cambiado, que la herramienta policial sigue siendo la misma. No puede ser. Tenemos que hacer algo para que cambie de una vez. Mi aportación quiere ser eso, la continuidad que ha habido de entonces a ahora. Cuando los chavales dicen que les torturan, me lo creo, porque la policía española no trabaja policialmente, da hostias.

¿Qué les diría si se encontrara con aquellos policías de Amara?

-Mira, en 1971, cuando salíamos por la calle, me venían los números que me subían o bajaban, los peones, me venían y me decían: “Oye, ya he cambiado, ¿eh? Estoy en una sastrería”. A justificarse. Es más, después de casados fuimos a Tenerife y va y me encuentro con uno de estos.

¿Y qué ocurrió?

-Va el tío y con toda su cara, me vino a decirme dónde había grandes oportunidades, porque en Canarias podías conseguir cosas a muy buen precio. Imagínate qué nivel de impunidad tenía esa gente, estaban totalmente seguros de que nadie les metería mano, porque si tuviera conciencia de lo hecho, se esconde o algo.

¿Confía en el recorrido judicial?

-Mi interés de poner esta denuncia es que se vea que la trayectoria de la policía durante muchos años no ha cambiado. En ese sentido, que la justicia española tiene una gran oportunidad. Que la gente de los desaparecidos tenga que ir a Argentina para que les atiendan aquí lo dice todo, de qué calidad de justicia tenemos. Esta justicia llega tarde a la talidomida, a los que están en las cunetas... a todo. A todo que les interesa, porque cuando les interesa, como Gürtel, llegan muy pronto y bien. Lo otro es una justicia de chichinabo.

No espera nada.

-No. Primero tendré que decir contra quién me querello. Físicamente, pues el jefe era uno pequeñito, de gafas, gordito... No sé su nombre, como el que vino en Tenerife. La querella la hago más de forma testimonial para que quede constancia de cómo trabajaban entonces, la continuidad en cuanto a métodos de trabajo y que hay que cambiarlo, porque en aquellos momentos no denuncié.

No se atrevió.

-Porque me matarían a hostias. Te callas y punto, pero que hoy en día haya gente que sabes que ha pasado por estos avatares y no se atrevan a decirlo... En la tortura, en general, denuncia el que no tiene manera de poder callarlo, porque lo han dejado lisiado o lo que sea, pero uno, en general, tiende a pasar por encima como sea. “Me ha tocado y...”. ¿Cómo que te ha tocado y punto?




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