Hace ya algunas décadas que los mandamases de la industria del entretenimiento de los Estados Unidos de América decidieron implementar la estrategia del "cambiar algo para que no cambie nada" en lo que respecta al más que evidente racismo que infesta a esa nación.
Alarmados ante la posibilidad de un renacimiento identitario afroestadounidense que abandonase la doctrina entreguista de los Martin Luther King Jr. y prefiriese optar por la resistencia aguerrida propuesta por Malcolm X y las Panteras Negras, desde Hollywood optaron por abrir las puertas a los actores y actrices de origen subsahariano. La "acción afirmativa" había llegado para quedarse en las pantallas de la televisión y el cine así como en las ondas sonoras de la radio.
De pronto, actores, actrices, cantantes, escritores y productores afroestadounidenses que durante décadas habían luchado a brazo partido en contra de un sistema opresivo que les cerraba todos los espacios se vieron borrados del mapa por una avalancha de pseudo-artistas dispuestos a venderse como meros artículos de supermercado, impostores sin oficio ni beneficio y sin mayor talento que el color de su piel.
Claro, pronto se incurrió en el ridículo y el público ni tardo ni perezoso resucitó el poco agradable término de "token black guy" que ya en su tiempo denunciara Malcolm X, aplicándolo a el actor o la actriz afroestadounidense que aparecía en una película sin motivo alguno y que de tratarse de una película violenta era por lo general el primer personaje en quedar fuera de la trama.
Hoy en día las listas de millonarios incluyen a un sin número de afroestadounidenses, la mayoría de ellos integrantes de la élite del entretenimiento, ya sea en las artes o en los deportes. Los nombres van desde la über-inculta presentadora televisiva Oprah Winfrey hasta el virtuoso basketbolista Michael Jordan, pasando por raperos de poca calidad artística y/o moral como Shawn Corey Carter o Sean John Combs, y llegando a artistas excelsos como Denzel Washington o Forest Whitaker. Y bueno, como ovidar que al día de hoy el presidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz es el señor de las sonrisas y de los drones asesinos, Barack Obama.
Pero la realidad es aplastante y se hizo presente tal cual en Ferguson hace poco más de un año.
¿Cuál es esa realidad?
En Estados Unidos el racismo sigue campando a sus anchas y la comunidad afroestadounidense sigue sobreviviendo a las penosas condiciones impuestas por el brutal neoliberalismo, sin haber tenido tiempo de recuperarse a cabalidad de los largos siglos de esclavitud y políticas de segregación.
El daño está hecho, ahora hay quienes de hecho hacen todo lo posible por quedarse con todos las migajas de un sistema que necesita ser desmantelado.
Como ejemplo claro tenemos el estado de sitio que algunos "activistas" de la comunidad afroestadounidense mantienen en contra de películas y programas de televisión. Insisten en que los afroestadounidenses siguen estando inapropiadamente representados (underrepresented), que merecen más roles, más tiempo en pantalla.
Y así se llegó al personaje de Jimmy Spoils en "Pandillas de Nueva York", o el James West de Will Smith en "Wild Wild West", o el Nick Fury de Samuel L. Jackson en la saga "Avengers"... y a últimas fechas la Antorcha Humana de Michael B. Jordan en "Fantastic Four".
Pues bien, con referencia a este último "actor" de muy escuálidas capacidades histriónicas y aún menos atributos estéticos nos llega una noticia realmente insultante. Resulta que este actorcete de cuarta a quien solo contratan por la pigmentación de su piel para así llenar la cuota racial y asegurar la asistencia de la comunidad afroestadounidense esclavizada mentalmente a las salas de cine... está siendo considerado para dar vida a uno de los personajes más icónicos del cine... Boba Fett.
Doble insulto por parte de Hollywood en general y de Disney en particular (ni hablar de su ridícula princesa afroestadounidense besadora de sapos).
En primer lugar insiste en llenar la cuota racial con afroestadounidenses siendo que la misma puede ser obtenida contratando a artistas latinoamericanos (aquí sí que podemos hablar de baja representación) o asiáticos, o como en este caso particular, del olvidado continente de Oceanía.
En segundo lugar, desde que se estrenara el Episodio II: El Ataque de los Clones, quedó perfectamente establecido que Boba Fett era maori, pues maori era el actor al que le había tocado personificar al caza-recompensas más famoso de la galaxia, Daniel Logan. También maorí resultó ser el actor que representó al mismísmo padre de Boba, el también caza-recompensas Jango Fett, interpretado por el gran actor neozelandés Temuera Morrison.
No se entiende pues porque le quieran dar el papel a Michael B. Jordan pues el mismo lo puede hacer tanto Temuera Morrison, quien se encuentra en perfecta forma física, como el mismo Daniel Logan quien ha crecido y embarnecido desde que le tocara hacer el papel de Boba Fett niño.
Es más, contratar a cualquiera de estos dos actores ayudaría a mejorar la continuidad que desafortunadamente no se logró en el primer intento, cuando la diferencia de edades entre personajes como el propio Luke Skywalker, Obi Wan Kenobi o los tíos Beru y Owen hizo ver lo rígido y falto de ideas que George Lucas puede llegar a ser al dirigir películas, que no al escribir.
Así que si Disney/Lucasfilms insisten en esta falta de respeto lo estarán haciendo por satisfacer a los accionistas blancos y a una minoría afroestadounidense acostumbrada a quejarse para obtener dividendos económicos y políticos.
Porque, paradójicamente, de materializarse esta amenaza se estaría afectando a la comunidad maori, tan minoría en Estados Unidos como en la propia Nueva Zelanda.
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