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viernes, 2 de octubre de 2015

Mirando Euskalerría

Desde La Haine traemos a ustedes al costo este texto para el debate:


Herri Gorri

Abordar “la cuestión nacional “en Hego Euskalerría – la Euskalerría peninsular (Araba, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra) es entrar de lleno en la historia moderna de estos territorios en el espacio de tiempo comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX. Es situar la aparición del nacionalismo vasco y su desarrollo, paralelo al proceso de industrialización, iniciado primero en Vizcaya y Guipúzcoa y ya en pleno siglo XX en Alava y Navarra.

Pero es necesario, a modo de prólogo y de manera obligadamente resumida, recordar los antecedentes socioeconómicos y su expresión política para poder entender la sucesión de acontecimientos que ilustran el desarrollo de la lucha de clases en ese periodo.

En el siglo XIX, en los territorios mencionados coexisten dos formaciones sociales distintas, como expresión de una economía dual.

La sociedad rural, de carácter agrícola y ganadero, basada en una formación social de jauntxos (oligarcas locales), pequeños propietarios y arrendatarios, a la que habría que añadir el pequeño comercio y los asentamientos fabriles pre capitalistas , que complementaban de manera armónica las necesidades de una sociedad orientada al autoconsumo y en la que la existencia de tierras comunales un relativo equilibrio junto a la presencia de la Iglesia como factor importante de ordenación social.

La expresión política de esta sociedad, con una estructura administrativa basada en los Fueros, consagraba la hegemonía política de los jauntxos. A la vez que dotaban a la sociedad rural de una preeminencia clara sobre la otra formación social (la sociedad urbana).

La sociedad urbana, con una estructura comercial que superaba el ámbito del país y a la que se le añadía una naciente industrialización (minería y siderometalúrgica) que convivía con el comercio colonial de los jauntxos y la progresiva emigración del campesinado a la ciudad.

El sistema foral, que dificultaban la exportación de hierro, como consecuencia de la existencia de los aranceles aduaneros, que a la vez, impedían la consolidación de un mercado español, hacían que fuera indispensable para las clases urbanas nacientes la solicitud de un intervencionismo estatal que favoreciera el despegue siderometalúrgico. Lo que determinaba una ideología liberal y anti foral, con una orientación española que garantizara sus intereses económicos y políticos.

La dualidad del país ya era evidente en la primera mitad del siglo XIX, pues si por una parte estaba implicado en el desarrollo económico y político del estado español, al mismo tiempo, la sociedad rural y el sistema político dominante (los Fueros) le conferían una características diferenciadas del resto del Estado.

El proceso de abolición de los Fueros no era la expresión de un conflicto nacional, sino una exigencia del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas apoyado por la naciente burguesía vasca. Por eso la derrota carlista y la abolición de los Fueros, expresa la derrota de la sociedad vasca precapitalista y la victoria de la sociedad naciente urbano industrial, también vasca.

La transformación del Estado español en una sociedad burguesa, hecha de un modo impositivo, autoritario y antidemocrático en el que las desamortizaciones de 1836, 1855 y 1856 fueron un claro exponente, evidenciaba una pseudo revolución que estaba basada en el pacto entre la antigua oligarquía agraria y las nuevas clases burguesas. Por otra parte, el hecho de que las nacientes clases burguesas vascas encontraran en las tropas liberales, ajenas al país, su mayor apoyo y que estas actuaran como fuerzas de ocupación, explica que el campesinado vasco sintiera la necesidad de luchar contra el liberalismo, a pesar de las relaciones de casi servidumbre que tenía en su relación con la oligarquía rural y la Iglesia, que se sentía lesionada por el auge del liberalismo económico e ideológico.

Pero cuando se habla de los Fueros, suele hacerse desde dos puntos de vista que no suelen tener un carácter complementario sino excluyente. Por un lado, la ordenación de la sociedad en un sentido pre capitalista y fundamentalmente reaccionario. Por otro, la afirmación desde un punto de vista abstracto y con un componente mítico, de la capacidad de autogobierno del pueblo vasco, al margen de cualquier otra consideración en las que relaciones económicas y la lucha de clases tengan algo que ver y menos que explicar.

En realidad la capacidad de autogobierno lo administraba, en beneficio propio, la oligarquía rural en las cuatro regiones vascas.

La abolición de los Fueros supuso el comienzo de la rápida industrialización del País, en beneficio de una fracción de la burguesía vasca, que apoyada por el poder central llegó a constituirse en burguesía monopolista financiero-industrial y componente esencial en la configuración de la Oligarquía estatal.

Esta industrialización cambió por completo la fisonomía del País, evolucionando en la consolidando de una sociedad urbana e industrial frente a la ya marginada sociedad rural vasca.

Es así como en 1890 surge el nacionalismo vasco. Y lo hace en Bilbao, en el corazón de la nueva sociedad urbana e industrial vasca que multiplica su población en pocos años (Bilbao pasa de 32.734 habitantes en 1876 a multiplicar por dos veces y media su población con 83.306 habitantes en 1900. También se produce un cambio drástico en la composición de la misma.

Serán 60.000 los emigrantes llegados a Vizcaya entre 1876 y 1900, que se emplearán fundamentalmente en la minería y en las empresas siderometalúrgicas. Este aluvión de trabajadores foráneos tendrá consecuencias importantes no solo en la composición de clase de los habitantes sino sobre la supremacía del castellano sobre el euskara que se irá convirtiendo en un hecho, explicado no solo ni fundamentalmente por la masiva inmigración, sino por la necesaria vocación española de la fracción dominante de la burguesía vasca que responderá así al hecho de que el idioma utilizado fundamentalmente en el desarrollo de las fuerzas productivas sea el castellano.

Desde el punto de vista económico, la burguesía consolidaba su papel como parte de la nueva clase dirigente, mientras que el desarrollo de las nuevas clases a partir de la industrialización completaba la estructura urbana con el desarrollo de la pequeña burguesía y la creación del proletariado industrial. Este proletariado extraño al País, que llega irreversiblemente con el comienzo de la industrialización y que participará de manera fundamental en la edificación de la nueva sociedad vasca y en la creación de su riqueza.

Desde el punto de vista político, el dominio creciente de la nueva burguesía, compartido en las diputaciones con los carlistas, como residuo de la “vieja sociedad”, fue indiscutible. A la vez hizo su aparición con gran fuerza, el Partido socialista que representaba a la clase obrera conformada en muy poco tiempo y que alcanzaba una rápida consolidación. Como demuestran las huelgas del 90,91 y 92. A la vez, comenzaba su intervención en la vida política institucional.

El proceso en la creación del nacionalismo vasco se basa en la transferencia de los elementos culturales, que en la sociedad rural, que los había generado cumplían el papel de ordenación social, a unas clases sociales que surgían en el ámbito urbano industrial y en la que no podían cumplir el papel jugado en la sociedad rural. Entre tales elementos culturales destacan la lengua, la religión y el fuerismo, Estos elementos serán recogidos en la sociedad urbano industrial por los sectores que tenían una proximidad con la cultura rural, en razón a la propia procedencia familiar o a una proximidad política (fuerismo).

Pero no serán recogidos con la finalidad de incorporarlos a la nueva cultura urbano industrial, sino para ser utilizados como arma de diferenciación y cohesión para entablar la lucha con las clases sociales protagonistas de la industrialización: la oligarquía, tan vasca como el que más y el proletariado “no vasco”. Con el trascurso del tiempo, la lucha de estos sectores burgueses intermedios contra la oligarquía se atemperará y será sustituida por una actitud de dependencia condicionada al mantenimiento de ciertos “privilegios” para la burguesía media nacionalista. El antagonismo seguirá existiendo con el proletariado no nacionalista, vivido como el auténtico obstáculo para la consecución de la hegemonía de la comunidad nacionalista. El anti socialismo y el anticomunismo después, será la expresión política de tal antagonismo.

Es un problema que continúa latente en general en la política nacionalista, aunque con notables diferencias, que apuntan posibilidades de superación con aquellos sectores alejados del nacionalismo reaccionario original.

A partir del levantamiento fascista del 36 y durante el trascurso de los cuarenta años de dictadura, la Oligarquía española, a través del Régimen de Franco, pasará también a arremeter contra la comunidad nacionalista y contra la política de la burguesía media vasca.

En este periodo, se van a reprimir hasta sus más mínimas expresiones. No solo no se conservará el derecho adquirido por Euskadi a su autonomía, sino que se intentará arrasar con el último vestigio de comunidad diferenciada. La precedente actitud de respetar la cooficialidad del euskera es sustituida por una decidida voluntad de erradicar la lengua. La brutalidad de la dictadura no distingue dentro de Euskalherria estando dispuesta a castigar a toda la población. No obstante, desde el punto de vista económico, la burguesía nacionalista vasca no se ha viso especialmente desfavorecida por el Régimen. Entre 1956 y 1963 se crearon 20.000 puestos de trabajo en Guipúzcoa y entre 1960 y 1963 se crean, en el sector siderometalúrgico, 504 empresas y se amplían 417.Paralelamente se produce la industrialización en Alaba y Navarra.

Todo ello producirá un efecto llamada de mano de obra barata que llegará a Euskalherria a la par de ahorro privado desde otros puntos del Estado. Este nuevo asentamiento de emigrantes no se realizará solo en los tradicionales focos de asentamiento industrial, sino que se hará extensivo a zonas como Mondragón, Vergara, Duranguesado, la zona de Gernika,Beasain, Arratia, … junto a la de Pamplona y Vitoria.

En este periodo, la conciencia nacionalista sufrió algunos cambios. La religión, el integrismo y la raza van desapareciendo como símbolos, mientras que el euskera se asienta como un elemento central en la conciencia nacionalista.

La conciencia y la comunidad nacionalista seguirán conservándose con modificaciones, aunque en lo esencial con los mismos caracteres que tenía desde su origen. Junto a ello la llegada de nuevos contingentes de emigrantes obreros (400.000) que se une al hecho de la existencia de zonas en las que no prosperó la conciencia nacionalista ni la formación de sus comunidad social, explica la coexistencia de dos comunidades diferenciadas que constituyen la realidad de Euskalherria y que explica uno de los elementos que confieren especifidad a la construcción nacional en Euskalherria.

La respuesta del nacionalismo vasco al fascismo estuvo condicionada en gran medida por el hecho de que la burguesía media vasca no fue desfavorecida, desde el punto de vista económico, por el Régimen.

El PNV, como expresión política, en esta etapa, de la comunidad nacionalista paralizó casi totalmente su actividad durante el fascismo. Sin embargo, otros movimientos políticos y sociales obreros, fundamentalmente, reformarán sus formas de lucha y a pesar de la fuerte represión irán organizando la resistencia al fascismo y a la dictadura de la Oligarquía.

La pequeña burguesía vasca urbana, el campesinado y los arrantzales no se verán favorecidos ,bajo el punto de vista económico y será fuertemente oprimidos políticamente por el Régimen.

Es así como a partir de los 60 ETA se constituirá como protagonista de la respuesta que una parte de la comunidad nacionalista dará al fascismo.

Esta respuesta antifascista le permitirá un acercamiento a los sectores populares del País no nacionalistas y de rechazo radical al responsable directo del fascismo: la Oligarquía española.

En estas condiciones los objetivos estratégicos que se fueron perfilando se expresaban desde el binomio Independencia y socialismo.

A partir de ese momento se producen gestos de solidaridad del pueblo vasco con la comunidad nacionalista (a través de la solidaridad con la lucha de ETA fundamentalmente). La opresión y la represión contra el pueblo producen respuestas comunes contra el fascismo, con lo que el enfrentamiento latente entre ambas comunidades pasa a un segundo plano.

El proletariado vasco, como clase, y su lucha contra el fascismo se consolidarán como el eje de la resistencia en Euskalherria. Las huelgas generales del 68, 69, 70 y las innumerables movilizaciones obreras de la época ilustran ampliamente el panorama político de la época.

Como consecuencia de la situación descrita y del auge de los movimientos revolucionarios a escala internacional, la argumentación a favor de la lucha por la liberación nacional de Euskalherria desarrollada por ETA, hará que ésta cambie la definición de lucha antiimperialista (contra el estado español) por el de la lucha contra la Oligarquía.

El planteamiento ambiguo de “independencia y socialismo”, el contenido antifascista de su lucha y el acercamiento hacia la clase obrera, mayoritariamente no nacionalista colocará a la organización en una posición contradictoria. Esto explica, en parte, las numerosas escisiones que tuvo afrontar hasta finales de los 70.

ETA, que nació de la comunidad nacionalista, nació también de su conciencia interclasista. Romper con esa conciencia ha representado y representa el riesgo de enfrentarse con su comunidad, es decir con su base social e incluso con parte de sus estructuras militantes. La importante presencia que de manera directa e indirecta ha tenido la pequeña burguesía vasca en el conjunto del movimiento, ha dotado a éste de una inercia desestabilizadora cada vez que desde el interno de la propia organización se intentaba la ruptura ideológica con su pasado nacionalista.

Las escisiones mentadas fueron prácticamente ininterrumpidas desde la V Asamblea, en la que el intento de alejamiento del nacionalismo realizado por la “Oficina Política” fue fulminantemente abortado. quedando ETA divida (aunque no por mucho tiempo) en dos: ETA berri y ETA zaharra (nueva y vieja). Se reproduciría la división posteriormente, con ocasión de la VI asamblea, en la que las discrepancias entre “mayoritarios y minoritarios” dieron al traste con la voluntad de colocar la lucha por el socialismo como elemento central de la lucha por la liberación nacional de Euskadi. La inoperancia de ambas posturas a la hora de explicar las diferencias bajo un punto de vista práctico crearon un vacio organizativo que fue ocupado por los disconformes con ambas posturas y que previamente reagrupados en lo que denominaron ETA V terminaron constituyéndose en la única ETA.

Es en los últimos años del régimen franquista (entre 1973 y 1975) cuando se producirá la última división en la que las motivaciones de definición y estrategia política estarán en esta ocasión mediatizadas por la interpretación dada a la actividad armada de la organización. Aunque ninguna de las partes negara su virtualidad, la forma de llevarla a cabo, la relación entre el aparato militar y el resto de la organización y la repercusión que una u otra posición determinaba sobre la política de alianzas y la recomposición interna, desembocaron en la presencia de dos ETA : ETA (político militar) y ETA (militar).

Una reflexión parece obligada: En las sucesivas crisis de ETA es el grupo que preconiza y lleva a la práctica la acción armada el que acaba haciéndose con el control de la organización.

No entra en nuestra intención hacer un análisis pormenorizado sobre el nacimiento de ETA y su desarrollo posterior. Tampoco es necesario, hay suficientes ensayos sobre el tema. Aunque es de suponer que la nueva situación que se abre en Euskalherria propiciará un estudio más detallado.

De la reforma postfranquista hasta el contexto actual, breve repaso

En el contexto de la Reforma post-franquista, se constituye desde el nacionalismo revolucionario un eje de acumulación de fuerzas “de izquierdas y abertzale” bajo la base del objetivo de una ruptura democrática frente al franquismo y sus supervivencias pactadas en la denominada “Transición Democrática”. Este eje de acumulación de fuerzas logra sentar las bases de un Movimiento de Liberación Nacional Vasco, en el que la consigna Independencia y Socialismo es capaz de aglutinar a diferentes sectores del Pueblo Trabajador Vasco y de la pequeña burguesía, en torno a un proyecto de construcción nacional revolucionario.

Este Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) se configura como un bloque heterogéneo en el que los principios de Independencia y Socialismo, reflejan lo que muchos han denominado en realidad “dos almas” diferenciadas, en constante contradicción y delicado equilibrio, pero unificadas en torno a una praxis radical y antisistema, en un contexto de lucha armada revolucionaria. En un contexto de agudización de lucha de clases, de movilización nacional en torno al reconocimiento de Euskal Herria como realidad nacional y de confrontación política e ideológica entre ruptura y transición pactada, el MLNV se convirtió en un movimiento que, de manera brillante, logró articular un vector revolucionario de nuevo tipo. Con una estrategia popular de consolidación política y posteriormente electoral, con el desarrollo de una ideología/cultura anti-hegemónica, con capacidad de establecer modelos colectivos de conciencia alternativos a los del poder ideológico dominante y con una praxis radical-revolucionaria, dio forma a un movimiento revolucionario en una Formación Económico social de capitalismo central, de una fuerza y proyección internacionalmente reconocida.
Sin embargo, la proyección revolucionaria del MLNV, fue contenida a lo largo de los años 80. Varios fueron los factores que explican este proceso.

-El primero de ellos, sin duda fue la aprobación del Estatuto de Autonomía que, más allá de sus deficiencias, fue considerado por una mayoría social, nacionalista vasca y no nacionalista, como un reconocimiento suficiente a la realidad nacional vasca, aún a costa de que Navarra se consolidara como una realidad administrativa diferenciada, con su propia legalidad foral. La legitimidad del Estatuto y del Amejoramiento foral, significaron una notable pérdida de impulso en el proceso de afirmación nacional.

-El segundo factor debemos referirlo a la derrota estratégica del movimiento obrero en Euskal Herria sur, de una parte, por el sometimiento de CCOO y UGT y su transformación en verdaderos apéndices ideológicos del Estado español en la consolidación de la Reforma y en el cumplimiento de una función esencial en apagar las crecientes movilizaciones obreras. De otra, fue una derrota de mayor calado aún, la política de “Reconversión industrial”, en la que a pesar de la resistencia obrera y popular, se acometió un proceso de desindustrialización y de transformación del sistema productivo en Euskadi, como parte del programa de integración en el por entonces Mercado Común. Esta derrota de las movilizaciones en defensa de los puestos de trabajo en los centros tradicionales siderometalúrgicos, navales y de transformación, tuvo unas consecuencias que aún hoy en día son apreciables. Esta derrota del Movimiento Obrero, fue apuntillada además con el progresivo declive y posterior implosión de los regímenes del denominado “Socialismo Real” y la ofensiva sobre el socialismo y el marxismo, de la que ciertos sectores del MLNV sacaron provecho para relegar a un segundo plano las posiciones socialistas revolucionarias y marxistas.

-El tercer factor fue la represión pura y dura desarrollada por el Estado español. En una sofisticada estrategia de contrainsurgencia, se logró aislar política, ideológica y socialmente al MLNV y en la que el nacionalismo reaccionario del PNV, convertido en un apéndice de los aparatos ideológico-políticos del Estado español, desempeñó a la perfección su tarea de contención del nacionalismo revolucionario, negación de la lucha de clases y consolidación del postfranquismo como Régimen político.

La cuestión nacional en Euskal Herria se articula en torno a la mitología nacionalista, sea vasca o española y la realidad material de la contradicción entre capital y trabajo que dicha mitología niega por activa o por pasiva. El nacionalismo vasco, convertido en campo ideológico-político con su propia derecha reaccionaria y su progresía pequeñoburguesa, asume características funcionales para la estabilización política, la negación de la lucha de clases y la transformación de lo identitario cultural en un elemento que impide unificar al Pueblo Trabajador Vasco en un proyecto superador del capitalismo. El nacionalismo español y el nacionalismo vasco se retroalimentan en una dinámica que de facto niegan una construcción nacional de Euskal Herria en clave socialista. No hay cuestión nacional relevante para el conjunto de un Pueblo Trabajador Vasco pluralmente identitario si no hay socialismo como proyecto abertzale superador del capitalismo y el patriarcado.

La deriva reformista, oportunista y nacionalista del resultante de la nueva formación política surgida del desmantelamiento político organizativo (Sortu) de la histórica Izquierda abertzale es producto de la lucha de clases y la hegemonía de los sectores culturalistas y anticomunistas. La cuestión nacional vasca, planteada , ahora, en clave electoral , al rebufo, tanto del viejo nacionalismo reaccionario vasco como por el reformismo “españolista”, ambos valedores de la Oligarquía española, el imperialismo europeo y del jefe de fila de todos ellos- el imperialismo USA-requiere considerar una serie de datos; como que sólo un 25% de la población de la CAV se define como independentista, y que si ampliamos a Nafarroa e Iparralde la afirmación independentista cae aún más.

Con tales mimbres, parece muy aventurado plantear la “independencia”, en la que el sujeto esencial (el pueblo trabajador vasco) dividido por los nacionalismos y el reformismo , actúa como mero espectador de un proceso político que no asume como propio y en la que para uno de los actores protagonistas , supuestamente independentista, tal reivindicación solamente la activa el día Alderdi eguna (día del Partido), del PNV. Y es que por mucho que se empeñen algunos nuevos conversos al posibilismo ramplón, la independentzia, sin el contenido de clase de la inmensa mayoría social de Euskalherría –la clase trabajadora- explicitado y alimentado por la lucha, no es más que una quimera; funcional, eso sí, para perpetuar la división del proletariado vasco y como consecuencia , dejar a éste impotente e incapaciatado para oponerse a los intereses económicos y políticos de la burguesía vasca y por prolongación, de la Oligarquía española y del imperialismo.

El coste político, el empobrecimiento social, económico y vital para la mayoría de la sociedad vasca, es ya un hecho. De continuar por ese camino, la referencialidad de la lucha de amplios sectores del pueblo vasco en las últimas décadas se habrá convertido en un confortable sueño de una noche de verano. ¿Para eso tanto sacrificio?


Texto completo en: https://www.lahaine.org/eU0q






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