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viernes, 7 de agosto de 2015

Los Vasco-Estadounidenses V

Han pasado trece años desde que Pete Cenarrusa derrotara sonoramente al embajador borbónico franquista en Washington Javier Rupérez Rubio.

Después de leer esta, la quinta entrega de Claudia Martínez Toledo, entenderán que el orgullo españolista por el Memorial Vasco de Idaho sigue tremendamente dañado, casi tanto como las heridas causadas por la catástrofe de 1898 cuando Madrid perdió Cuba, Las Filipinas y Puerto Rico, vergüenza nacional por la que que aún hoy culpan a usted lo adivinó, los vascos.

Así que después de dar una repasada revisionista a Jose Antonio Agirre ahora enfila sus batería en contra de Pete.

Lean ustedes:


Claudia Martínez Toledo

Una de las figuras clave del lobby nacionalista vasco de Idaho es el octogenario Pete T. Cenarrusa. Nacido en Carey, Idaho, el 16 de diciembre de 1917, sus padres eran dos inmigrantes vascos, José María Cenarrusabeitia y Ramona Gardoqui, que dedicaron su vida al pastoreo de ovejas.

Pete Cenarrusa realizó sus estudios universitarios en Idaho, obteniendo el graduado en 1940. Su entrada en la política se produce entonces, y lo hace a través del Partido Republicano. Como tantos hijos de inmigrantes, Cenarrusa observa con atención los problemas que afligen la tierra de origen de su familia. Sin embargo, lo hace desde posiciones abiertamente favorables a la secesión de las provincias vascas del resto de España.

En 1950, Cenarrusa logra ser elegido miembro de la Cámara de Representantes del Estado de Idaho, cargo que ocupará durante 16 años consecutivos. En mayo de 1967, el gobernador propone a Cenarrusa para Secretario de Estado, vacante tras la muerte de su anterior inquilino, Edson H. Deal. Tras ser reelegido siete veces consecutivas, Cenarrusa decide, en 2001 no presentarse una vez más. Su sucesor como Secretario de Estado de Idaho será el también republicano Ben Ysursa, considerado como su sucesor político.

Como podemos observar, Pete Cenarrusa es lo que se entiende como un político profesional. Toda su trayectoria laboral se ha desarrollado en los pasillos del Congreso de Idaho, en Boise y se circunscribe al ámbito de la política, sin realizar ninguna inmersión en la empresa o actividad privada. No se puede negar que Cenarrusa ha contado con no pocos apoyos dentro del Partido Republicano de Idaho y de los electores, mas eso no deber ser óbice para señalar que su gestión como Secretario de Estado ha sido más que discutida. Una de las acusaciones más habituales que Cenarrusa recibió fue la de su falta de atención por los problemas de Idaho y el desmesurado interés que mostraba por las actividades del nacionalismo vasco, especialmente durante sus últimos años en la política.

En diciembre de 2001 –poco antes de abandonar su cargo-, Pete Cenarrusa concedió una entrevista al diario Gara –portavoz oficial de la izquierda separatista vasca, afín a ETA- tras haber recibido el premio Sabino Arana que concede la fundación homónima dirigida por el Partido Nacionalista Vasco. En la misma, Cenarrusa explicó que sus últimas actividades como Secretario de Estado estaban encaminadas en el estudio de “cómo educar a EEUU sobre los vascos”. Desde una perspectiva eminentemente nacionalista, por descontado. Incluso, llegó a afirmar que albergaba especial interés en “educar” al propio presidente George W. Bush.

En la misma entrevista, Cenarrusa no dudó, incluso, en presentar a la organización terrorista ETA como un grupo de liberación nacional, obviando sus casi mil asesinatos. En palabras del antiguo Secretario de Estado, “ETA nace, para reivindicar el derecho a hablar en su propia lengua, el derecho a ondear la ikurriña –la bandera del Partido Nacionalista Vasco, adoptada como bandera oficial de la Comunidad Autónoma Vasca- o cualquier expresión relacionada con lo vasco. Los fundadores de ETA tenían una idea en mente, una idea que no puede considerarse mala en ningún lugar del mundo, que es impulsar la continuación de una lengua, posibilitar el aprendizaje de la misma en su país y promover la cultura y las costumbres de los vascos. Entonces no había violencia. Pero después, las actuaciones de la Guardia Civil bajo el régimen de Franco produjeron otra respuesta. Porque la violencia engendra violencia.”

En el desarrollo de la misma, el republicano Cenarrusa aprovechó para cargar contra José María Aznar –presidente de España por aquella fecha y uno de los mayores apoyos internacionales con los que contó el presidente George W. Bush- al que, junto a su gobierno, acusó de “no querer aceptar el derecho de autodeterminación, no querer una solución, la resolución del conflicto.” No es preciso añadir que estas palabras crearon un profundo malestar en el gobierno español, en los partidos políticos vascos no nacionalistas y en la propia Casa Blanca. Cenarrusa demostró con sus palabras un evidente desconocimiento de la realidad política del País Vasco. E, incluso, del propio nacionalismo vasco, pues el antiguo Secretario de Estado no dudó en cerrar su participación en esta entrevista afirmando que “es bien conocida la profunda tradición democrática del Partido Nacionalista Vasco.”

A través de su “Cenarrusa Foundation for Basque Culture”, este político profesional continúa dedicándose al proselitismo y ejercer como parte integrante y vital de un grupo de presión a favor del separatismo vasco. Su fundación recibe onerosas ayudas del gobierno autonómico vasco que ha encontrado en Cenarrusa y en el resto del lobby de Idaho, unos portavoces esenciales para promocionar sus objetivos políticos no sólo en Estados Unidos, sino también en el resto del continente americano.

Su última gran acción política en este sentido fue conseguir que, en marzo de 2002, el Estado de Idaho reconociera el derecho a los vascos a la autodeterminación. A pesar de las palabras de la Secretaria de Estado de Seguridad y colaboradora personal del presidente Bush, Condolezza Rice, y las protestas de la embajada española que consideraba la declaración como una injerencia, el texto salió adelante y fue aprobado. Sin embargo, Pete Cenarrusa no actuaba por su cuenta, sino que lo hacía bajo indicaciones emitidas por el presidente del ejecutivo autonómico, Juan José Ibarretxe. En declaraciones a una cadena de radio española, Cenarrusa no pudo ocultar que el lehendakari vasco había “impulsado y supervisado” la declaración. Quedaba demostrado que Cenarrusa era una marioneta política al servicio de los intereses del Partido Nacionalista Vasco en particular y del separatismo vascongado en general.






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