Hace algunos años, allá en 2002, de pronto José María Aznar sostenía entre sus manos una papa enorme, pesada, caliente... recién llegada de Idaho. No era la primera vez que el estado español era recipiente de dicho honor, ya en 1972 el Congreso de Idaho había declarado que las ayudas al régimen de Franco eran improcedentes debido a su negativa a reconocer los derechos de los vascos.
Pues bien, Pete Cenarrusa está de vuelta y con él el apoyo de los vascos de Idaho (desconocemos si los del resto de los EUA comparten el entusiasmo y entrega de Pete) vuelve a poner en jaque a París y a Madrid según esta nota publicada en Noticias de Navarra:
Arantzazu Ametzaga Iribarren | Bibliotecaria y escritora
Nosotros, los hijos de los antiguos pastores… recuerdo que comenzaba el Memorial que en 2006, presentado por Pete Cenarrusa, se llevó a tramitar a la Cámara de Representantes y el Senado del Estado de Idaho. Para hablar del pueblo vasco y de su derecho a la autodeterminación, recurrían al origen humilde y al trabajo que los llevó de la verde pero asolada Euskadi, a las inmensas praderas del Oeste, en su función de pastores, oficio que cumplieron a cabalidad, rebasando su condición de pastores para acceder a la de universitarios en una sola generación, tal como lo habían hecho en el resto de América.
En vista de los procesos de la Euskadi de nuestro tiempo, tras las declaraciones de Bruselas de 29 de marzo de 2010 y la de Donostia de 17 de octubre de 2011, Pete Cenarrusa convocó a expertos en historia y política vasca de diversas universidades para la redacción de un nuevo Memorial, reclamando paz, democracia e independencia para esta nueva etapa histórica vasca que se abre tras la suspensión de todas las formas de violencia, que juzga son una herencia del régimen despótico del general Franco, pidiendo el reconocimiento de todas las víctimas que en este país se han dado desde al menos 1936. Una de esas víctimas es él mismo: su padre hubo de emigrar porque las pésimas condiciones económicas, resultado de las guerras y la dictadura de Alfonso XIII, no le permitían sobrevivir en su Bizkaia natal. La dejó con lágrimas en los ojos y pesar en el corazón, como tantas veces se puede encontrar en el cancionero de Iparraguirre, otro gran exiliado vasco.
Tras la redacción del documento, que como tantas otras cuestiones de nuestro pueblo se coció en la mesa de la cocina de su casa de Boise, se presentó ante la Cámara de Representantes de Idaho. Es el Memorial of the Basques/Memorial de los vascos una declaración en la que se insta la colaboración de los gobiernos español, francés, de la CAV y de Nabarra así como al de la Unión Europea, a propiciar una paz estable y duradera que, como en el caso de Escocia, solo es posible si se ofrece una solución a la vieja exigencia de la mayoría del pueblo vasco, libertad e independencia en referéndum.
La tramitación de un documento pasa tres lecturas en las comisiones de la Cámara de Representantes y del Senado antes de ser llevada al Pleno para su aprobación definitiva. La aprobación del documento, defendido por los vascos Roy Eiguren y Gloria Totorikaguena, se ha consumado por mayoría absoluta en ambas cámaras y en ambas comisiones a la voz de "Welcome back, Pete" que, rompiendo el protocolo, sirvió de entrada a dicho documento en ambas salas. "Nos han llamado terroristas por demasiado tiempo; no lo somos, vosotros lo sabéis bien", fueron las primeras palabras de Cenarrusa a la Comisión de la Cámara de Representantes el pasado 12 de marzo.
El viejo secretario de Estado, miembro y speaker de la Cámara de Representantes de 1956 a 1967, ha servido al Estado de Idaho como secretario de Estado desde 1967 a 2002. Es el político que ha servido por más tiempo como secretario de Estado en el conjunto de la historia política de los Estados Unidos, sin haber perdido jamás unas elecciones, y sin que tras 52 años en política nadie pueda reprocharle ningún acto de corrupción. Por ello es conocido como el león de Idaho. CenarrUSA, pintando las tres últimas letras de su apellido con las barras y estrellas de la bandera de los Estados Unidos en todas las campañas en las que participó, apoyó públicamente a principios de los sesenta al joven candidato demócrata John F. Kennedy, al vasco David Bieter en Boise a las puertas del nuevo siglo, y a Barak Obama en las últimas elecciones presidenciales, sin que nadie en el Partido Republicano se atreviese a reprochárselo.
Hace unos días el viejo león de Idaho tomó asiento en el palco de la Cámara del Senado, con su txapela y su makila, tras conocer tan sólo dos horas antes, esa misma madrugada, que había vencido dos cánceres. La senadora Patti A. Lodge leyó, en nombre de la Cámara, varios extractos de sus Memorias políticas (Bizkaia to Boise). Terminada la lectura, el vicegobernador del Estado, Brad Little, rompiendo el protocolo, pidió que el Memorial of the Basques fuese aprobado por aclamación. Así se ha rubricado el Memorial en el Senado de Idaho, con una ovación general que arrancó de sus asientos a los representantes de ambos partidos, demócratas y republicanos por igual. Emocionado, el viejo secretario de Estado se levantó y expresó desde su balcón de 94 años el agradecimiento de todos los vascos a los miembros del Legislativo.
La aprobación por aclamación no es tan sólo un reconocimiento a este hombre extraordinario y político excepcional, sino al conjunto de los vascos de Idaho que forman parte integral de la historia, la política, la sociedad y la economía de este Estado, donde se encuentra la ikastola de Boise (a la que acude su biznieto, quinta generación de euskaldunes entre los Cenarrusa de Idaho) y un activo centro vasco, en el que conviven sus socios con esa dualidad dolorosa -lo digo por experiencia- de ser vascos y americanos a un mismo tiempo.
El viejo hijo de pastores vascos que cruzó el Atlántico, llegó desprovisto a un mundo nuevo, trajinó con su carro asumiendo la soledad inmensa de su pastoreo, en el que fracasaron otros grupos como irlandeses y escoceses, y a más de vigilar la integridad de sus rebaños, supo dialogar con los nativos y levantó un futuro digno para su descendencia, como tantos vascos lo han sabido hacer en América. No todos pudieron volver a la vieja nación, pero todos siguieron soñando en esa parte de su ser vasco, aferrados al idioma primordial de sus raíces, proclamando su nacionalidad y, en el caso de Cenarrusa, llevándola a la Cámara del pueblo, para que el Memorial de los vascos trajine un camino inverso al hecho por su padre y pueda ayudar a conciliar el nuevo tiempo que nos llega a los vascos todos, tras la desaparición de la violencia y nuestro acomodo en el mapa europeo, no como objetos sino como sujetos de derechos políticos, según las más profundas reivindicaciones vascas desde antes de Roma y de después, tras la formación del gran Ducado de Vasconia y del Reino de Nabarra.
Un pequeño comentario a Arantzazu Ametzaga, autora de este texto... no, no todas las violencias han sido erradicadas... la original, la madre de todas las violencias, la que generó todas las otras, esa sigue ahí, campeando altanera en Madrid y en París, arrogante, prepotente, vil, fría, cruel, despiadada, inhumana.
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