Desde Gara traemos a ustedes esta entrevista que nos parece fundamental para entender el conflicto vasco:
Iñaki Altuna y Mikel Zubimendi, Autores de ‘Josu Muguruza. El sueño que no truncaron las balas’ | El próximo jueves se cumplirá el 25º aniversario de la muerte en atentado de Josu Muguruza, cuando apenas contaba con 31 años de edad. Sin embargo, para entonces su trayectoria militante, su talento como analista político, sus aportaciones ideológicas para una solución dialogada y su carisma ya apuntaban sobre él una relevante proyección. Los dos periodistas de GARA han reconstruido la biografía humana y política de Muguruza en un documentado libro que verá la luz el próximo fin de semana.Fermin Munarriz¿Qué van a encontar los lectores en el libro?Iñaki ALTUNA: Se trata de un ejercicio de memoria histórica para aquellos que han anhelado siempre una paz justa y duradera. La persona Josu y el responsable político Muguruza encarnan ese deseo de lograr un escenario de libertad y prosperidad para el pueblo vasco.¿Por qué una biografía humana y política de Josu Muguruza?Mikel ZUBIMENDI: Nos interesaba descubrir la persona para entender su desarrollo político. Hay que comprender sus orígenes, la realidad de Errekaldeberri, un barrio con carácter, de inmigrantes, de perdedores de la guerra del 36, donde la mayor parte de los obreros trabajaban en peonadas... Eso marcó a Josu y lo que vino después es una continuación lógica. Nos interesaba proyectar a Josu Muguruza a escala humana.¿Ha resultado complicado reconstruir su vida y su aportación política? ¿Con qué fuentes han trabajado?M.Z.: Su familia, sus amigos de barrio, de la universidad, la gente que lo acogió en Iparralde, sus compañeros de militancia, de cárcel, del oficio de periodista y de dirección política en la izquierda abertzale nos han aportado mucho. Por otra parte, Josu escribía mucho y muy bien, escribía poemas, crónicas, análisis, ponencias... Uno puede pasarse días leyendo lo que dejó escrito, y como fuente documental ha sido de gran ayuda.¿Cómo era Josu Muguruza?I.A.: Josu era humano, cercano, comprometido e inteligente. No era un hombre duro, pero sabía hacer frente, desde la honestidad, a las situaciones más duras. Una persona que, en tiempos de dogma y de doctrinas cerradas, sabía decir «no lo sé» o escuchar a otros. Dudaba y era capaz de decir «no, eso no puede ser así». Contaba con cualidades para ser un dirigente político de primer nivel. Rafa Díez comenta en este libro que encuentra similitudes entre Josu y Arnaldo Otegi. ¿Las comparaciones son odiosas? Seguramente, pero hay otros, como amigos de juventud, que dicen cosas parecidas. Era alguien con gran proyección, y no solo sus compañeros lo sabían; también quienes ordenaron su muerte.M.Z.: Josu era inteligente a rabiar y tenía un humor exquisito. Le encantaba hacer gansadas, la parodia... La sonrisa era un arma para él, una actitud. Era sensible y mimoso, inquieto y culto, euskaltzale y militante de una sola pieza.¿Cuál es su legado político? ¿Tiene vigencia actualmente?I.A.: Destacaría la confianza en el pueblo. Creo que lo dice Elena Beloki, hoy en prisión: sin pueblo, para Josu, no hay nada. Destacaría también su insistencia en la necesidad de prepararse, porque el objetivo es ganar, cambiar las cosas, llevar al pueblo vasco a su libertad plena.En ese sentido, muchas de las cosas que decía tienen plena vigencia en la actualidad, independientemente de los cambios tácticos e incluso estratégicos habidos estos años. Los elementos nucleares del reconocimiento nacional y el derecho a decidir son patentes en sus escritos. Un abertzale de izquierdas se verá, aún hoy, plenamente reconocido en sus escritos.¿Qué faceta de su vida destacarían y por qué motivo?M.I.: Sus convicciones eran muy fuertes y su día a día militante era frenético. Conocía sus limitaciones, para qué valía y para qué no. Como ha comentado Iñaki, sabía decir «no» y, para mí, eso es sinónimo de fortaleza. Por otra parte, intelectualmente era muy exigente consigo mismo y con los demás. No se escudaba en las consignas, ni en las convenciones políticas e ideológicas de la época. En ese sentido, no era nada perezoso. Si había que cambiar algo -por ejemplo, la Alternativa KAS, que llegó a definir como «cinco puntos lacónicos»-, él mismo se ponía al frente, hasta el punto de la obsesión. Otros remataron después la jugada con la Alternativa Democrática, pero si hubieran dejado desplegar a Josu todo su potencial habría sido una persona clave en la renovación ideológica y política. Tenía preparación y carisma suficiente para liderar un proceso de ese tipo.¿El libro permite descubrir también el ambiente político de la etapa que abarca la biografía?I.A.: Sí, y tenemos que recordar que era una etapa clave, marcada por las conversaciones de Argel, por sus prolegómenos, su desarrollo y su ruptura. La llegada de Mitterrand a la Presidencia francesa y de González al Gobierno español, el Plan ZEN, los GAL, el ingreso en la OTAN, la entente PSOE-PNV y la de UPN-PSN... Y frente a ello, una ETA con gran capacidad que sienta a tiros al Gobierno en Argel. La reforma franquista, como se le llamaba, no lograba asentarse en Euskal Herria, y la confrontación político-militar llevó abrir la posibilidad del diálogo.¿En el libro se desvelan datos desconocidos hasta la fecha?M.Z: Sí, hay datos y anécdotas que hasta ahora no son conocidos para el gran público. Trayectorias como las de Josu forman parte del patrimonio nacional de este país y corresponde a todos cuidarlo, ponerlo en valor y transmitirlo correctamente.La hipótesis más sólida sobre la muerte de Muguruza apunta al crimen de Estado. ¿Cuál es, en su opinión, el motivo por el que ordenaron y ejecutaron el atentado en el que también resultó herido grave Iñaki Esnaola?I.A.: Algunos dirían que les era insoportable ver a un «responsable de ETA» sentado en el Congreso de los Diputados. Lo digo porque los servicios de información no cejaron en presentar a Muguruza como tal, mediante filtración a los medios. Una lectura más ajustada nos lleva a relacionar la muerte de Muguruza con el final de las conversiones de Argel y con la supremacía que con aquella ruptura adquirieron los sectores de los aparatos del Estado que manejaban la agenda de la no-solución, de la represión pura y dura. Lo dice Antton Etxebeste en el libro: cuando el Estado quiere borrar todo vestigio, tiende a liquidar a los mensajeros. Ocurrió con Brouard y con Muguruza de forma física, y lo han intentado con Otegi mediante persecución judicial. Los enemigos de la paz mataron a Muguruza.
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