Le extrañamos, es buena bestia como decimos en la familia, y es por eso que le presentamos la más reciente visión tipo portada de La Atalaya, de la pluma del alguna vez lehendakari:
Juan José Ibarretxe
El apasionante camino recorrido por Euskadi desde el inicio del autogobierno, a comienzos de los años 80, y específicamente entre los años 1998 y 2008, permite verificar, con datos y argumentos contrastados, es decir, de manera empírica, que dicho camino exigía un nuevo paradigma asentado sobre fundamentos tales como el principio ético, el principio democrático y el desarrollo humano sostenible.
Se trata de tres principios inseparables e irrenunciables para la sociedad vasca. Sobre ellos se ha desarrollado una forma específica de entender el progreso. Frente al concepto del crecimiento económico que se olvida de las mujeres y los hombres, se ha propiciado una forma de progreso en la que el sujeto y fin fundamental ha sido la persona y, desde un punto de vista colectivo, el Pueblo Vasco. Se trata de un Pueblo moderno, que a pesar de sus problemas, -conflicto político secular y violencia terrorista desde mediados del siglo XX-, avanza, no pierde la esperanza y realiza permanentemente esfuerzos por construir la Paz sobre la justicia social y la libertad individual y colectiva.
El desarrollo de los tres principios de manera inseparable, como un todo que ha impregnado el conjunto de iniciativas que se han llevado a cabo desde la recuperación del autogobierno con el Estatuto de Gernika y específicamente en el periodo 1998-2008, es lo que ha convertido al caso vasco, además, en un modelo integral de actuación social, política, y económica. Y en este carácter integral, que ha conjugado racionalidad, convicción y capacidad de autogobierno, ha residido su principal fortaleza para ofrecer al mundo, a diferencia de lo preconizado por el pensamiento socio-político-económico neoliberal imperante en nuestros días, algo propio y diferenciado de su entorno, desde lo social, lo político y lo económico, reivindicando la persona, el Pueblo y la competitividad en solidaridad.
El establecimiento del principio ético como uno de los cimientos del modelo ha hecho que la defensa de los Derechos Humanos haya constituido el norte de las actuaciones de las instituciones públicas y de la sociedad vasca. Se ha avanzado en la pedagogía social y se ha consolidado en Euskadi, esperemos que definitivamente, la necesidad de asumir que los Derechos Humanos son indivisibles e ineludibles, que no pueden existir espacios opacos en la defensa de los Derechos Humanos. Todos los Derechos Humanos para todas las personas. Este es el cauce central en el que ya se encuentra en su inmensa mayoría la sociedad vasca.
ETA, por tanto, debe comprender la terrible brutalidad, inutilidad e inmoralidad de su violencia y dar muestras inequívocas de su disposición a abandonarla definitivamente para siempre y sin reservarse papel garante de proceso político alguno. Los partidos políticos y las instituciones públicas vascas, las españolas y las europeas deben, también, reflexionar al respecto. Como bien afirman las organizaciones internacionales de DD.HH. y el propio Relator de Naciones Unidas, el camino nunca pasa por torturas y malos tratos, ni tampoco por iniciativas legislativas que recortan derechos civiles y políticos a la ciudadanía. Porque la violencia y el terrorismo no se combate con menos sino con más democracia. Es decir, con la universalización del respeto a los Derechos Humanos.
A lo largo de la historia son muchas las formas que se han adoptado para la resolución de los conflictos, pero la experiencia nos enseña que solo hay un camino, un método para avanzar: el diálogo. En la sociedad vasca, todos los avances, grandes o pequeños, todas las ilusiones se han disparado cuando se han abierto procesos de diálogo y negociación. El diálogo es la única fórmula válida para no fracasar y lograr acuerdos básicos no alcanzados hasta la fecha. Diálogo en público y en privado, diálogo bilateral y multilateral, diálogo sin vetos personales ni políticos, diálogo sin condiciones previas, diálogo como fórmula para buscar soluciones.
El respeto a la vida y a los Derechos Humanos es el punto de partida. Atentar contra la vida humana, asesinar, extorsionar o torturar a quien piensa de forma diferente es un crimen contra la humanidad que no tiene cabida en ninguna sociedad. El respeto a la vida y a los DD.HH. de todas las personas tiene que ser el punto de partida de cualquier proceso de paz y el reconocimiento ético, moral y material de las víctimas de la violencia y el terrorismo una obligación para las instituciones y sociedad vasca en su conjunto. Es, por tanto, condición sine qua non que se materialice en el rechazo a la utilización de la violencia como instrumento de acción política y de manera previa a todo proceso de final dialogado de la violencia o como condición a cumplir por parte de los participantes en cualquier mesa negociadora del conflicto político. Dadas estas condiciones, seguimos abogando por el final dialogado de la violencia. Esto, sin embargo, no significa extender un velo de olvido difuso sobre el pasado ni invitar al país a una amnesia colectiva sobre los hechos inhumanos que tuvieron lugar sino, por el contrario, realizar una lectura analítica y crítica del mismo.
Estamos ante una realidad incontrovertible: la existencia del Pueblo Vasco. Además, una parte muy significativa y plural de la sociedad vasca defiende que el Pueblo Vasco existe y que, por tanto, le corresponde decidir su futuro libre y democráticamente y tener su lugar propio en el concierto europeo y mundial. Al margen de la violencia, debemos reconocer la existencia de un problema político que va más allá de esta. Un problema cuya resolución corresponde abordar a la sociedad vasca y a los representantes políticos. Se alcancen o no acuerdos para resolver el conflicto político vasco, la violencia de ETA debe desaparecer. Y exista o no ETA se deben alcanzar acuerdos para la convivencia entre Euskadi y el Estado español. Es concluyente que se debe abordar un diálogo político, de fondo, con el objeto de alcanzar un acuerdo de normalización política en torno a elementos fundamentales para nuestra convivencia como la identidad, la soberanía, la territorialidad, el derecho de autodeterminación y su ejercicio pactado, la presencia de Euskadi en Europa y en el mundo, el nivel de autogobierno deseado o el marco de relación entre Euskadi y el Estado español. Los problemas políticos deben tener soluciones políticas.
El problema, en términos políticos y democráticos, es la falta de reconocimiento del Pueblo Vasco como un sujeto político con identidad propia al que le corresponden unos Derechos Históricos, existentes antes de la Constitución española y, en definitiva, con capacidad para decidir libre y democráticamente su propio futuro. Se hace necesario, por tanto, alcanzar un acuerdo político en torno al derecho a decidir de la sociedad vasca y su ejercicio para -previa ratificación por parte de los vascos y vascas- ser incorporado al ordenamiento jurídico. Lograr, por tanto, desde el respeto mutuo y en el marco de la UE, un acuerdo para la convivencia político-social amable entre Euskadi y el Estado español para el siglo XXI.
Pero la defensa de la identidad, de la cultura, de la lengua vasca, no está relacionada únicamente con un hecho político legítimo como es reivindicar una personalidad en el mundo globalizado actual. Está además en relación directa con el logro de Desarrollo Humano Sostenible. El Pueblo Vasco -Euskadi o Euskal Herria-, la Cultura vasca, la lengua vasca -el euskera- han de tener su lugar en Europa y en el mundo. La defensa de la identidad vasca, no de espaldas ni en contraposición a las demás identidades sino en convivencia con ellas, está detrás, no solo de una legítima reivindicación política sino también de un modelo de desarrollo económico, social y político sano.
Hay que mirar al futuro sin olvidar las raíces. Hay que competir con raíces. Hay que innovar con raíces. Los últimos 30 años nos han enseñado que autogobierno -"burujabe-tza" en euskera- es igual a bienestar. Profundizar en nuestra identidad como Pueblo está ligado hoy, ayer, y lo estará aún más mañana a la consecución, mediante el ejercicio del autogobierno, del desarrollo humano sostenible.
El caso vasco traslada, además, la enseñanza de que la estrategia de desarrollo humano sostenible es realizable. La idea de que ¡se puede! Que se puede mirar a los ojos al mercado, sin tener que dejar de mirar a los ojos a las personas. Frente a la actitud resignada ante afirmaciones de que el neoliberalismo es la "naturaleza de las cosas" o de que supone la "lectura científica de la realidad", el modelo vasco representa un ejemplo humilde pero eficaz que evidencia la parcialidad de dichos argumentos. Es claro que el modelo vasco, lejos de invitar a la resignación, supone una manifestación elocuente de que existen alternativas al modelo neoliberal, ¡Que se puede! Si queremos, podemos. Un país en el que el humanismo y la innovación social, científica y técnica se incorporan a su propia identidad abierta al mundo es poseedor de una poderosa palanca de transformación social, política y económica.
El autogobierno es la clave de la estrategia de ese país. Construido sobre los principios ético y democrático, es el paraguas para el resto de los elementos que explican el razonable éxito alcanzado en la estrategia de desarrollo humano sostenible aplicada en la Comunidad Autónoma de Euskadi en los últimos 30 años. Autogobierno ha sido sinónimo de bienestar para la sociedad vasca. Ha sido el autogobierno lo que ha permitido desarrollar en Euskadi un modelo de desarrollo humano sostenible que ha hecho posible el progreso económico y socialmente comprometido y equilibrado de sus gentes. Porque el eje sobre el que pivota el modelo vasco es la persona. La persona en su acepción kantiana que se desarrolla en un espacio socio-cultural concreto y que se entiende como fin en sí mismo. De ahí que el autogobierno esté orientado primera y principalmente al logro del progreso integral de sus hombres y mujeres, es decir, del Pueblo Vasco.
Así, en paralelo al desarrollo del concepto de nueva gobernanza europea, la nueva gobernanza vasca implica un reflexión estratégica sobre cómo se ejercitan los poderes que la ciudadanía vasca confiere a las instituciones. Si la gobernanza europea es un intento para rescatar el proyecto europeo, haciéndolo más democrático, del mismo modo la gobernanza vasca implica el renacimiento del marco de autogobierno vasco. Un nuevo marco de autogobierno dotado de más fuerza, cercanía y participación. Un autogobierno vasco que, para responder a los nuevos desafíos, debe contener más poder político, social y económico.
En definitiva, el modelo vasco muestra que defender y profundizar en el autogobierno, en la defensa de la identidad política, cultural, económica, no solo ha estado detrás de la reivindicación de un proyecto político legítimo de nación, de pueblo, sino detrás también -como atributo inseparable- del desarrollo de un modelo de competitividad en solidaridad propio y diferenciado en relación con su entorno. Pero el modelo vasco ha sido posible porque ha existido una concepción de País que ha dado sentido al autogobierno económico, político y social. Sin una concepción de País, es imposible el liderazgo compartido público-privado-sociedad y no resulta posible desarrollar un modelo propio y diferenciado, una estrategia de país compartida con iniciativa social y de clara implicación pública, capaz de generar progreso ético para las personas. Sin concepción de País, el pueblo perece. Por el contrario, la concepción de país, el autogobierno y el liderazgo compartido construyen el proyecto de País desde la proximidad, la cercanía y la comprensión de los problemas para ser resueltos.
Que tipazo don Ibarretxe, todo un vals sobre las nubes sin mencionar una sola vez la absurda y brutal violencia generada por el terrorismo de estado español... y sin dejar claro si ese "pueblo vasco - Euskadi o Euskal Herria-" se refiere a Nabarra íntegra o solo a las tres provincias de las que él fuera gerente. Por que hace 30 años tomó lugar la creación de un absurdo llamado el Amejoramiento, una cínica extravaganza legaloide diseñada en La Zarzuela para asegurar la división de Hegoalde, algo que no menciona ni de pasadita Juan José cuando nos habla de caminos apasionantemente recorridos.
Así que ahí lo dejamos, saquen sus propias conclusiones.
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