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Euskosovo y Espaserbia
Gaspar Milagros
Anda la vieja Europa revuelta por el asunto de Kosovo, pueblo albanés sometido a Serbia que, muy probablemente, alcanzará en las próximas horas su anhelada soberanía, aunque sea de forma provisionalmente tutelada.
Por si alguien se ha perdido, recordaré que Kosovo (o mejor, Kosova, que es como se pronuncia en su lengua) está administrado bajo un estatus especial por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde el final de la guerra de 1999, dándose la circunstancia de que el 90% de su población es albanesa y quiere liberarse de una vez por todas del yugo serbio.
Tras muchos años de lucha, que ha costado un tremendo sufrimiento y un gran número de vidas a las partes enfrentadas, los kosovares, hombres y mujeres, esperan conseguir al fin su independencia con el apoyo del grueso de Occidente (léase la Unión Europea y los EEUU). Serbia, por su parte, cuenta con la complicidad del Estado ruso, que goza de derecho de veto en el Consejo de Seguridad de naciones Unidas.
Así las cosas, la relación de fuerzas se intuye favorable a los independentistas, aunque ello no quiere decir que no existan desacuerdos y contradicciones. De hecho, no es sólo la Rusia chechenicida la que se opone a la autodeterminación kosovar. Tampoco aceptan la secesión, por distintos motivos, los estados europeos de Grecia, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Chipre, Malta… y España. Si les cuento que, según rumores bien fundamentados, la diplomacia borbónica, con Moratinos y Zapatero al frente, mendigó recientemente en Bruselas que la declaración de independencia de Kosovo se retrasase hasta después del 9 de marzo, comprenderán mejor los intríngulis del tema.
Con una extensión de 10.887 km² y una población cercana a los dos millones de habitantes, censada antes de la crisis del 99, Kosovo tiene similitudes con el País Vasco que, como sucede con la equivalencia con el proceso irlandés, los poderes españoles no están dispuestos a reconocer.
A lo largo de su conflictiva historia, la actual Kosovo ha estado gobernada total o parcialmente por el reino de Italia, por Albania, por Serbia, por Montenegro, por Bulgaria y por los imperios Romano, Otomano y Bizantino, y su mapa étnico ha incluido latinos, turcos, aromunes, romaníes, goranis, circasianos y hebreos, además de serbios y albaneses. Fuera la que fuese la miscelánea cultural de antaño, la realidad de hoy mismo es que prácticamente la totalidad de su población quiere emprender su propio camino, al que tiene derecho inalienable.
No faltarán voces “progresistas” que clamarán al cielo por la medida. Incluso habrá quien desde la izquierda objete, con cierta lógica, que si EEUU, el Reino Unido, Francia, la OTAN y hasta el Banco Mundial avalan la operación, ésta ha de ser puesta en cuarentena. Sin embargo, hay que decir que no es de recibo prejuzgar, criminalizándolo, el ejercicio de un derecho universal por el mero hecho de que, coyunturalmente, éste sea del agrado de la escoria del planeta. El derecho de autodeterminación de los pueblos es sagrado y su puesta en práctica no puede depender de modas ni de conveniencias espurias.
Además, volviendo a nuestra Serbia doméstica y jugando a construir falacias tan lógicas como las otras, si el sinuoso José Bono abomina de la independencia de Kosovo, ésta no puede ser tan negativa. Del enemigo el consejo.
Sin comentarios.
Ya después hablaremos del UCK.
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