Les presentamos la cuarta entrega del escrito de Iñaki Gil titulado "Aplicando a Martí desde Euskal Herria" aparecido en Rebelión.
Aquí la tienen:
Y les recuerdamos, pueden leer el escrito entero en siguiendo este enlace.
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4. ¿Qué diría Martí sobre el PSOE y el PC de España?
Por último, Martí termina afirmando que no existirá nación española mientras se mantenga la explotación de otros pueblos. Esta tesis es una especie de resumen de todo lo visto hasta ahora y completa una visión estratégica que coincide plenamente con la marxista pero que es inaceptable por la llamada “izquierda” española, es decir, por el PSOE, el PCE e IU. La socialdemocracia española fue una fuerza nacionalista e imperialista desde su formación histórica, aunque en algún momento quisiera dotarse de una aureola descentralizadora y autonomista. En lo que concierne a Euskal Herria, se ha caracterizado por un desprecio activo o pasivo a la cultura e identidad vasca, a su lengua y a su historia. Desprecio activo en una primera y larga fase que abarca desde su fundación a finales del siglo XIX hasta la década de 1970, fase en la que repetían con terrible frecuencia ataques racistas y xenófobos realizados desde la supuesta “superioridad cultural española” contra todo lo vasco, especialmente contra nuestra lengua, el euskara, de la cual ha llegado a pedir su desaparición para desactivar así el independentismo vasco.
En la segunda fase, que dura algo más de un tercio de siglo, el PSOE no ha tenido más remedio que suavizar exteriormente sus expresiones españolistas y antivascas tradicionales debido al prestigio alcanzado por la lucha antifranquista de Euskal Herria y al aumento de la identidad de nuestro pueblo. En estas condiciones, exteriorizar sin ambages su nacionalismo chauvinista y racista sólo puede traerle serios problemas sociales y electorales. Sin embargo, en la práctica diaria no ceja en su empeño de recortar las pequeñas cotas descentralizadoras concedidas hace un tercio de siglo, a la vez que endurece la represión en todas sus formas. Mediante las infinitas triquiñuelas legales que un Estado puede realizar día a día en las oscuridades de sus aparatos burocráticos inaccesibles a la luz del conocimiento público, la burguesía española está recortando y limando la descentralización administrativa que no tuvo más remedio que conceder a finales de la década de 1970.
La historia del PC de España en lo que concierne a la práctica de la teoría marxista de la cuestión nacional, requiere una explicación algo más detenida porque el PCE lleva mucho tiempo siendo un pilar esencial de la dominación española. En sus primeros años, el PCE se guiaba por las tesis oficiales de la III Internacional al respecto, que defendía el derecho de autodeterminación de los pueblos oprimidos incluido el de separación e independencia. Pero fueron desarrollándose dos distintas líneas conforme pasaban los años y conforme crecía el poder de la burocracia en el interior de la URSS y del PCUS, hasta su triunfo definitivo y absoluto en la mitad de la década de 1930. Una línea era la aún oficial en la III Internacional, representada en sus momentos álgidos por José Díaz en cuanto Secretario General, y la otra línea era la nacionalista española que iba creciendo en el interior del partido y que se expresaba abiertamente al comienzo de la guerra de 1936.
Podemos decir que al inicio de este conflicto en el PCE existían dos corrientes enfrentadas al respecto. Además, existía otro problema muy serio ya que el PC de Euskadi defendía tesis contrarias en lo esencial a las oficiales en la III Internacional en un año crucial como el de 1935, cuando era ya incontestable el poder de la burocracia stalinista. El PC de Euskadi, por ejemplo, tenía una definición de nación que chocaba frontalmente con la de Stalin de 1913; asumía en la práctica la independencia de Euskal Herria, la defensa de la cultura vasca y, entre otras cosas, no tenía ningún problema en reivindicar la figura de Rosa Luxemburgo, declarada traidora y antileninista por la III Internacional.
Según se prolongaba la guerra de 1936 y entraba en una creciente tensión interna entre las fuerzas revolucionarias y las burguesas dentro del bando republicano, el PC de España, siguiendo las directrices del PCUS, fue optando por el nacionalismo español que ya existía en su interior y abandonando el internacionalismo que había sostenido oficialmente hasta esa fecha. El momento crítico del retroceso del internacionalismo al nacionalismo español se produjo entre finales de 1937 y comienzos de 1938. Para entonces y desde mayo de 1937, la guerra no se hacía para ganar la revolución socialista sino para asegurar la democracia burguesa. Sobre esta base, a partir de comienzos de 1938 la guerra no se hacía tampoco para resolver en términos marxistas la opresión nacional sino para defender “la independencia nacional española” amenazada por la invasión nazifascista apoyada por la reacción interna. Los pueblos no españoles debían luchar por una autonomía, pero no por su independencia porque sólo España tiene derecho a la independencia nacional, el resto, las llamadas “provincias y pueblos de España” deben mantenerse en su interior. Más aún, pretender salirse de ella, de la “madre patria” amenazada por el invasor nazifascista, es contrarrevolucionario.
Se produce aquí un choque frontal con las tesis bolcheviques llevadas a su máximo grado de coherencia en 1918, sólo veinte años antes, y en un contexto idéntico en el fondo y en la forma al que se estaba dando en el Estado español. Recordemos que en 1918 los ejércitos imperialistas y contrarrevolucionarios estaban a punto de ganar. A comienzos de ese año, sólo algo más de tres meses después de la insurrección victoriosa, los bolcheviques hablaban entre ellos de la existencia de una patria rusa diferente a la patria zarista anterior, burguesa, y la definían como “patria socialista”. Bajo las tremendas amenazas de aquellos meses, en verano los bolcheviques llaman a las armas al pueblo trabajador bajo la consigna de “La patria socialista en peligro”, creando desde la nada el nuevo Ejército Rojo.
Sin embargo, a pesar del peligro inmenso, los bolcheviques no retroceden un solo milímetro en su internacionalismo garantizando los derechos absolutos de las naciones que había oprimido el zarismo; más aún, llevaron el internacionalismo al grado máximo porque mientras negociaban con los alemanes, por ejemplo, ayudaban a crear batallones internacionalistas rojos formados por prisioneros de guerra alemanes que se preparaban para hacer la revolución en Alemania, y mientras intentaban negociar vitales ayudas en alimentos y armas por parte de los aliados, potenciaban la revolución mundial mediante la recién creada Internacional Comunista o III Internacional, que se celebraban públicamente en Moscú. Simultáneamente, del mismo modo que llevaron su internacionalismo al máximo, también avanzaron sin miedo en la revolución socialista, no se plegaron a las exigencias burguesas con la excusa de aunar fuerzas interclasistas para vencer al invasor extranjero.
A partir de 1937 el PC de España hizo todo lo contrario de lo que solo veinte años antes habían hecho los bolcheviques. No merece la pena entrar ahora a demostrar cómo seguían actuando las mismas contradicciones irreconciliables en ambos períodos. Lo que nos interesa es dejar constancia de una ruptura tajante con la teoría marxista en dos cuestiones esenciales para la revolución: la lucha de clases y la lucha de liberación nacional. Podemos añadir una tercera traición: el abandono por el PCE de la lucha antipatriarcal, también decisiva, cuando exigió e impuso casi desde el principio que las mujeres se quedasen en la retaguardia. A partir de este retroceso en toda regla de la revolución a la reforma, el PCE se lanzó ya por la cuesta abajo del nacionalismo español. En diciembre de 1945 se celebró en Toulouse, Estado francés, una decisiva reunión en la que la dirección fiel a Moscú, españolista a tope, desplazó a quienes pretendían seguir con la lucha armada contra el franquismo, entre los que se encontraban muchos vascos pertenecientes al PC de Euskadi. En 1957 el PC de España adoptó definitivamente la tesis reformista y nacionalista española de la “reconciliación nacional”, reafirmada un año después, modernizada y actualizada según envejecía el dictador con el nombre de “eurocomunismo”. El acto de fe nacionalista gran española se consumó con la presentación pública oficial del PCE recién legalizado: los dirigentes históricos y los nuevos dirigentes aparecían fotografiados bajo una gran bandera monárquica española. Poco tiempo después defenderían desesperadamente la Constitución que sanciona la opresión nacional dentro del Estado en nombre de la monarquía impuesta por el dictador Franco, y protegida por un ejército que nunca ha sido depurado por sus incontables crímenes.
Desde entonces hasta ahora, el PC de España e Izquierda Unida han sido y son, como hemos dicho, piezas claves en la legitimación del nacionalismo español tanto a nivel estatal interno, contra los derechos independentistas de los pueblos oprimidos, como a nivel internacional, espacio en el que defienden los argumentos del Estado español, desacreditan las reivindicaciones de los pueblos e intentan por todos los medios impedir que la presencia de la izquierda independentista vasca en los todos los foros internacionales. José Martí se revolvería furioso en su tumba si viera cómo las “izquierdas” españolas apoyan por activa o por pasiva la represión española en Euskal Herria, especialmente la tortura y los malos tratos. Tendría que comprender que estos partidos no están dispuestos a seguir sus muy correctas tesis sobre la necesidad de que España, si quiere existir como nación, es decir, si quiere ser justa, debe desprenderse de todas sus conquistas exteriores e interiores, debe reconocer el derecho a la independencia de los pueblos que sigue oprimiendo y a la vez debe hacer una revolución social que permita a sus clases oprimidas desarrollar los recursos estatales necesarios y recuperar la propiedad colectiva de las fuerzas productivas, requisitos imprescindibles para que el proletariado internacionalista español pueda instaurar su “picota” con la que defender la verdad y la justicia.
Continúa mañana
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