La sexta y última parte del texto de Iñaki Gil titulado "Aplicando a Martí desde Euskal Herria" publicado originalmente en Rebelión.
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6. SEIS INDEPENDENCIAS NECESARIAS EN EL SIGLO XXI:
Sin poder desarrollar aquí todas las vías de futuro latentes en la obra martiana, sí vamos a limitarnos a seis planteamientos de este revolucionario que llegan al meollo de la independencia de los pueblos frente al imperialismo y que han cobrado una necesidad imperiosa a comienzos del siglo XXI. Todos coinciden en algo esencial: los pueblos oprimidos han de desarrollar seis estrategias independentistas concretas en otros seis problemas estructurales como son, primero, superar la mentalidad esclava; segundo, desarrollar la independencia educativa; tercero, independizarse del idealismo; cuarto, independizarse del consumismo; quinto, independizarse del imperialismo y, sexto, obtener la independencia alimentaria.
La primera concierne a la imperiosa lucha por superar la dependencia servil y esclava hacia el poder opresor, como requisito para el desarrollo de toda nación libre. Como hemos dicho, en su pregunta sobre qué nación puede levantarse sobre un suelo de reptiles, además de la respuesta basada en la necesidad de la unión solidaria, existe también una segunda respuesta, o primera, o una versión específica de la misma respuesta, como se quiera interpretarlo. Se trata de su profunda, crítica y autocrítica consciencia de que una cultura aviesa y reptil --en su mala acepción-- sólo crea espíritus viles y serviles, amos y esclavos, hienas y bestias de carga. El revolucionario cubano era muy consciente de las enormes dificultades que acarrea dar vida a una sociedad nueva. Lo había dicho así de claro en el artículo 4º de las Bases del Partido Revolucionario Cubano, redactadas en 1892:
“El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”
En la extensa obra teórica de Marx y Engels podemos encontrar sin dificultad alguna, palabras que vienen a del pasado, las cadenas de la opresión, obturan y alienan el cerebro de los vivos. Sabían que toda “sociedad compuesta para la esclavitud” tiende a comportarse como esclava. Marx definía como bueyes a los mismos que Martí llama esclavos. Por tanto, lo primero y fundamental es elaborar y practicar una política libertadora en todos los sentidos de la palabra. Hacerlo con mucha antelación, desde el inicio mismo de la lucha independentista, porque no puede haber independencia alguna allí en donde subsiste la dependencia del esclavo. Si el pueblo está embrutecido por la esclavización física y espiritual, si piensa y siente como su amo, nunca luchará decididamente por la independencia, en todo caso se dejará llevar por unos dirigentes oportunistas predispuestos a pactar con el invasor.
Pero incluso cuando es el pueblo trabajador el que dirige la lucha de liberación nacional y social, incluso entonces también se ha de prestar especial atención a su emancipación personal, moral, vital, a su desalienación, en suma. En las palabras de Martí está anunciada una parte de la causas que llevaron a la revolución bolchevique al fracaso un tercio de siglo más tarde, y Lenin y otros muchos revolucionarios y revolucionarias se cercioraron de ello bien pronto. Su titánico y desesperado esfuerzo por ganar tiempo al tiempo para poder avanzar en urgentes medidas sociales y democráticas que impulsaran una “revolución cultural” dentro de las clases trabajadoras, iba destinado precisamente a luchar con más bríos e instrumentos contra la esclavización moral, contra la incultura, el atraso, el egoísmo.
Llegamos así a la segunda independencia, la educativa. En efecto, la esencial identidad entre el marxismo y el pensamiento martiano en esta crucial cuestión aparece de nuevo reflejada en la siguiente cita extraía de sus tesis sobre la educación popular expuestas en el tomo 19 de sus obras completas:
“A un pueblo ignorante puede engañársele con la superstición, y hacérsele servil. Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre. Un hombre ignorante está en camino de ser bestia, y un hombre instruido en la ciencia y en la conciencia, ya está en camino de ser Dios. No hay que dudar entre un pueblo de Dioses y un pueblo de bestias. El mejor modo de defender nuestros derechos, es conocerlos bien; así se tiene fe y fuerza: toda nación será infeliz en tanto que no eduque a todos sus hijos. Un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres. –La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud. Tan repugnante es un pueblo que es esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo”.
Si volvemos a cometer el error de leer estas palabras en su literalidad superficial, separadas de la obra entera de su autor y del contenido que éste daba a sus expresiones, creeremos que se trata de una simple tesis basada en el socialismo utópico al dar tanta importancia a la cultura en abstracto. Sin embargo, recordemos que Martí exige que el pueblo, que las clases oprimidas, tengan instrumentos coercitivos --la picota antes vista-- que imposibiliten toda mentira y manipulación por parte de las clases opresoras; si a la vez recordamos que Martí exige que los dirigentes, la política justa del pueblo, utilicen las lenguas de las naciones indias y si, por no extendernos, exige una drástica reforma de aparatos centrales del poder burgués como es el ejército, veremos entonces que su modelo de educación popular no tiene nada de utópico, sino que ancla sus raíces en su régimen radicalmente democrático y factible desde la seguridad que ofrece el pueblo movilizado en defensa de sus derechos.
La tercera independencia surge del hecho de que la actualidad de esta propuesta de independencia educativa no radica sólo en su denuncia de la alienación del esclavo y de la bestia a la que es reducida la persona condenada a la ignorancia, sino en la crítica atea que estructura su mensaje. Una de las características del capitalismo actual es el devastador ataque reaccionario contra la capacidad de pensamiento racional de nuestra especie. Desde el fundamentalismo cristiano que está atacando los pilares del método científico al intentar resucitar la teoría del creacionismo, negando la validez científica de la teoría de la evolución de las especies, del movimiento de la materia y de su capacidad de creación de lo nuevo a partir de ella misma, hasta la proliferación de toda clase de sectas esotéricas y mistéricas que son verdaderos fraudes para incautos que ocultan auténticos negocios, pasando por la potenciación de los irracionalismos más insospechados, bajo toda esta ofensiva, se oculta un objetivo preciso cual es el de reforzar la lógica de poder reaccionario del imperialismo sobre toda la humanidad. La obsesión cristiana de perseguir sanguinariamente el pensamiento científico-crítico tiene su supuesta razón en la condena bíblica que prohíbe al ser humano comer del árbol de la ciencia del bien y del mal porque, al hacerlo, el ser humano aprenderá todo sobre su condición pasada, presente y futura, y llegará a ser “como dios”, lo que es pecado mortal.
En la cultura judeo-cristiana se desarrolló una mentalidad servil y perruna hacia la autoridad de una minoría selecta designada por dios como la única que puede interpretar sus designios y luego darlos a conocer a la masa creyente e ignorante. Esta mentalidad recorre toda la estructura conceptual de Occidente mostrándose especialmente activa en sus momentos de auge como son el Renacimiento, la Ilustración y el desarrollo de las llamadas por la burguesía “ciencias sociales”. Su cemento cohesionador no es otro que el desprecio absoluto hacia la capacidad de pensamiento crítico y creativo del pueblo trabajador, y la creencia de que éste debe ser guiado desde las instancias superiores del saber mundano y/o religioso. Por esto, Marx planteó desde el inicio de su obra que la crítica de la religión era la crítica de la política, y por esto, en El Capital, la crítica de la mercancía es también realizada como crítica de la religión. La teoría marxista del fetichismo de la mercancía es, junto con la dialéctica materialista que le sustenta, la esencia del ateísmo comunista. Sin llegar a estos niveles de exquisitez y sofisticación científico-crítica, Martí dice exactamente lo mismo que Marx al defender la necesidad de que la especie humana sea como dios, o sea, dialécticamente dicho, supera a dios mediante su praxis material humana y con ello condene a dios al museo de la historia.
Hemos dicho que Martí no llegó a la sofisticación de Marx y de Engels, pero sí se acercó a lo básico de la dialéctica de la naturaleza en, como mínimo, dos cuestiones decisivas en la actualidad. En su texto “La ley de la herencia” de enero de 1884 afirma que: “Todo se vierte y convierte; pero todo en acuerdo con cada uno de los seres y objetos, y con todos”. Aquí Martí alude indirectamente a la dialéctica del aumento cuantitativo y del cambio cualitativo, al afirmar que todo se vierte y convierte; y también alude a la ley de la interacción permanente entre todos los objetos y seres. Sin duda, fue el potencial teórico que tiene este método el que le permitió comprender y exponer todo lo que estamos analizando en esta ponencia, aunque no citara explícitamente a la filosofía dialéctica. De cara a las transformaciones que se están produciendo en la actualidad, este método sigue manteniendo su potencial sobre todo cuando es reforzado por las aportaciones del marxismo.
Llegamos así a la cuarta independencia que se basa, además de en otras razones obvias, también en las implicaciones lógicas que se extraen de esta última cita. Que esta frase no fue una afirmación aislada, extraña en su obra general, sino una parte de una totalidad, queda demostrado por sus palabras escritas en el artículo “El carbón”, de noviembre de 1884, afirma que:
“Al ver el inmenso consumo que de él se hace pudiera temerse que se llegara a agotar, si no supiésemos que la naturaleza no es más que un inmenso laboratorio en el cual nada se pierde, en donde los cuerpos se descomponen, y libres sus elementos vuelven a mezclarse, confundirse y componerse, pudiendo, en el transcurso de los siglos -que son instantes en la vida del mundo- volver a su antiguo ser, a colmar los vacíos que el hombre haya causado, por otra parte imperceptibles en los inconmensurables depósitos del globo. (…) Y bien sabemos que el movimiento es fuerza, el movimiento es calor, el movimiento es vida”.
Podríamos calificar de “optimistas” algunas de las conclusiones de este párrafo en el sentido de que las reservas de carbón son inagotables al ser “inconmensurables” sus depósitos. Pero cometeríamos un error grave ya que no contextualizamos el párrafo, enormemente válido en la actualidad. Hace algo más de un siglo, estas palabras de Martí sólo podían ser dichas por las mentes mejor formadas y preclaras entonces existentes, aunque a la fuerza debían moverse dentro de los límites objetivos de la síntesis social entonces alcanzada. De entrada, Martí es consciente del problema que subyace al “inmenso consumo” de los recursos energéticos, algo inconcebible en aquella época para el grueso de la intelectualidad crítica y para la totalidad de la burguesía. A partir de este primer triunfo del revolucionario cubano, todo lo que sigue, excepto ese breve “optimismo”, es un puro planteamiento materialista, dialéctico y ecologista de la naturaleza y de la materia. Su última frase según la cual “el movimiento es vida” es digna de Engels y de Marx, y está absolutamente confirmada por toda la ciencia en este último siglo.
El movimiento es vida y la quietud es muerte. Semejante principio elemental de la dialéctica materialista está en la base de la necesidad de que la especie humana llegue a superar a dios siendo como él, conociendo la realidad interna del espacio y del tiempo, de la materia y del movimiento, en un proceso en espiral infinita e inacabable. Detener este ascenso, pararlo en la quietud eterna, es condenar a la especie humana a la opresión más salvaje. El dominio de la ciencia, que no es otra cosa que el conocimiento de las contradicciones en su permanente devenir, en sus transformaciones internas e interacciones con lo circundante, es aquí vital para comprender el peligro inserto en el “inmenso consumo” de las reservas energéticas. Vemos así como van acoplándose las diferentes partes de una concepción radical y revolucionaria sobre el futuro del pueblo independizado de la potencia ocupante.
En un primer momento, Martí sostiene con toda la razón que no puede haber pueblo libre con mentalidad de esclavo, por lo que es imprescindible que ese pueblo esclavizado en sí mismo, en su identidad, que no sólo en sus formas, se autoemancipe mediante el desarrollo de un conocimiento crítico que le libere de toda ignorancia, de toda dependencia al que saber. La vigencia de este objetivo es fundamental ahora mismo, cuando el imperialismo hace esfuerzos desesperados para mantener sumidos en la más inhumana ignorancia a la mayor parte de la humanidad, cuando las potencias burguesas saquean intelectualmente a los pueblos indefensos, arrancándoles sus mejores cerebros, técnicos, científicos, médicos, trabajadores cualificados, para explotarlos dentro de sus empresas selectas que nunca están en los países empobrecidos sino en el seguro y superarmada núcleo imperialista. Ahora, cuando las grandes corporaciones capitalistas registran milímetro a milímetro las escuelas y universidades de las naciones empobrecidas e indefensas para arrebatarles sus mejores cerebros, para robarles sus conocimientos y saberes ancestrales incorporándolos a la industria burguesa de la salud, por ejemplo, ahora es más imprescindible que nunca esta exigencia martiana. Y lo que más si cabe teniendo en cuenta la marea de irracionalismo provocada por la burguesía internacional.
En un segundo momento, o simultáneamente, Martí advierte con sus palabras de la urgencia del problema del sobre consumo energético, de los problemas a corto plazo que eso acarrea, y a corto plazo quiere decir aquí que una cosa es la reducida temporalidad humana y otra es la duración de la materia en movimiento a nivel cósmico. La temporalidad cósmica puede recomponer los estropicios humanos, pero las generaciones actuales y futuras padecerán las nefastas consecuencias del sobre consumo incontrolado. El mensaje subyacente a esta visión es también de una total actualidad, teniendo en cuenta los incontrovertibles datos aportados por la ciencia sobre la catástrofe medioambiental y ecológica que ya está llamando nuestras puertas. Incuestionablemente, late en Martí una concepción muy rica sobre la manera de intervenir a la vez y en diferentes niveles --siempre en un contexto de radical justicia social-- para lograr que las naciones empobrecidas y saqueadas no cometan el error de intentar imitar el modelo norteamericano de desarrollo, que actualmente es el dominante a escala mundial.
La quinta independencia surge precisamente de esta necesidad. Nos referimos a que los pueblos han de tener una estrategia global de desarrollo propio. Hablando en su artículo “Invenciones recientes”, de mayo de 1884, sobre las quinientas patentes concedidas en un solo día --el 15 de abril-- en los Estados Unidos, Martí comenta que:
“En América, pues, no hay más que repartir bien las tierras, educar a los indios donde los haya, abrir caminos por las comarcas fértiles, sembrar mucho en sus cercanías, sustituir la instrucción elemental literaria inútil, –y léase bien lo que decimos altamente: la instrucción elemental literaria inútil,– con la instrucción elemental científica, –y esperar a ver crecer los pueblos. Van a dar gozo, por lo desinteresados y brillantes. No nos apresuramos; y como que estamos seguros de estas glorias, no renegamos de nuestras tierras: ¿quién de su hijo reniega, porque le oye balbucear en la cartilla?: lo que no quiere decir que no le hierva al niño un Hamlet o un invento pasmoso en el cerebro, que a su tiempo y sazón saldrán a la tierra”.
“Repartir bien las tierras” quiere decir impedir el latifundio terrateniente. “Educar a los indios” quiere decir, en el contexto de la obra martiana, asegurar su independencia práctica, su no dependencia para con los blancos. “Abrir caminos para las comarcas fértiles” quiere decir, entre otras cosas, racionalizar la producción agraria, hacer que el pueblo trabajador tenga acceso a la tierra fértil e impedir que ésta sea acaparada por la clase dominante. “Instrucción elemental científica” quiere decir poner los adelantos científicos a disposición del pueblo trabajador para aumente la productividad de la tierra. “No nos apresuramos” quiere decir que hay que planificar racionalmente el desarrollo productivo en vez de dejarlo en manos del egoísmo cegato de una minoría que sólo busca enriquecerse cuanto antes sin tener en cuenta los efectos negativos a medio y largo plazo. “No renegamos de nuestras tierras” quiere decir que ni se entregan a la propiedad privada ni al invasor imperialista. Luego, bien afincado el pueblo, la nación justa, en sus raíces profundas, empezarán a producirse los adelantos en otras áreas de la vida.
Por último, la sexta independencia no es otra que la expuesta en la siguiente cita, ya que si leemos con atención el texto “La América grande” de agosto de 1883, comprobamos que si bien Martí defiende en aquella época la importancia de la agricultura como único recurso económico, lo que en realidad está defendiendo es la independencia alimentaria de los pueblos como requisito elemental para su supervivencia e independencia, para no caer en la peor de las dependencias, la más esclavizadora, que no es otra que la sujeción paralizante por el hambre:
“Se entrevé la América grande; se sienten las voces alegres de los trabajadores; se nota un simultáneo movimiento, como si las cajas de nuevos tambores llamasen a magnífica batalla. Salen los barcos cargados de arados: vuelven cargados de trigo. Los que antes compraban tal fruto en mercados extranjeros, hoy envían a ellos el fruto sobrante (…) Pero el resultado primero de esa invasión magnífica de los arados, ha sido este: –el Uruguay importaba antes toda su harina de trigo de este país:– y ahora, produce en casa toda la que consume, y manda el sobrante afuera. El dinero que a otros pagaba, queda ahora en su bolsa, o le es pagado”.
Una de las batallas decisivas para la humanidad que se van a librar en los próximos años, que en realidad se está librando desde siempre pero que se va a agudizar al extremo, es la que enfrenta de forma antagónica, por un lado a la clase burguesa mundial que quiere imponer su propiedad privada sobre las industrias básicas, alimentaria, sanitaria, energética, acuífera, etc., sobre la naturaleza en su conjunto, incluida la especie humana, en suma; y por otro lado, a la humanidad trabajadora, a los pueblos oprimidos, a las clases explotadas, a las mujeres, y a todos los sujetos colectivos e individuales dominados que quieren instaurar la propiedad pública, social, cooperativista, etc., de estos mismos recursos vitales. El agua y la comida, por este orden, y la salud después, han sido siempre en un mundo marcado por la dictadura de la necesidad y del insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas, codiciados bienes objeto de lucha. Pero el capitalismo está llevando todo ello a su más alto nivel de antagonismo porque las dificultades crecientes a la acumulación ampliada de capital le obligan a buscar todos los recursos para privatizarlos y mercantilizarlos, y con ello a abrir nuevas ramas productivas con sus correspondientes mercados y consumidores, buscando con todo ello revertir durante un tiempo la caída tendencial de la tasa media de beneficios.
Además de estos recursos vitales, de entre los muchos ejemplos más a los que podemos recurrir, vamos a centrarnos en dos de ellos para confirmar la actualidad de las tesis de Martí. Uno es el de los nuevos mercados de los biocombustibles, que suponen riqueza, gula y comodidad para una mínima parte de la población mundial y pobreza, hambre y dureza para la mayoría inmensa. Otro es el de la bioindustria transgénica en su totalidad, una de cuyas partes fundamentales es la explotación capitalista del genoma humano, aunque se extiende a la esencia misma de la vida sobre este planeta Tierra. Frente a esta definitiva subsunción de la vida en sí misma en el capital, para llevar la crítica de Marx a su pleno sentido, la humanidad trabajadora sólo tiene como arma la independencia general, es decir, acabar con el capitalismo mediante el avance a la sociedad socialista como antesala del comunismo. Pero en este avance imprescindible, la independencia concreta de los pueblos con respecto al imperialismo, es un paso decisivo e ineludible si se quiere avanzar en ese objetivo. No hay otra alternativa. ¿O se aceptará que la comida, el agua, la tierra misma y sus recursos esenciales, la biodiversidad y la diversidad cultural, la vida en sí, todo esto sea privatizado por la burguesía y, luego, vuelto contra los pueblos y las clases?
La obra entera de José Martí sostiene la necesidad de que los pueblos oprimidos obtengan la independencia nacional para, entre otras cosas, ser ellos los propietarios de sí mismos e impedir que otros se apoderen de lo que no les pertenece, que lo que sólo pertenece al pueblo trabajador que las ha creado. Del mismo modo, Martí sostiene que los pueblos pequeños han de aliarse entre ellos para hacer frente a los grandes, a las serpientes. La suya no es una visión aislacionista y autárquica, sino que su independentismo se refuerza con un internacionalismo activo.
Frente a los proyectos que quiere imponernos el capitalismo, el pensamiento de Martí nos aporta una serie de pautas interpretativas que han sido confirmadas por los hechos acaecidos desde su muerte hasta ahora. Pocas veces ha ocurrido que, a excepción de los marxistas, hayan sido tan confirmadas por la historia las tesis básicas de su revolucionario que no pudo desarrollar del todo los contenidos socialistas y marxistas ya existentes en su interior. Una de ellas es la de José Martí.
Para Euskal Herria sus ideas son de una valía innegable pese a que existan tantas diferencias entre la Cuba insurgente de finales del siglo XIX y la Euskal Herria insurgente de comienzos del siglo XXI, sobre todo el hecho de que Cuba ya es independiente y se encamina al socialismo, mientras que Euskal Herria está oprimida, dividida y troceada entre dos potencias imperialistas. Ahora bien, siendo apreciables las diferencias, la identidad de fondo es decisiva e innegable, como hemos afirmado al comienzo de esta ponencia. Somos pueblos pequeños en comparación a los gigantes que nos oprimen. Nuestra identidad nacional, nuestra historia, nuestros respectivos complejos lingüístico-culturales, nuestros referentes simbólicos, etc., son muy diferentes a los Estados que nos asfixian en la actualidad. Nuestros pueblos han sufrido lo indecible a manos de las potencias atacantes para seguir manteniendo viva su identidad. El criminal cerco yanqui a Cuba es el responsable de sus dificultades, mientras que la dominación que sobre Euskal Herria ejercen los imperialismos español y francés, son los responsables de nuestros problemas. Además, si dentro de Cuba y sobre todo fuera, existen grupos de colaboracionistas con el imperialismo, gusanos, en Euskal Herria existen un bloque social liderado por la burguesía y por las fuerzas unionistas que colaboran activamente con los Estados ocupantes. Estas y otras identidades de fondo, que surgen todas ellas de la naturaleza explotadora del capitalismo mundial, exigen a los pueblos cubano y vasco una activa solidaridad internacionalista, militante y revolucionaria, y en esta bella y hermosa tarea, el pensamiento de José Martí es un soporte insustituible.
Espero que haya sido de su agrado.
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