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viernes, 22 de febrero de 2008

Un Debate Acerca de Kosovo y Nabarra

Iñigo Saldise hace este debate de nuestro conocimiento, como es usual Iñigo se basa en la historia para demoler las tergiversaciones lanzadas en contra del pueblo vasco.

Primero hay que leer este artículo (bastante tendencioso por cierto, el tal Robert Scarcia es un vascófobo hecho y derecho) aparecido en Deia:


Kosovo, los vascos y la unidad de los rusos

Robert Scarcia

En el siglo XIX, cuando todavía en Europa existían gigantes de la política, Otto von Bismark, el canciller de hierro, dijo, según parece, que los Balcanes no merecían la vida de un solo guardia imperial prusiano.

Aunque las comparaciones resulten ser aleatorias algunas veces son necesarias. La independencia de Kosovo, antigua región autónoma de Serbia habitada mayoritariamente por albaneses, no merece ni el interés de los independentistas vascos, ni la inquietud de los voceros del Gobierno español. Se entiende que los unos estén interesados por una nueva declaración de independencia dentro de la Europa posguerra fría. Se entiende también que los otros traten de evitar que la emergencia de nuevos Estados independientes en Europa sirvan para dar legitimidad a ciertas aspiraciones vascas.

Sin embargo, me parece que los soberanistas vascos no tienen ningún interés de fondo en la declaración unilateral de independencia de los albaneses kosovares. Y es que Kosovo tiene unas claves de lectura distintas. Aunque por un lado, la independencia represente el sacrosanto derecho de autodeterminación de la población albanesa, por el otro la región autónoma de Kosovo-Metoquia es el corazón espiritual y la cuna cultural de Serbia. El gran patriarcado ortodoxo tenía su sede en Kosovo-Metoquia y allí fue donde surgieron los monasterios de Peç, Deç y Graçaniza, centros espirituales que son para los serbios lo equivalente de Santiago de Compostela o de Lourdes para los católicos. La huida de los serbios hacia el norte fue provocada por la derrota serbia contra el Gran Turco, el Sultán Murad, en la batalla de los Campos de los Mirlos en 1389. Pero algo parecido había ocurrido algunos siglos antes en la mismísima península ibérica cuando el rey visigodo Rodrigo fue derrotado por los árabes. La derrota frente a los musulmanes no significó que los cristianos renunciaran a una Reconquista basada en la legitimidad histórica del reino visigodo.

Además, desde una perspectiva histórica y cultural, pretender que los serbios reconozcan que Kosovo ya no forma parte de su patria por razones demográficas o de preferencia política equivale a pretender que los soberanistas vascos acepten que Navarra, la tierra de la famosa lingua navarrorum y del antiguo reino no forma parte de Euskal Herria...

El único punto común entre la crisis de Kosovo y la cuestión vasca es que ambas reflejan la incapacidad de encontrar fórmulas federales de soberanía compartida en las que todas las partes se sientan cómodas. Dicha incapacidad para Kosovo y Serbia tuvo consecuencias trágicas, para Euskadi y España es simplemente lamentable.

Lo que está en juego con la independencia de Kosovo es otra cosa. Rusia ha dicho claramente que la independencia de dicha provincia de Serbia va a crear un precedente en el espacio europeo y post-soviético. En efecto, si Kosovo se independentiza de Serbia con el visto bueno de la Unión Europea, ¿por qué la rusófona Transdniestria no debería de independizarse de la Moldavia rumana? ¿Por qué las rusófilas Abjasia y Osetia no deberían de tener el mismo derecho que los kosovares albaneses? ¿ Por qué Kosovo podría dejar Serbia cuando la rusófona y rusófila Ucrania oriental no puede separarse del resto de Ucrania? Y ¿qué decir de lo que es hoy la minoría más importante de la Unión Europea cuyos derechos, sobre todo lingüísticos, no están reconocidos: los rusos de los países Bálticos? Cabe recordar lo enfadado que estuvo Alexander Solzhenitsyn, famoso disidente de la época soviética y autor de Archipiélago Gulag con los dirigentes de su patria a quienes acusó de haber traicionado a los rusos del Báltico... Pero ahora que Solzhenitsyn habla como un nacionalista ruso y no como un anticomunista, ya no es de moda...

Solo tengo una respuesta para explicar este contexto marcado por el doble rasero: que Vladimir Putin ha aprendido de Bismark. En Kosovo, la integridad de Serbia no merece los esfuerzos defensivos de Rusia... Pero al mismo tiempo la independencia de los kosovares legitima las aspiraciones de una unidad de facto entre rusófilos y rusófonos del espacio post-soviético. En esto también Putin parece ser buen discípulo de Bismark, el padre de la unificación alemana. Después de la independencia de Kosovo ya vendrá la hora de la legítima unidad de los pueblos rusos, rusófonos y rusófilos...


Y aquí la respuesta en la página de Nabarralde:


Iñigo Saldise Alda

¿Kosovo? ¿Y el Estado de los vascos?


El pasado día 18 de Febrero de 2008, en el periódico DEIA, aparecía un artículo de Robert Scarcia, titulado Kosovo, los vascos y la unidad de los rusos. Es un escrito interesante, como puede ser que Kosovo declare su independencia, aunque en dicho escrito del señor Scarcia realiza una comparación entre serbios y vascos, que cuando menos se podíamos tachar de inadecuada, incluso, si nos ponemos, algo dañina para la tan ansiada soberanía de nuestro Estado. Dicha afirmación dice lo siguiente:

"Además, desde una perspectiva histórica y cultural, pretender que los serbios reconozcan que Kosovo ya no forma parte de su patria por razones demográficas o de preferencia política equivale a pretender que los soberanistas vascos acepten que Navarra, la tierra de la famosa lingua navarrorum y del antiguo reino no forma parte de Euskal Herria..."

Si tomamos esa perspectiva histórica y política, dejando momentáneamente aún lado la perspectiva cultural, los vascos serían equiparables a los serbios, pero a diferencia de éstos, los vascos no hemos sido desplazados mayoritariamente de nuestro país. Simplemente este país ha sufrido una emigración desmedida desde mediados del siglo XIX, principalmente en la provincia de Bizkaia, que por aquel entonces tenía la mitad de población que la provincia de Navarra.

Este hecho histórico provocó la reacción de Sabino Arana Goiti, que busca la creación de un Estado para el pueblo vasco (Euskal Herria), el cual llamó Euzkadi. Hay que recordar que en el siglo XIX no había los medios de publicación, distribución y comunicación actuales, es más, ni siquiera era imaginable algo que llamamos Internet. Así pues, Sabino se inventó un nombre para un Estado, que ya existía.

El Estado de los vascos se creó, ante las circunstancias que les rodearon, en el año 824, en forma de Reino de Pamplona, por los entonces conocidos como vascones independientes o navarros. Un peregrino francés, que transitó por el Reino de Pamplona camino de Santiago de Compostela, llamado Aimeric Picaud escribió:

"En algunas de sus comarcas, sobretodo en Vizcaya y Álava, el hombre y la mujer navarros..."

Sancho VI "El Sabio" es el que acomoda el nombre del Estado, en forma de reino, al de sus habitantes, llamándolo Navarra. Deja por escrito que la lingua navarrorum es la lengua del país, Navarra, que incluye las tierras del Duranguesado, Araba y Gipuzkoa. Para entonces ya no se encontraba el Señorío de Vizcaya. La razón no es que fuese independiente, sino la política, en beneficio personal, realizada por la Casa de Haro. Manuel de Irujo, en un artículo suyo, sobre Oñaz y Ganboa, nos aclara bastante sobre dicha política procastellana.

Concluyendo, en la actualidad muchos somos los que tenemos muy claras las cosas en materia cultural y política. Nuestra cultura es la vasca y nuestro estatus político es el de navarros. Y todo gracias a una perspectiva histórica y políticas correctas, gracias al trabajo realizado a lo largo de nuestra historia, por muchos vascos, es decir, por muchos navarros.



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